quieren recibir el placer como una leccion, sino gratuitamente, por amor. Pero tambien dijo que los peores hombres tampoco gozan con su instructora, porque no soportan que otra persona controle la situacion.
—Yo ni siquiera quiero una instructora —dijo Nafai.
—Bien, muy inteligente de tu parte. ?Entonces como aprenderas?
—Quiero aprenderlo con mi companera.
—Eres un idiota romantico.
—Nadie ensena a las aves ni a los lagartos.
—Nafai ab Wetchik mag Rasa, el famoso amante lagarto.
—Una vez vi un par de lagartos haciendolo durante una hora.
—?Aprendiste alguna tecnica interesante?
—Claro. Pero solo puedes usarlas si tienes las proporciones de un lagarto.
—?En serio?
—Lo tienen tan largo como la mitad del cuerpo. Issib rio.
—Imaginate lo que seria comprarse unos pantalones.
—?O atarse las sandalias!
—Tendrias que enrollartelo en la cintura.
—O colgartelo del hombro.
Continuaron con esta conversacion hasta que llegaron al mercado exterior, donde la gente comenzaba a abrir sus puestos, esperando la llegada inminente de los granjeros de la planicie. Padre tenia un par de puestos en el mercado exterior, aunque ningun granjero de la planicie tenia dinero ni refinamiento suficiente para comprar una planta que requeria tantos cuidados y no producia frutos aprovechables. Las unicas ventas del mercado exterior eran para tenderos de Basilica, y en ocasiones para extranjeros ricos que visitaban el mercado camino de la ciudad. Estando Padre de viaje, Rashgallivak supervisaria los escaparates, y en efecto alli estaba, preparando una exhibicion de plantas polares. Lo saludaron con la mano, pero el se limito a mirarlos adustamente. Asi era Rash. Acudiria si lo necesitaban en una crisis. Pero en ese momento su tarea consistia en preparar las plantas y a eso consagraba toda su atencion. No habia prisa, sin embargo. Las mejores ventas se producirian por la tarde, cuando los basilicanos buscaban obsequios atractivos para sus companeros o amantes, o para conquistar el corazon de alguien a quien cortejaban.
Meb comentaba que nadie compraba plantas exoticas para uso personal, pues mantenerlas con vida era una molestia, y que solo las compraban para regalo porque eran caras. «Constituyen el regalo perfecto porque la planta es bella y atractiva mientras dura el idilio… por lo general una semana. Luego la planta muere, a menos que el dueno nos pague para que vayamos a cuidarla. De cualquier modo los sentimientos hacia la planta siempre congenian con los sentimientos hacia el amante que la obsequio. O bien fastidia porque aun esta merodeando, o bien disgusta como un recuerdo mustio. Si un amor ha de ser duradero, los amantes deberian comprar un arbol.» Como Meb hablaba asi con los clientes, Padre le habia prohibido atender los puestos. Sin duda era lo que Meb pretendia.
Nafai comprendia el deseo de eludir esa responsabilidad. La pesada tarea de vender un ramillete de plantas temperamentales no era divertida.
Si termino mis estudios, penso Nafai, tendre que trabajar todos los dias en una de esas tareas infames. Y no me llevara a ninguna parte. Cuando Padre muera, Elemak sera el Wetchik, y nunca me permitira guiar mi caravana, que es la unica parte interesante del trabajo. No quiero pasarme la vida en un invernaculo o un cobertizo, injertando, cultivando y multiplicando plantas que moriran en cuanto las vendan. No hay ninguna grandeza en ello.
El mercado exterior terminaba en la primera puerta, que estaba abierta, como de costumbre. Nafai se pregunto si seria posible cerrarla. No importaba. Era siempre la puerta mejor custodiada porque era la mas activa. A todo el mundo le revisaban la retina y cotejaban el resultado con el censo de ciudadanos. Issib y Nafai, como hijos de ciudadanos, eran tecnicamente ciudadanos, y aunque no se les permitiera tener propiedades dentro de la ciudad podrian votar cuando fueran mayores. Asi que los guardias los trataron con respeto.
Entre la puerta exterior y la puerta interior, entre las altas murallas rojas y bajo la custodia de gran cantidad de guardias, la ciudad de Basilica albergaba su negocio mas lucrativo: el Mercado de Oro. En realidad el oro no era la mercancia que mas se compraba y vendia, aunque los prestamistas abundaban. En el Mercado del Oro se traficaba con cualquier forma de riqueza que resultara portatil y facil de robar, titulos de propiedad, titulos de deposito, certificados de propiedad de acciones y certificados de deudas incobrables: todo se vendia aqui y cada puesto tenia un ordenador que transmitia las transacciones al registro oficial, el ordenador maestro de la ciudad. Las rutilantes proyecciones holograficas de los ordenadores causaban un extrano efecto de fluctuacion, de modo que uno siempre veia un parpadeo por el rabillo del ojo. Meb decia que por eso los prestamistas y vendedores del Mercado del Oro creian que alguien los espiaba.
