contrahuella. Sintio la lluvia en la espalda al trepar al muelle. Una vez en tierra, se quedo quieto hasta que se le calmo el temblor de las rodillas.
Brunetti oyo un golpe sordo cuando una ola de traves lanzo la lancha contra el muelle. Se volvio y ayudo a Vianello a subir el primer escalon. El inspector no resbalo, y Brunetti lo sostuvo hasta que estuvo arriba.
Tomaron por la primera bocacalle, giraron a la derecha y enseguida otra vez a la derecha, para volver al muelle. Cuando llegaron, tenian los hombros de las chaquetas empapados. Foa mantenia la lancha a cierta distancia.
Brunetti dio unos pasos junto a la pared del edificio del borde del canal y se inclino a mirar al agua. La masa flotante seguia alli, a su derecha, a un metro del primer escalon. Si se situaba en el, la tendria a su alcance, y Vianello lo sostuvo mientras el se inclinaba hacia adelante.
Brunetti se separo de la pared, con precaucion, metio un pie en el agua y bajo al segundo escalon. El agua le llegaba por las rodillas. Ya estaba a su lado Vianello, agarrandolo de la muneca izquierda. Brunetti se inclino hacia su derecha, alargo el brazo y palpo la parte mas clara de la sombra que estaba en el agua. El delantero derecho de la chaqueta choco contra la superficie del agua, que ya le llegaba por los muslos y estaba helada.
Seda. Tacto de seda. Brunetti enredo los dedos en las hebras y tiro con suavidad. No tuvo que esforzarse para atraerlo. Subio un peldano, aquello se acerco y la seda se esparcio y le envolvio la muneca. Paso una barca cargada de cajas de fruta, rumbo a Rialto. El que iba al timon ni se digno mirar a los dos hombres que estaban en el borde del agua.
Brunetti se volvio hacia Vianello, que entonces lo solto y se metio en el agua, a su lado. Brunetti dio un ligero tiron y aquello se acerco. Veian el pie, a poca distancia de la seda; entonces los alcanzaron las olas de la barca, y el pie describio un arco y, lentamente, se acerco a Vianello.
– Que Dios nos asista -murmuro el inspector. Bajo al peldano inferior, se inclino, rodeo el tobillo con los dedos y tiro con suavidad. Miro a Brunetti. La lluvia le resbalaba por la cara-. Yo lo hare.
Brunetti solto la seda pero permanecio al lado de su amigo, preparado para sujetarlo si resbalaba en las algas. Vianello se inclino hacia adelante y paso los brazos por debajo del cuerpo y lo saco del agua. Un trozo de tela largo que colgaba de las piernas se le pego al pantalon. Con el cuerpo en brazos, el inspector dio un paso atras para subir al muelle. Los dos hombres estaban chorreando.
Fuera del agua, Vianello doblo primero una rodilla, luego la otra, se inclino y deposito el cadaver en el suelo. La falda se desprendio de su pantalon y se deslizo sobre el cuerpo de la chica. Un pie aun estaba calzado con una sandalia de plastico color de rosa, el otro estaba descalzo. Brunetti vio en la piel franjas mas claras donde las tiras lo habian protegido del sol. La chica llevaba una chaqueta de punto abrochada hasta el cuello, aunque ya no necesitaba su calor.
Era pequena, con una aureola de cabello rubio. Brunetti le miro la cara, los pies, las manos y, finalmente, acepto el hecho de que era una nina.
Vianello se puso en pie como un anciano. De pronto, se oyo un estrepito y enseguida volvio el silencio. Alli estaba Foa, con la lancha casi pegada al muelle.
– Llame a Bocchese -grito Brunetti al piloto, notando con extraneza que podia hablar con voz normal-. Que venga un equipo. Y un medico.
Foa agito una mano para indicar que habia entendido y alargo el brazo hacia la radio.
– ?No es preferible que vaya el a buscarlos? -sugirio Vianello-. Aqui no hace nada.
Brunetti dio instrucciones al piloto de regresar y traer al equipo de criminalistica. Ni el ni Vianello pensaron en volver con la lancha.
Cuando la embarcacion se alejo, ellos se apartaron del pequeno cuerpo y se guarecieron en un portal, vigilando la calle, para impedir que la gente se acercara. De vez en cuando, aparecia alguien por la esquina, que iba o venia de
Al cabo de veinte minutos, Vianello empezo a tiritar, pero rechazo la sugerencia de Brunetti de ir a la calle della Mandola a tomar un cafe. Brunetti, irritado por su terquedad, dijo:
– Pues yo si que voy -y se alejo sin mas. La lluvia ya no importaba; el chapoteo de los pies en los zapatos lo acompano hasta que entro en el primer bar que encontro.
