almacenadas en su memoria. Ella abrio los ojos-. Ahora no recuerdo el nombre, pero lo que importa es que tiene subyugada a la esposa de Snagsby, el letrado, por lo que es invitado permanente en su mesa, donde no hace mas que verter perogrulladas y hacer preguntas retoricas sobre la virtud y la religion. El pobre Snagsby no desea otra cosa que clavarle una estaca en el corazon, pero su mujer lo tiene tan dominado que ni siquiera se ha dado cuenta de ese deseo.

– ?Y? -pregunto Brunetti, curioso por averiguar por que Paola los habia llevado a todos a cenar con el tal Snagsby, quienquiera que fuese.

– Existe cierto parecido generico entre el y el hombre al que acabamos de escuchar, el hermano Leonardo, si realmente se llama asi -respondio Paola, y Brunetti recordo que ni la signora Sambo ni ninguno de los presentes habia mencionado el nombre del orador en toda la sesion-. Nada de lo que ha dicho es excepcional, son los mismos lugares comunes que puedes leer en los editoriales de Famiglia Cristiana -prosiguio Paola, y Brunetti se pregunto desde cuando leia ella esta revista-. Pero son las cosas que le gusta oir a la gente, desde luego.

– ?Por que? -pregunto Vianello, que miro al camarero senalando las cuatro copas.

– Porque no les obligan a hacer algo -respondio Paola-. Solo tienen que «sentir» el bien, y eso les hace suponerse acreedores al merito de haber hecho algo. -Su voz se impregno de desden al anadir-: Es tan terriblemente americano.

– ?Por que americano? -pregunto Nadia alargando la mano hacia una de las nuevas copas que el camarero habia dejado en el mostrador.

– Porque esa gente piensa que basta con sentir las cosas. Han llegado a creer que es mas importante sentir que hacer, o que viene a ser lo mismo, o, en todo caso, que tan encomiable es lo uno como lo otro. ?Que ha dicho siempre ese fantasma de Presidente que tienen ahora? «Siento vuestro dolor.» Como si eso sirviera de algo. Hasta un cerdo se moriria de asco. -Paola tomo su copa y bebio un buen trago-. Lo unico que necesitas es tener buenos sentimientos -prosiguio-. Porque los sentimientos estan de moda. Y ya puedes presumir de sensibilidad. Asi no tienes que «hacer» nada. Solo exhibir tus preciosos sentimientos y la gente se rompera las manos aplaudiendote y alabandote por tener los mismos sentimientos que tiene cualquier criatura normal.

Brunetti rara vez habia visto a Paola reaccionar con tanta vehemencia.

– Bueno, bueno -dijo en tono apaciguador, tomando un sorbo de prosecco.

Ella volvio la cabeza vivamente con ojos de sorpresa. Pero entonces el la vio recapacitar y tomar otro buen trago antes de decir:

– Debe de haberme afectado el estar expuesta a tanta bondad -dijo-. Esa bondad se me sube a la cabeza y hace aflorar lo peor de mi caracter.

Todos rieron y la conversacion se hizo general.

– A mi me pone nerviosa que la gente no use palabras concretas al hablar -dijo Nadia.

– Por eso nunca escucha a los politicos -dijo Vianello rodeandola con el brazo y atrayendola hacia si.

– ?Es asi como la seduces, Lorenzo? -pregunto Paola-. ?Le lees una lista de palabras cada manana?

Brunetti miro a Vianello, que dijo:

– Yo tampoco soy un gran admirador de los predicadores, y menos de los que procuran que lo que te dicen no suene a sermon.

– Pero el no predicaba, ?verdad? -pregunto Nadia-. En realidad no.

– No -dijo Brunetti-. En absoluto. Pero me parece que no deberiamos olvidar que estaba viendo a cuatro personas desconocidas, y quiza por eso ha decidido mantenerse en un tono suave y general hasta averiguar quienes eramos.

– ?Y soy yo la que pasa por tener una pobre opinion de la naturaleza humana? -pregunto Paola.

– Es solo una posibilidad -dijo Brunetti-. Me han dicho que despues de la charla suele haber una colecta o, por lo menos, la gente le entrega sobres, pero esta noche no ha sido asi.

– Por lo menos, mientras estabamos alli nosotros -dijo Nadia.

– Cierto -reconocio Brunetti.

– ?Que hacemos entonces? -pregunto Paola. Y, mirando a Brunetti, anadio-: Si me pides que vuelva, nuestro matrimonio podria estar en peligro.

– ?Peligro, peligro? -pregunto el.

Brunetti la vio fruncir los labios mientras meditaba la respuesta.

– No tanto, supongo -admitio ella finalmente-. Aunque quiza la idea de volver me hiciera beberme a media tarde el jerez de cocinar.

– Eso ya lo haces -dijo el poniendo fin a la discusion acerca del hermano Leonardo.

CAPITULO 11

Al dia siguiente, Brunetti apenas se habia sentado a su mesa cuando recibio una llamada de la signorina Elettra, recien regresada de Abano, quien le comunico que el vicequestore, tambien de regreso del seminario de Berlin sobre el crimen organizado, deseaba cambiar impresiones con el. La formula «cambiar impresiones» sono de un modo extrano en los oidos de Brunetti. Su tono neutro y mesurado estaba exento de la acida agresividad habitual en Patta pero tampoco sugeria la falsa afabilidad que utilizaba el vicequestore cuando queria pedir un favor.

La curiosidad llevo a Brunetti a la escalera y al despacho de la signorina Elettra. Enseguida noto un cambio, pero tardo un momento en darse cuenta de lo que era: encima de la mesa, donde el se habia acostumbrado a ver la voluminosa consola del ordenador, estaba ahora una delgada pantalla negra. El amplio teclado gris habia sido sustituido por un fino rectangulo negro en el que unas teclas lisas parecian tratar de hacerse invisibles.

La vestimenta elegida por la signorina Elettra en el dia de su reincorporacion armonizaba con el teclado: jersey de lana con dibujo en gris y negro, identico, recordo Brunetti, al que Paola le habia senalado la semana anterior en el escaparate de Loro Piana, y pantalon negro del que asomaban las puntas de unos zapatos salon de charol negro, afiladas como estoques.

– ?Tiene idea de que impresiones desea cambiar? -pregunto Brunetti a modo de saludo.

La signorina Elettra desvio la atencion de la pantalla. Brunetti vio borrarse la sonrisa de sus labios, para dejar paso a una expresion atenta y formal.

– Creo que el vicequestore se interesa por el tema de la «multi-cultural sensitivity», comisario -respondio ella.

– ?Berlin? -pregunto Brunetti.

– Eso deduzco, de las notas que me ha dado para el informe al questore sobre la conferencia.

– ?«Multi-cultural sensitivity»?

– Precisamente.

– ?Tiene eso algun significado en nuestro idioma? -pregunto Brunetti.

Con gesto ausente, ella asio un lapiz por la punta y golpeo con la goma uno de los papeles que tenia encima de la mesa.

– Por las notas que me ha dado, supongo que significa que se dictaran nuevas directrices sobre el comportamiento de los agentes en situaciones en las que intervengan extracomunitari.

– ?Todos los extranjeros en general o solo los extracomunitari? -pregunto Brunetti.

– Ni europeos ni norteamericanos. Creo que la expresion que se utilizaba antes era «tercermundistas» o «pobres».

– Que ha sido sustituida por extracomunitari.

– Exactamente.

– Entiendo -dijo Brunetti, que se preguntaba si el papel que estaba debajo de la goma del lapiz formaba parte del informe de Patta-. ?Esta sensibilidad ha de configurarse de una manera concreta?

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