Ademas, las visiones eran lo mejor que le habia sucedido jamas. Ahora las amaba.

Una se manifestaba en este momento, si. Una llegaba ahora, seguro. El mundo verde otra vez. Tom sonrio. Se relajo y se entrego a ella.

?Hola, mundo verde! ?Vienes a llevarme a casa?

Una luz verdidorada rielaba sobre suaves colinas alienigenas. Oia el ir y venir de un distante mar turquesa. El aire era denso como el terciopelo, dulce como el vino. Brillantes formas cristalinas, todavia indistintas pero aclarandose rapidamente, empezaban a refulgir atravesando la pantalla del alma de Tom: eran figuras altas y fragiles, que parecian vestidas con cristal iridiscente de muchos colores. Se movian con una gracia sorprendente. Sus cuerpos eran largos y delgados, con miembros cristalinos afilados como lanzas. Sus ojos facetados, centelleantes de sabiduria, estaban agrupados en grupos de tres en cada una de las cuatro caras de sus cabezas en forma de diamante. No era la primera vez que Tom los veia. Sabia quienes eran: los aristocratas, los principes y duques y condesas de ese lugar maravilloso.

A traves de la vision aun podia distinguir a los siete u ocho hombres que se apinaban en torno a la furgoneta. Tenia que decirles lo que veia. Lo hacia siempre, dondequiera que estuviese. Tenia que contarle a la gente lo que veia cuando una vision lo asaltaba.

—Es el mundo verde —les dijo—. ?Veis la luz? ?Podeis verla? Es como un rio de esmeraldas cayendo desde el cielo.

Estaba de pie con las piernas muy abiertas, la cabeza hacia atras, los hombros arqueados como si quisieran encontrarse detras de su espalda. Las palabras brotaban de sus labios.

—?Mirad, hay siete cristalinos caminando hacia el Palacio de Verano! Tres hembras, dos machos, dos de la otra clase. ?Jesus, que maravilla! Hay como diamantes por toda su piel. ?Y sus ojos, sus ojos! Oh, Dios, ?habeis visto alguna vez algo tan maravilloso?

—?Eh! ?Que clase de loco tenemos aqui?

Tom apenas oia. Aquellos desconocidos casi no le parecian reales ya. Quienes eran reales eran los senores y damas del mundo verde, que se movian esplendorosamente entre reflejos y nieblas. Gesticulo hacia ellos.

—Esa es la Triada Misilyna, ?la veis? Los tres del centro, los mas altos. Y ese es Vuruun, que fue embajador ante los Nueve Soles bajo la antigua dinastia. Y ese… ?Oh, mirad alli, al este! ?Es la aurora verde! ?Jesus! Es como si el cielo ardiera con fuego verde, ?verdad? Ellos tambien la ven. La estan senalando, la miran… ?Veis que excitados estan? Nunca los habia visto excitarse antes, pero con una cosa asi…

—Loco perdido, desde luego. Todo un caso. Lo note a primera vista, en cuanto se acerco.

—Algunos de estos locos se vuelven peligrosos cuando se les pone la mano encima. He oido historias. Se desatan y ya no hay quien los pare. Son muy fuertes.

—?Crees que este sera uno de esos?

—?Quien sabe? ?Has visto a un loco alguna vez?

—?Eh, loco! ?Eh! ?Me oyes?

—Dejalo en paz, Stidge.

—?Eh, loco!

Voces. Distantes, debiles, fantasmales, zumbando y revoloteando a su alrededor. Lo que decian no importaba. Los ojos de Tom brillaban. La aurora verde giraba y resplandecia en el cielo como un torbellino. Lord Vuruun la adoraba alzando sus cuatro brazos translucidos. La Triada se abrazaba. Una musica celestial surgida de alguna parte resonaba ahora de mundo en mundo. Las voces eran solamente un sonidito perdido en el interior de aquella musica.

