– Confiemos en que asi sea -dijo Vianello, que tenia mas experiencia de los
– Estoy seguro de que lo hara -protesto Pucetti-. Lo ha impresionado que fuera una nina. Eso los ha impresionado a todos.
Los tres hombres se miraron en silencio.
– ?Piensas hablar con el hijo? -pregunto Vianello, recordando a Brunetti que aun habia que interrogar al joven, para confirmar la explicacion de su madre.
– Ella no se arriesgaria a mentir -dijo Brunetti, sin comprender por que tenia esa certeza, pero la tenia.
– Comisario -empezo Pucetti titubeando-, ?me permite una pregunta? -Ante el asentimiento de su superior, el joven agente prosiguio-: Parece, por lo menos, por lo que le he oido decir, que usted cree que la Vivarini es culpable de algo, o que trata de ocultar algo.
Brunetti reprimio el impulso de dar a Pucetti una palmada en el hombro. Tampoco le sonrio.
– La
– ?Quiere decir que sospecha que ella pudiera ser culpable de eso? -pregunto Pucetti, que no pudo impedir que el asombro le hiciera poner el acento en la ultima palabra.
– No -respondio Brunetti-. Pero no ha preguntado por la nina, ni siquiera cuando le dije que habiamos encontrado los objetos en poder de una persona a la que estabamos investigando. Por eso sospecho.
La primera expresion que Brunetti vio asomar a la cara de Pucetti era de discrepancia, y lo sorprendio que eso lo irritara. Pero entonces el joven meneo la cabeza, se miro los pies unos momentos y, cuando levanto la cabeza, ya sonreia.
– Ella debia haber preguntado, ?verdad?
Brunetti miro a Vianello y se alegro al ver que tambien el sonreia.
El inspector dijo a Pucetti:
– Una nina se ahoga delante de tu casa y luego se presenta la policia preguntando por unos objetos que han desaparecido. Me parece que, si tienes a los polis en casa durante media hora, te sobra tiempo para que empieces a atar cabos. A fin de cuentas, no todos los dias se ahoga alguien en esta ciudad.
– ?Y que relacion puede haber? -pregunto Pucetti.
Brunetti alzo las cejas y torcio el menton en una expresion que sugeria una infinidad de posibilidades.
– Pudo ser simple coincidencia. Nosotros tenemos ventaja porque sabemos que la nina tenia el anillo y el reloj y, por consiguiente, que estuvo en la casa. La
– ?Manda algo mas, comisario?
– Eso es todo por el momento -respondio Brunetti.
CAPITULO 18
El dia en que Pucetti distribuyo las fotos de la nina gitana, Brunetti estaba sentado a su mesa y deliberadamente habia apartado a un lado la carpeta que contenia las fotos restantes, como si ello pudiera ayudarle a apartarlas tambien de su pensamiento. Casi se alegro cuando oyo que llamaban a la puerta.
– Avanti -grito.
Entro la
– ?Tiene un momento, comisario?
– Por supuesto -dijo el senalando una silla.
Ella cerro la puerta, cruzo el despacho, se sento y puso una pierna encima de la otra. No traia papeles en la mano, pero su postura daba a entender que pensaba quedarse un rato.
– ?Si,
– Tal como me pidio,
– ?Cual de ellos?
– Ah, solo uno es sacerdote, el padre Antonin -respondio ella, anadiendo, sin darle tiempo a preguntar-: El otro, Leonardo Mutti, no pertenece a ninguna orden religiosa; por lo menos, a ninguna que este aprobada por el Vaticano.
– ?Puede decirme como lo ha averiguado?
– Fue facil encontrar la fecha y lugar de nacimiento: como es residente en Venecia, no tuve mas que mirar los archivos municipales. -Un minimo movimiento de su mano derecha indico la suma facilidad de la pesquisa-. Y luego lo unico que tuvo que hacer mi amigo es introducir su nombre y fecha de nacimiento en los archivos del Vaticano. -Aqui hizo un inciso para comentar-: Son una maravilla. Alli esta todo.
Brunetti asintio.
– Leonardo Mutti no aparece ni como sacerdote secular ni como miembro de una orden reconocida.
– ?Reconocida?
– Dice mi amigo que tienen archivos de todas las ordenes reconocidas, es decir, las que controlan, ademas de algunos grupos marginales, como el de esos chalados de Lefevre y gente por el estilo, pero el nombre de Mutti tampoco sale en ninguno.
– ?Ha entrado usted en esos archivos? -pregunto Brunetti, mas por cortesia que porque tuviera una idea de lo que ello podia representar.
– Ah, no -dijo ella, levantando una mano para rechazar semejante idea-. Son muy buenos para mi. Una maravilla, como le decia: es casi imposible acceder al sistema. Solo con autorizacion.
– Comprendo -dijo el, como si asi fuera-. ?Y Antonin? ?Que ha encontrado su amigo acerca de Antonin?
– Que hace cuatro anos fue apartado de su parroquia en Africa y enviado a un pueblo de Abruzzo, pero por lo visto, se movieron hilos y ha acabado aqui, de capellan del hospital.
– ?Que hilos?
– No lo se, ni mi amigo ha podido descubrirlo. Pero Antonin estuvo en lo que podriamos llamar un exilio interior durante cosa de un ano antes de ser trasladado a Venecia. -Como Brunetti guardara silencio, ella dijo-: Normalmente, cuando vuelven, digamos, en circunstancias poco claras, suelen quedarse en su destino mucho mas tiempo, incluso hasta la jubilacion.
– ?Por que fue trasladado? -pregunto Brunetti.
– Se le acuso de fraude -dijo ella, y anadio-: Perdone, debi de empezar por ahi.
– ?Que clase de fraude?
– Lo corriente en Africa y misiones del Tercer Mundo en general: escribes cartas a tu pais explicando las muchas necesidades que tienen, lo poco de que disponen y lo pobre que es alli la gente. -Esto recordo a Brunetti las cartas que Antonin enviaba a Sergio-. Pero la mision del padre Antonin se habia adaptado a los nuevos tiempos -prosiguio ella con un deje de admiracion en la voz-. Colgo una pagina web con fotos de su parroquia de la selva y de sus alegres feligreses acudiendo a misa. Y de la nueva escuela construida con las donaciones. -Ladeo la cabeza al preguntar-:
– ?Que rescatara a ninos?
– Echando el dinero de la paga en la hucha de carton, que se enviaba a las misiones para rescatar a un nino pagano y salvarlo para Jesus.
– Creo que en mi colegio tenian esas huchas, pero mi padre no me dejaba dar dinero.
– Nosotros tambien las teniamos -dijo ella, sin especificar si habia contribuido o no a salvar almas paganas para Jesus. Pero era evidente que se callaba algo mas, el no sabia que era, pero estaba seguro de que pronto le