—Vale —continuo, mientras volviamos al otro extremo, donde un par de taxis estaban esperando. Subimos al primero—. Aeropuerto Jose Marti —le indico al conductor.

El trayecto hasta el aeropuerto fue muy parecido al del primer dia. Habia muy pocos coches, salvo taxis y un par de vehiculos militares, y el conductor se lo tomo como una carrera de obstaculos entre bache y bache. Era un poco peligroso de noche, puesto que la carretera no estaba iluminada, y no siempre lo conseguia, de modo que varias veces rebotamos de mala manera, pero conseguimos llegar sin heridas graves. Esta vez, el taxista nos dejo en la bonita terminal nueva, en lugar del edificio tipo gulag por donde habiamos entrado. Chutsky se dirigio hacia la pantalla de salidas.

—Cancun, despega dentro de treinta y cinco minutos —comento—. Perfecto.

—?Que vas a hacer con tu maletin de James Bond? —le pregunte, pensando que podria causarnos algun pequeno inconveniente con seguridad, puesto que estaba cargado de pistolas, lanzagranadas y yo que se que mas.

—No te preocupes —contesto—. Ven. —Se encamino hacia una hilera de taquillas, introdujo unas cuantas monedas y metio dentro el maletin—. Todo arreglado. Cerro la taquilla, cogio la llave y me condujo hasta el mostrador de Aeromexico, mientras de paso tiraba la llave de la taquilla en un cubo de basura.

Habia una cola muy corta, y al cabo de poco estabamos comprando billetes para Cancun. Por desgracia, solo quedaban de primera clase, pero como estabamos huyendo de la represion de un Estado comunista, pense que el gasto extra estaba justificado, una especie de venganza poetica. La agradable jovencita nos dijo que ibamos a subir a bordo ya y que debiamos darnos prisa, cosa que hicimos, y solo nos detuvimos para ensenar nuestros pasaportes y pagar una tasa de salida, que no es tan horrible como suena, puesto que habia esperado mas dificultades con los pasaportes, la verdad, y no hubo ninguna, de modo que no me importo pagar la tasa, por ridicula que parezca la idea.

Fuimos los ultimos pasajeros en subir a bordo, y estoy seguro de que la azafata no habria exhibido una sonrisa tan encantadora de haber volado en clase turista. Hasta nos dio una copa de champan en agradecimiento por ser tan maravillosos de llegar tarde en primera, y mientras cerraban la puerta de la cabina y yo pensaba que ibamos a salir bien librados, descubri que me gustaba el champan, incluso con el estomago vacio.

Aun me gusto mas despegar en direccion a Mexico, y es probable que todavia hubiera tomado otra copa cuando aterrizamos en Cancun tras nuestro breve vuelo, pero la azafata no me ofrecio mas. Supongo que mi categoria de primera clase se habia difuminado durante el vuelo, y solo quedaba la suficiente para ganarme una sonrisa educada cuando bajamos del avion.

Una vez en la terminal, Chutsky fue a tramitar el resto del viaje, y yo me sente en un alegre restaurante y comi enchiladas. Sabian a comida de aeropuerto, una insipida y extrana aproximacion al sabor real, y malas, pero no tan clinicamente malvadas como para pedir la devolucion del dinero. Me costo, pero las termine cuando Chutsky volvia con los billetes.

—De Cancun a Houston, de Houston a Miami —anuncio, y me dio un billete—. Llegaremos a eso de las siete de la manana.

Despues de pasar casi toda la noche en sillas de plastico moldeado, no puedo recordar una ocasion en que mi ciudad natal se me antojara tan acogedora como cuando el sol se alzo sobre la pista y el avion aterrizo por fin y rodo hasta la terminal de Miami International. Me senti todavia mas en casa cuando nos abrimos paso entre la histerica y a menudo violenta multitud, hasta subir a una lanzadera que nos conduciria al aparcamiento de estancia prolongada.

Deje a Chutsky en el hospital para que se reuniera con Deborah, a peticion de el, Bajo del coche, vacilo, y despues asomo la cabeza por la puerta.

—Siento que no saliera bien, colega.

—Si, yo tambien.

—Hazme saber si puedo ayudarte a terminar este asunto. Ya sabes… Si encuentras al tipo y no te decides, yo puedo ayudarte.