Entonces alguien le golpeo en el estomago, y Tom se doblo en dos, atragantandose y tosiendo y babeando. El mundo verde giro locamente a su alrededor y la imagen comenzo a fragmentarse. Conmocionado, Tom se tambaleo, sin saber donde estaba.

—?Stidge, dejale en paz!

Otro punetazo, esta vez mas fuerte, le atonto. Tom cayo de rodillas y contemplo con ojos turbios la hierba marron. Babeo. Habia sido un error dejarse caer, lo sabia. Ahora empezarian a darle patadas. Algo parecido le habia sucedido el ano pasado, en Idaho, y sus costillas tardaron seis semanas en curarse.

—Atontado…, loco…

—?Stidge! ?Maldito seas, Stidge!

Tres patadas. Tom se acurruco, luchando contra el dolor. En un rincon de su mente permanecia un ultimo fragmento de la vision, una forma cristalina, irreconocible, que se desvanecia. Entonces oyo gritos, maldiciones, amenazas. Se dio cuenta de que habia pelea a su alrededor. Cerro los ojos y contuvo la respiracion, atento al roce interno de hueso contra hueso. Pero no parecia haber nada roto.

—?Puedes levantarte? —pregunto una voz tranquila poco despues—. Vamos. Nadie va a lastimarte ya. Mirame. Eh, oye, mirame.

Temeroso, Tom abrio los ojos. Un hombre cuya cara desconocia, un hombre de barba negra y profundas ojeras, uno de los que habian estado trabajando en el capo, posiblemente, estaba ante el. Parecia tan duro y peligroso como los otros, pero de alguna manera habia algo mas agradable en el. Tom asintio, y el hombre puso las manos sobre sus hombros y lo levanto delicadamente.

—?Te encuentras bien?

—Creo que si. Un poco vapuleado. Algo mas que un poco.

Tom miro en torno. El pelirrojo se apoyaba contra la furgoneta, escupiendo sangre y atragantandose. Los demas permanecian detras, en un semicirculo, con el ceno fruncido.

—?Quien eres? —pregunto el hombre de la barba.

—Un jodido loco —dijo el pelirrojo.

—Cierra el pico, Stidge. ?Como te llamas?

—Tom.

—?Solo Tom?

—Solo Tom, si.

—?De donde vienes, Tom?

—De Idaho. Voy a California.

—Ya estas en California. ?Vas a San Francisco?

—Tal vez. No estoy seguro. De todas formas, no tiene mucha importancia, ?no?

—Echalo de aqui —dijo Stidge, de pie nuevamente—. Maldicion, Charley, quita a ese loco de en medio antes de que yo…

El hombre de la barba negra se volvio.

—Cristo, Stidge, te estas buscando problemas…

Cruzo el brazo derecho sobre el pecho y lo mostro. Habia un brazalete laser en su muneca, con la luz amarilla de «preparado» titilando. Stidge lo miro con sorpresa.

—Jesus, Charley…

—Sientate ahi atras.

—Jesus, si no es mas que un loco…

—Bien, es mi loco ahora. Si alguien lo lastima, le atravieso la barriga. ?Vale, Stidge?

El pelirrojo guardo silencio.

—?Tienes hambre? —le pregunto Charley a Tom.

—Puedes apostar a que si.

—Te daremos algo de comer. Puedes quedarte con nosotros unos dias, si quieres. Vamos a Frisco, si podemos hacer que la furgoneta eche a andar. —Sus ojos cercados de ojeras escrutaron a Tom—. ?Llevas algo?

—?Llevar? —Tom palpo su mochila, inseguro.

—Armas. Cuchillo, pistola, punzon, brazalete, algo.

—No. Nada.

—?Vas por ahi desarmado? Stidge tiene razon, debes de estar loco. —Charley chasqueo los dedos al hombre de la cara picada de viruelas—. Eh, Buffalo, prestale a Tom un punzon, ?me oyes? Le hace falta llevar algo.

Buffalo le tendio una delgada varilla de metal con un mango en un lado y una punta afilada en el otro.

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