ciudad salga de su modorra y se incorpore al resto de Europa, ?no cree?

– Indiscutiblemente -respondio Brunetti con la mejor de sus sonrisas, recordando al poeta que habia dicho que era bueno que existiera el puente que unia a Venecia con el continente, o Europa estaria aislada-. ?Y la financiacion sera europea? -pregunto.

– Si -respondio Patta no sin orgullo-. Es uno de los beneficios que me he traido de la conferencia. -Miraba a Brunetti, avido de aprobacion.

Esta vez la sonrisa de Brunetti era autentica, la que produce haber resuelto un problema. Dinero europeo, fondos del Gobierno, un aluvion de dinero de las arcas de una Bruselas generosa y prodigiosamente indiferente, la prodigalidad de los burocratas.

– Muy acertado -dijo Brunetti, admirando la habilidad del vicequestore-. No me cabe duda de que Alvise es la eleccion perfecta.

La sonrisa de Patta se ensancho aun mas.

– No dejare de decir al teniente que usted aplaude su eleccion.

La sonrisa de Brunetti no habria sido mas gentil de ser sincera.

CAPITULO 12

La consternacion de la signorina Elettra al enterarse del nombramiento de Alvise fue total, reaccion que se generalizo cuando, en dias sucesivos, la noticia corrio por la questura. «Alvise, jefe de una unidad operativa», «Alvise, jefe de una unidad operativa»: quienes la oian tenian que repetir la frase, lo mismo que aquel muchacho cuando se entero de que Midas tenia orejas de asno. No obstante, al final de la semana siguiente, aun no se sabia, en concreto, cuales eran las tareas y ni siquiera el caracter de la unidad: el personal contenia la respiracion observando a Alvise pisar con titubeos los primeros peldanos de la escalera del exito.

Con frecuencia, se le veia en compania del teniente Scarpa, y se le oia tutear a su superior, confianza que no se habria tolerado a ninguno de los restantes miembros de la rama uniformada que, por otra parte, tampoco la deseaban. Curiosamente, el de ordinario locuaz Alvise se mostraba reservado acerca de sus nuevas funciones y reacio -quiza por ignorancia- a hablar de la naturaleza y objetivos de la unidad operativa. El y Scarpa pasaban mucho tiempo juntos en el despachito del teniente, revisando papeles, y este ultimo, hablando por el telefonino. Reticencia y discrecion, que nunca fueron conceptos que se asociaran a Alvise, pronto se convirtieron en los rasgos caracteristicos de su comportamiento.

Pero en la questura las novedades pronto dejaban de serlo y, al cabo de varios dias, el personal volvio a desentenderse de Alvise y de sus actividades. Brunetti, sin embargo, estaba intrigado por la cuestion del dinero de Bruselas y sentia curiosidad por averiguar adonde iria a parar. Puesto que el proyecto estaba bajo la supervision de Scarpa, no le cabia la menor duda de que seria el teniente quien decidiera su destino, y solo se preguntaba a quien y a que fin seria asignado.

Daba la impresion de que Berlin habia despertado una inusitada actividad en Patta, de cuyo despacho brotaba un caudaloso torrente de memorandums, recordatorios, notas y sugerencias. Sus peticiones de datos estadisticos sobre el crimen y sus autores generaban olas de informes y, como Patta, hombre de la vieja escuela, no utilizaba el correo electronico, una marea de papeles subia y bajaba la escalera, entrando y saliendo de los despachos de la questura. Hasta que, con la misma brusquedad con que habia llegado, aquella marea de palabras se retiro, las aguas volvieron a su cauce, y Alvise siguio siendo la unica novedad, al frente de su unidad operativa de un solo hombre.

Durante ese tiempo, el propio Brunetti opto tambien por olvidar la peticion de don Antonin. Ni siquiera la noche en que el y Paola cenaron en casa de los padres de ella, que se iban a Palermo, pregunto a la contessa si habia averiguado algo. Tampoco su suegra se refirio a su peticion.

Al dia siguiente a la cena, un lluvioso jueves, Brunetti llegaba a la questura a las ocho y media de la manana cuando vio salir a Vianello, andando deprisa y poniendose la chaqueta.