Pues claro que podia decidirme, pero le di las gracias por el gesto de ofrecerse a apretar el gatillo en mi lugar.

—Lo digo en serio —anadio, y despues cerro la puerta y se encamino cojeando hacia el hospital.

Y yo volvi a casa contra el trafico de hora punta, consegui una muy buena marca, pero llegue demasiado tarde para ver a Rita y a los ninos. Me console con una ducha, un cambio de ropa, y luego una taza de cafe y una tostada, antes de volver a cruzar la ciudad para ir al trabajo.

Ya no era hora punta, pero como siempre habia mucho trafico, y al parar en el peaje de la autopista tuve tiempo de pensar, y no me gustaron mis conclusiones. Weiss seguia suelto, y ahora resultaba imposible encontrarle. Estaba bastante seguro de que no habia pasado nada susceptible de hacerle cambiar de opinion sobre mi o de fijar su atencion en otra persona. Pronto encontraria otro metodo, ya fuera de matarme o de desear que lo hiciera. Por lo que yo sabia, no podia hacer otra cosa que esperar, o a que el hiciera algo, o a que una idea maravillosa cayera del cielo y me diera en la cabeza.

El trafico se detuvo. Espere. Un coche paso a toda pastilla por el arcen, tocando la bocina, y varios coches mas le siguieron, pero no se me ocurrio ninguna idea. Estaba atrapado en el trafico, intentando llegar al trabajo, y a la espera de que algo espantoso sucediera. Supongo que es una descripcion terrorifica de la condicion humana, pero siempre habia pensado que yo era inmune.

El trafico se movio. Pase poco a poco junto a un camion de plataforma que habian sacado de la carretera y estaba aparcado sobre la hierba. El capo del vehiculo estaba levantado. Siete u ocho hombres andrajosos se habian sentado en la plataforma. Tambien esperaban, pero parecian un poco mas complacidos que yo por la espera. Tal vez a ellos no les perseguia un artista homicida demente.

Llegue por fin al trabajo, y de haber esperado una calida bienvenida y un jubiloso hola de mis companeros de trabajo, me habria llevado una cruel decepcion. Vince Masuoka estaba en el laboratorio y me miro cuando entre.

—?Donde has estado? —pregunto, en un tono de voz que sonaba como si me estuviera acusando de algo terrible.

—Bien, gracias —conteste—. Yo tambien me alegro de verte.

—Esto ha sido de locura —prosiguio Vince, por lo visto sin escucharme—. El rollo de los trabajadores inmigrantes, y encima, ayer un gilipollas mato a su mujer y al novio de ella.

—Lo siento mucho.

—Utilizo un martillo, y si crees que fue divertido…

—No lo parece —dije, y anadi mentalmente, salvo para el.

—Tu ayuda me habria ido bien.

—Es estupendo ser deseado —conteste, y me miro un momento disgustado antes de dar media vuelta.

El dia no mejoro. Termine en el lugar donde el hombre del martillo habia celebrado su pequena fiesta. Vince tenia razon: el espectaculo era espantoso, con sangre ya seca esparcida sobre dos paredes y media, un sofa y un fragmento grande de alfombra beige, color que ya habia perdido. Oi que un policia de la puerta decia que el hombre estaba detenido. Habia confesado y dijo que no sabia lo que le habia pasado. No consiguio que me sintiera mejor, pero es bonito saber que, de vez en cuando, se hace justicia, y el trabajo aparto a Weiss de mi mente un rato. Siempre es bueno estar ocupado.

Pero no alejo el presentimiento de que el tambien debia pensar eso.

34

Me mantuve ocupado, y Weiss tambien. Con la ayuda de Chutsky descubri que habia tomado un vuelo a Toronto que Salio de La Habana mas o menos cuando nosotros llegamos al aeropuerto de La Habana. Pero lo que hizo despues no pudo descubrirlo ninguna investigacion por Internet. Una vocecilla en mi interior seguia insistiendo esperanzada en que quiza se rendiria y se quedaria en casa, pero a esta vocecita contestaba una rotunda carcajada de casi todas las demas voces de mi interior.

Hice las pequenas cosas que se me ocurrieron: lleve a cabo investigaciones por internet que, desde un punto de vista tecnico, no deberia saber hacer, y logre descubrir cierta actividad de la tarjeta de credito, pero todo

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