no se movia. Delante y detras de ella el tunel se perdia en la oscuridad.
Los tuneles, todos iguales, se entrecruzaban una y otra vez. Arha llevaba cuenta minuciosa de los cruces y pasadizos, y recitaba para sus adentros las instrucciones de Thar, aunque las recordaba muy bien. Pues no era cosa de perderse en el Laberinto. En la Cripta, y en los cortos pasadizos que la rodeaban, Kossil o Thar podrian dar con ella, o Matan venir a buscarla, puesto que la habia acompanado varias veces. Pero aqui, en el Laberinto, ninguno de ellos habia puesto los pies; solo ella, Arha. Si se extraviaba en las espirales de los tuneles, de poco le serviria que bajaran a la Cripta y la llamaran a media milla de distancia. Se imaginaba como oiria los ecos de las voces, repetidos en todos los tuneles, mientras ella trataba de acercarse, pero solo consiguiendo 'estar cada vez mas lejos. Tan vivida era esta escena imaginaria que de pronto se detuvo, creyendo oir a lo lejos la llamada de una voz. Pero no habia nada. Y ella no se perderia. Iba muy atenta; y este era su lugar, su dominio. Los poderes de la oscuridad, los Sin Nombre, guiarian sus pasos, asi como extraviarian los de cualquier otro mortal que osara penetrar en el Laberinto de las Tumbas.
No fue muy lejos aquella primera vez, aunque si lo bastante como para que la certeza, extrana y amarga, pero tambien embriagadora, de que en aquel sitio estaba completamente sola y no dependia de nadie, se fortaleciera en ella y la hiciera volver, uno y otro dia, e internarse cada vez mas lejos. Llego hasta la Camara Pintada y las Seis Travesias, recorrio el largo Tunel Extremo y penetro en la rara marana que conducia a la Camara de las Osamentas.
—?Cuando fue construido el Laberinto? —le pregunto a Thar; y la austera y enjuta sacerdotisa le respondio: —Senora, no lo se. Nadie lo sabe.
—?Por que lo construyeron?
—Para ocultar los tesoros de las Tumbas y para castigar a quienes intentaron robar esos tesoros.
—Todos los tesoros que he visto estan en las recamaras y los sotanos del Trono. ?Que hay en el Laberinto?
—Un tesoro mucho mayor y mucho mas antiguo. ?Querriais verlo?
—Si.
—Solo vos podeis entrar en el Tesoro de las Tumbas. Podeis llevar a vuestros sirvientes al Laberinto, pero no al Tesoro. Bastaria que Manan entrase para despertar la colera de las tinieblas; no saldria con vida del Laberinto. Al Tesoro tendreis que ir sola, siempre sola. Yo se donde esta el Gran Tesoro. Vos me dijisteis cual era el camino, hace quince anos, antes de morir, para que yo lo recordase y os lo contara cuando volvierais. Puedo indicaros el camino a seguir por el Laberinto, mas alla de la Camara Pintada; y la llave de la Camara del Tesoro es la de plata que llevais en vuestra argolla, la que tiene un dragon en la guarda. Pero teneis que ir sola.
—Indicame el camino.
Thar se lo dijo, y ella recordo, como recordaba todo lo que le decian. Pero no fue a ver el Gran Tesoro de las Tumbas. La retuvo la impresion de que aun le faltaba voluntad, o convencimiento. O quiza queria guardar algo en reserva, algo que la incitara a mirar adelante y encontrar de algun modo aquellos tuneles interminables que concluian siempre en muros desnudos o en vacias celdas polvorientas. Esperaria un poco antes de ir a ver sus tesoros. Al fin y al cabo, ?no los habia visto antes? Todavia se sentia rara cuando Thar o Kossil le hablaban de las cosas que ella habia dicho o visto antes de morir. Sabia, si, que habia muerto y que habia renacido en un cuerpo nuevo; y no solo una vez, hacia quince anos, sino tambien hacia cincuenta anos, y antes, y antes aun, retrocediendo a lo largo de los anos y los siglos, de generacion en generacion, hasta el comienzo mismo de los tiempos, cuando se excavo el Laberinto y se erigieron Piedras, cuando la Primera Sacerdotisa de los Sin Nombre vivia en el Lugar y danzaba ante el Trono Vacio. Todas aquellas vidas y la suya eran todas la misma vida. Ella era la Primera Sacerdotisa. Todas las criaturas humanas renacian una y otra vez, pero solo ella, Arha renacia eternamente, siempre la misma. Habia aprendido cien veces los caminos y recodos del Laberinto, y al fin habia llegado a la camara secreta.
A veces tenia la impresion de acordarse. Los lugares oscuros bajo la colina le eran tan familiares como si fuesen no solo sus dominios sino tambien su hogar natal. Cuando aspiraba los humos narcoticos para las danzas de la oscuridad de la luna, la cabeza le daba vueltas y el cuerpo dejaba de pertenecerle; en esos momentos, vestida de negro y descalza, bailaba a traves de los siglos, y sabia que aquella danza no se habia interrumpido nunca.