El camarero lo miro sin pestanear e hizo un comentario sobre la lluvia, que Brunetti dejo sin respuesta, limitandose a pedirle un
Agradeciendo el paraguas, Brunetti volvio al muelle. Sin decir nada, puso el cafe en la mano de Vianello. El inspector retiro la servilleta que cubria el vaso y bebio el cafe como si fuera medicina, y lo era, en cierto modo. Fue a decir algo, pero se interrumpio al oir un motor que sonaba a su izquierda.
Al cabo de un momento, vieron la lancha de la policia, con Foa al timon y las siluetas de varios hombres en la cabina. Foa llevo la lancha a la calle Traghetto, donde los esperaban Brunetti y Vianello, que no salieron del portal hasta ver al primer tecnico doblar la esquina, cargado con una maleta metalica. Poco despues, salian Bocchese, el jefe del equipo y el
Antes de que Brunetti pudiera preguntar como habia podido llegar tan pronto, el doctor explico:
– Bocchese me ha llamado a casa y se ha ofrecido para recogerme en la Salute. -Pasando junto a Brunetti, se acerco al cuerpo que estaba en el muelle. Rizzardi aflojo el paso al verlo y dijo-: Ninos. Odio esto. -Ninguno de los presentes tuvo dificultad para interpretar sus palabras: todos aborrecian que las victimas fueran ninos.
Hasta ese momento, Brunetti no observo que ninguno de ellos llevaba paraguas, y advirtio que habia dejado de llover. Probablemente, habia subido la temperatura, pero el no lo notaba, con la ropa mojada pegada al cuerpo. Miro a Vianello, que ya no tiritaba.
Cuando se acercaban al cadaver, Brunetti dijo:
– Vianello la ha sacado. Estaba ahi delante, pero quiza no ha caido desde aqui. -Si la nina habia entrado en el agua desde alli, las pisadas de ellos dos en los escalones habrian borrado las senales de lo que pudiera haber ocurrido.
Bocchese, Rizzardi y el primer tecnico se arrodillaron alrededor del cuerpo, y Brunetti, por una perversa asociacion de ideas, penso en los cuadros de la Adoracion de los Reyes, con los Magos de Oriente arrodillados alrededor de otra criatura. Ahuyento el pensamiento y se acerco al grupo.
– ?Diez anos? -pregunto Rizzardi a nadie en particular mirando la cara de la nina. Brunetti trato de recordar el aspecto de Chiara a los diez anos, lo pequena que era, pero el recuerdo no llegaba.
La nina tenia los ojos cerrados, pero no parecia dormir. Brunetti se preguntaba de donde habria salido el mito de que los muertos aparentan estar dormidos. Los muertos parecen muertos: tienen una inmovilidad que los vivos no pueden imitar. Los malos pintores, las novelas sentimentales, una comprensible ilusion pueden dar esa impresion, pero los muertos parecen lo que son.
Rizzardi tomo una mano de la nina y busco el pulso, una formalidad absurda que a Brunetti le parecio conmovedora. El medico dejo la mano en el suelo y miro el reloj. Levanto un parpado y Brunetti capto un destello verde o azul, pero el doctor lo cerro enseguida. Con las dos manos, le abrio la boca y examino el interior, luego le oprimio el pecho con una mano, pero no salio agua, suponiendo que fuera eso lo que el esperaba.
Rizzardi levanto la falda hasta encima de la rodilla. La tela habia quedado aprisionada debajo del cuerpo, y la dejo como estaba. Subio los punos del jersey, pero no habia marcas en las munecas. Volvio a tomar la mano y esta vez le dio la vuelta y examino la palma. La piel estaba aspera, aranada, como si se hubiera agarrado a una superficie abrasiva. Senales parecidas tenia la otra palma. Rizzardi se inclino mas para examinar las unas y volvio a dejar las manos en el suelo.
En silencio, Bocchese entrego dos bolsas de plastico transparente al doctor, que cubrio con ellas las manos de la nina y las ato.
– ?Alguien ha denunciado la desaparicion de una nina? -pregunto Rizzardi.
– Hasta ayer, nadie, que yo sepa -respondio Brunetti. Miro a Vianello y este movio la cabeza negativamente.
– Podria ser hija de turistas -dijo Rizzardi-. Nordicos. Pelo rubio y ojos claros.