Sin duda la mayoria de los ordenadores habian reparado en Nafai e Issib en cuanto les revisaron la retina en la puerta, transmitiendo sus nombre, situacion y posicion financiera a la proyeccion holografica. Algun dia eso significaria algo, sabia Nafai, pero de momento no. Desde que Meb habia contraido cuantiosas deudas el ano anterior al cumplir los dieciocho, existia una fuerte restriccion del credito para la familia Wetchik, y como el credito era el unico modo en que Nafai podia contar con una buena suma de dinero, aqui nadie estaria interesado en el. Padre podria haber hecho levantar esas restricciones, pero como Padre hacia sus negocios en efectivo, sin pedir nada prestado, las restricciones no lo afectaban y ademas impedian que Meb contrajera mas deudas. Los gemidos, gritos, protestas y sollozos se habian prolongado durante meses, hasta que Meb comprendio que Padre jamas cederia ni le daria la independencia economica. Ultimamente Meb lo tomaba con mas calma. Cuando aparecia con ropa nueva, afirmaba que se la habian prestado amigos compasivos, pero Nafai no le creia. Meb gastaba dinero cuando lo tenia, y como Nafai no imaginaba a Meb trabajando en nada, su conclusion era que Meb habia hallado a alguien a quien le pedia prestado a cuenta de su futura parte de la finca Wetchik.
Era tipico de Meb pedir prestado a cuenta de la muerte de Padre. Pero Padre aun era un hombre sano y vigoroso, de solo cincuenta anos. En algun momento los acreedores se hartarian de esperar y Meb tendria que recurrir de nuevo a Padre, rogandole que lo ayudara a saldar sus deudas.
Hubo otro chequeo retinal en la puerta interior. Como eran ciudadanos y los ordenadores mostraban que no traian nada ni habian comprado nada en los puestos, no hubo que registrarlos en busca de lo que un eufemismo denominaba «prestamos no autorizados», asi que poco despues entraron en la ciudad.
Mas especificamente, entraron en el Mercado Interior. Era casi tan vasto como el exterior, pero alli terminaba toda semejanza, pues en vez de vender carnes y comida, rollos de tela y trozos de madera, el Mercado Interior vendia productos manufacturados: pasteles y sorbetes, especias y hierbas, muebles y cobertores, colgaduras y tapices, finas camisas y pantalones, sandalias para los pies, guantes para las manos, anillos para los dedos y las orejas; y chucherias, animales y plantas exoticas, conseguidos con gran coste y riesgo en todos los rincones del mundo. Aqui Padre ofrecia las plantas mas preciosas en sus puestos abiertos dia y noche.
Pero nada de esto atraia a Nafai, despues de tantos anos de atravesar el mercado sin un cobre. Solo le atraian los muchos puestos que vendian myachiks, pequenas esferas de cristal que contenian grabaciones de musica, danza, escultura, pinturas, tragedias, comedias e historias veridicas, recitadas como poemas, representadas en escena o cantadas en operas; las palabras de historiadores, cientificos, filosofos, oradores, profetas y autores de satiras; lecciones y demostraciones de cada arte o proceso jamas concebido, y, por supuesto, las grandes canciones de amor por las cuales Basilica era celebre en todo el mundo, que combinaban musica con imagenes eroticas continuas que se repetian aleatoriamente, como esculturas autogeneradas, en las alcobas y jardines privados de cada hogar de la ciudad.
Claro que Nafai era demasiado joven para comprar estas canciones, pero habia visto mas de una cuando visitaba el hogar de amigos cuyas madres o maestras no eran tan discretas como Rasa. Lo fascinaban, tanto por la musica y el relato como por el erotismo. Pero se pasaba las horas en el mercado buscando nuevas obras de poetas, musicos, artistas y actores basilicanos, o viejas obras que gozaban de nueva difusion, o extranas obras de otras tierras, en traduccion o en el original. Padre daba poco dinero a los hijos, pero Madre concedia a sus ninos —hijos, sobrinas y meros alumnos— una generosa asignacion para la compra de myachiks.
Nafai enfilo hacia un puesto donde un joven cantaba con aguda y dulce voz de tenor; la melodia parecia pertenecer a la compositora que se hacia llamar Amanecer, o al menos a sus mejores imitadoras.
—No —dijo Issib—, ya regresaras por la tarde.
—Tu puedes seguir.