– ?Que sucede? -pregunto Brunetti.

– No lo se -respondio el inspector, asiendolo del brazo y llevandolo hacia el muelle, donde Foa, el piloto, estaba en la cubierta de una lancha de la policia, soltando el amarre. Al ver a Brunetti, el agente se llevo la mano a la visera, pero hablo a Vianello.

– ?Adonde, Lorenzo?

– Hacia arriba, al palazzo Benzon -respondio Vianello.

El piloto les dio la mano para ayudarles a subir a bordo, se volvio hacia el timon y separo la lancha del muelle. Cuando al llegar al Bacino, viro a la derecha, Brunetti y Vianello ya habian bajado a la cabina, para guarecerse de la lluvia.

– ?Que hay? -pregunto Brunetti, con la voz tensa por el nerviosismo que irradiaba el otro hombre.

– Han visto un cadaver en el agua.

– ?Ahi arriba?

– Si.

– ?Que ha pasado?

– No lo se. Se ha recibido la llamada hace solo unos minutos. Era un pasajero del Uno, desde Sant'Angelo. El hombre estaba en cubierta y, cuando llegaban al palazzo Volpi, vio algo en el agua, cerca de la escalera. Ha dicho que parecia un cadaver.

– ?Y ha llamado aqui?

– No; ha llamado al novecientos once, pero los carabinieri no tenian lancha disponible y nos han llamado a nosotros.

– ?Lo ha visto alguien mas?

Vianello miro por la ventanilla de su lado; la lluvia arreciaba y un viento del norte la lanzaba contra el cristal.

– Ha dicho que el estaba fuera. -No creyo necesario anadir que pocos viajarian fuera con semejante tiempo.

– Ya -dijo Brunetti-. ?Y que se sabe de los carabinieri?

– Han dicho que enviarian una lancha lo antes posible.

De pronto, a Brunetti le parecio que en la cabina le faltaba el aire, y se levanto, abrio la puerta y se quedo en el primer peldano, parcialmente resguardado de la lluvia. Pasaron por delante del palazzo Mocenigo, el imbarcadero de Sant'Angelo y dejaron atras la escalera que bajaba hasta el agua, a la izquierda del palazzo Benzon.

Brunetti penso que seria preferible parar el motor, pero, antes de que pudiera decirlo, Foa ya lo habia hecho, y la lancha siguio avanzando hacia la escalera. El silencio duro apenas unos segundos, hasta que Foa volvio a arrancar el motor dando marcha atras, para frenar la embarcacion, que se paro a pocos metros de la escalera que subia al muelle.

El piloto se acerco al costado de la lancha y se inclino sobre la borda. Al poco rato, levanto un brazo senalando el agua. Brunetti, seguido de cerca por Vianello, salio a la lluvia. Los dos se acercaron a Foa mirando hacia donde senalaba el piloto.

A la izquierda de la escalera, a un metro aproximadamente, flotaba una forma difusa. La lluvia que acribillaba el agua desdibujaba el contorno de lo que tanto podia ser una bolsa de plastico como un periodico. Pero, a poca distancia, flotaba algo mas. Un pie.

Vieron el pie, pequeno, unido a un tobillo.

– Lleveme a la calle Traghetto -dijo Brunetti al piloto-. Dare la vuelta andando.

Sin decir palabra, el piloto retrocedio, salio al canal y detuvo la lancha al pie de la escalera de la calle siguiente. La marea estaba baja, dejando ver los dos escalones de acceso al muelle cubiertos de algas. Brunetti podia elegir entre saltar al muelle, que estaria resbaladizo por la lluvia, o pisar las algas, sosteniendose en el brazo de Vianello. Opto por esto ultimo y, al notar que el pie derecho le resbalaba y golpeaba con la contrahuella del escalon, sintio panico. Su cuerpo se vencio hacia adelante, pero Vianello lo agarro con fuerza salvandolo de caer al agua. Brunetti busco el equilibrio con la mano derecha, que tambien se escurrio y choco con la

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