Sin embargo, era siempre raro cuando Thar le decia: —Antes de morir me dijisteis…
Una vez pregunto: —?Quienes eran esos hombres que venian a saquear las Tumbas? ?Lo hizo alguien alguna vez? —La idea de que hubiera saqueadores le parecia emocionante, pero improbable. ?Como habian podido llegar en secreto hasta el Lugar? Los peregrinos eran escasos, mas escasos aun que los prisioneros. De cuando en cuando llegaban nuevos esclavos y novicias, de los templos menos importantes de los Cuatro Paises, o algun pequeno grupo con ofrendas de oro o inciensos raros. Y eso era todo. Nadie venia por azar, ni a comprar ni a vender, ni a ver, ni tampoco a robar; solo venian los que habian sido enviados. Arha no sabia siquiera a que distancia quedaba la poblacion mas cercana, si a veinte millas o mas; y la poblacion mas cercana era una pequena aldea. El Lugar estaba custodiado y defendido por el vacio, por la soledad. Quienquiera que penetrase en el desierto circundante, pensaba Arha, tenia tantas posibilidades de pasar inadvertido como una oveja negra en un campo nevado.
Estaba con Thar y Kossil, con quienes pasaba ahora gran parte del tiempo, cuando no se quedaba en la Casa Pequena o sola bajo la colina. Era una noche de abril fria y borrascosa. Estaban sentadas frente al pequeno fuego de salvia que ardia en el hogar, en una habitacion trasera del Templo del Dios-Rey, el cuarto de Kossil. Al otro lado de la puerta, en el corredor, Manan y Duby jugaban con varillas y abalorios, lanzando al aire un punado de varillas y tratando de pescar al vuelo el mayor numero posible en el dorso de la mano. Manan y Arha tambien jugaban a veces a ese juego, a escondidas, en el patio interior de la Casa Pequena. Cuando las tres sacerdotisas callaban solo se oia el crujido de las varillas contra el suelo, los roncos murmullos de triunfo o derrota, y el ligero crepitar de las llamas. Todo alrededor, mas alla de las murallas, pesaba el profundo silencio nocturno del desierto. De vez en cuando repiqueteaba un aguacero, violento y breve.
—Muchos venian, en tiempos lejanos, a saquear las Tumbas; pero ninguno lo logro jamas —dijo Thar. A pesar de su humor taciturno, de vez en cuando le gustaba contar historias, y lo hacia como parte de la instruccion de Arha. Aquella noche parecia dispuesta a que le sacasen una historia.
—?Que hombre se atreveria?
—
—Y sus grandes heroes venian aqui a probar sus espadas —dijo Thar— y a obrar sus maleficios sacrilegos. Uno de ellos, un hechicero poderoso y senor de dragones, el mas grande de todos, conocio aqui una gran derrota. De esto hace mucho, muchisimo tiempo, pero la historia todavia se recuerda, y no solo en este lugar. Aquel hechicero se llamaba Erreth-Akbe, y era a la vez rey y mago en el Oeste. Vino a nuestras tierras y en Awabath se unio a ciertos senores kargos rebeldes, y lucho por el dominio de la ciudad con el Sumo Sacerdote del Templo Interior, de los Dioses Gemelos. Fue una lucha larga, la hechiceria del hombre contra el rayo de los dioses, y el templo quedo hecho escombros alrededor de los combatientes. Por ultimo, el Sumo Sacerdote rompio la vara magica del hechicero y partio en dos el amuleto de poder, y lo vencio. El hechicero escapo de la ciudad y de las tierras kargas, y atravesando Terramar huyo hacia los confines de occidente; y alli lo mato un dragon, porque habia perdido todo poder. Y desde ese dia la fortaleza y la grandeza de los Paises del Interior no han dejado de disminuir. En cuanto al Sumo Sacerdote, se llamaba Intathin, y fue el primero de la casa de Tarb, de cuya estirpe, una vez cumplidas las profecias y transcurridos los siglos, nacieron los Sacerdotes-Reyes de Karego-At, antepasados de los Dioses-Reyes de todo Kargad. Y asi, desde los dias de Intathin, el poder y la grandeza de los paises kargos no ha dejado de crecer. Los que venian a saquear las Tumbas eran los hechiceros, que intentaban una y otra vez recuperar el amuleto roto de Erreth-Akbe. Pero todavia esta aqui, donde el Sumo Sacerdote lo puso a buen recaudo. Y ahi estan tambien los huesos de todos ellos… —Thar senalo el suelo bajo sus pies.
—Y la otra mitad se ha perdido para siempre.
—?Como se perdio? —pregunto Arha.
—Una mitad, la que quedo en la mano de Intathin, fue donada por el al Tesoro de las Tumbas, donde ha de permanecer a salvo por toda la eternidad. La otra quedo en la mano del mago, pero antes de huir se la regalo a