– Confiemos en que asi sea -dijo Vianello, que tenia mas experiencia de los carabinieri y sus habitos.

– Estoy seguro de que lo hara -protesto Pucetti-. Lo ha impresionado que fuera una nina. Eso los ha impresionado a todos.

Los tres hombres se miraron en silencio.

– ?Piensas hablar con el hijo? -pregunto Vianello, recordando a Brunetti que aun habia que interrogar al joven, para confirmar la explicacion de su madre.

– Ella no se arriesgaria a mentir -dijo Brunetti, sin comprender por que tenia esa certeza, pero la tenia.

– Comisario -empezo Pucetti titubeando-, ?me permite una pregunta? -Ante el asentimiento de su superior, el joven agente prosiguio-: Parece, por lo menos, por lo que le he oido decir, que usted cree que la Vivarini es culpable de algo, o que trata de ocultar algo.

Brunetti reprimio el impulso de dar a Pucetti una palmada en el hombro. Tampoco le sonrio.

– La signora Vivarini ha dicho que no habia echado de menos nada. Una alianza, un reloj de bolsillo, unos gemelos y otra sortija. -Pucetti escuchaba atentamente, motando en la memoria todo lo que decia Brunetti-. Se ha sorprendido al ver a la policia, me parece que sinceramente. -Pucetti asintio, sumando la informacion-. Como se sorprenderia cualquiera -agrego Brunetti, y Pucetti asintio otra vez. El comisario penso en pedir al agente una opinion, pero se abstuvo y prosiguio-: En ningun momento, y estuvimos en su casa media hora por lo menos, pregunto por la nina que fue sacada del agua cerca de alli.

– ?Quiere decir que sospecha que ella pudiera ser culpable de eso? -pregunto Pucetti, que no pudo impedir que el asombro le hiciera poner el acento en la ultima palabra.

– No -respondio Brunetti-. Pero no ha preguntado por la nina, ni siquiera cuando le dije que habiamos encontrado los objetos en poder de una persona a la que estabamos investigando. Por eso sospecho.

La primera expresion que Brunetti vio asomar a la cara de Pucetti era de discrepancia, y lo sorprendio que eso lo irritara. Pero entonces el joven meneo la cabeza, se miro los pies unos momentos y, cuando levanto la cabeza, ya sonreia.

– Ella debia haber preguntado, ?verdad?

Brunetti miro a Vianello y se alegro al ver que tambien el sonreia.

El inspector dijo a Pucetti:

– Una nina se ahoga delante de tu casa y luego se presenta la policia preguntando por unos objetos que han desaparecido. Me parece que, si tienes a los polis en casa durante media hora, te sobra tiempo para que empieces a atar cabos. A fin de cuentas, no todos los dias se ahoga alguien en esta ciudad.

– ?Y que relacion puede haber? -pregunto Pucetti.

Brunetti alzo las cejas y torcio el menton en una expresion que sugeria una infinidad de posibilidades.

– Pudo ser simple coincidencia. Nosotros tenemos ventaja porque sabemos que la nina tenia el anillo y el reloj y, por consiguiente, que estuvo en la casa. La signora Vivarini no tiene por que saber que la nina estuvo alli, por lo que puede no establecer la relacion. De todos modos, no deja de ser extrano que no preguntara por ella.

– ?Manda algo mas, comisario?

– Eso es todo por el momento -respondio Brunetti.

CAPITULO 18

El dia en que Pucetti distribuyo las fotos de la nina gitana, Brunetti estaba sentado a su mesa y deliberadamente habia apartado a un lado la carpeta que contenia las fotos restantes, como si ello pudiera ayudarle a apartarlas tambien de su pensamiento. Casi se alegro cuando oyo que llamaban a la puerta.

– Avanti -grito.

Entro la signorina Elettra diciendo:

– ?Tiene un momento, comisario?

– Por supuesto -dijo el senalando una silla.

Ella cerro la puerta, cruzo el despacho, se sento y puso una pierna encima de la otra. No traia papeles en la mano, pero su postura daba a entender que pensaba quedarse un rato.

– ?Si, signorina? -pregunto Brunetti con sonrisa pronta.

– Tal como me pidio, dottore, he hecho averiguaciones acerca de ese sacerdote.

– ?Cual de ellos?

– Ah, solo uno es sacerdote, el padre Antonin -respondio ella, anadiendo, sin darle tiempo a preguntar-: El otro, Leonardo Mutti, no pertenece a ninguna orden religiosa; por lo menos, a ninguna que este aprobada por el Vaticano.

– ?Puede decirme como lo ha averiguado?

– Fue facil encontrar la fecha y lugar de nacimiento: como es residente en Venecia, no tuve mas que mirar los archivos municipales. -Un minimo movimiento de su mano derecha indico la suma facilidad de la pesquisa-. Y luego lo unico que tuvo que hacer mi amigo es introducir su nombre y fecha de nacimiento en los archivos del Vaticano. -Aqui hizo un inciso para comentar-: Son una maravilla. Alli esta todo.

Brunetti asintio.

– Leonardo Mutti no aparece ni como sacerdote secular ni como miembro de una orden reconocida.

– ?Reconocida?

– Dice mi amigo que tienen archivos de todas las ordenes reconocidas, es decir, las que controlan, ademas de algunos grupos marginales, como el de esos chalados de Lefevre y gente por el estilo, pero el nombre de Mutti tampoco sale en ninguno.

– ?Ha entrado usted en esos archivos? -pregunto Brunetti, mas por cortesia que porque tuviera una idea de lo que ello podia representar.

– Ah, no -dijo ella, levantando una mano para rechazar semejante idea-. Son muy buenos para mi. Una maravilla, como le decia: es casi imposible acceder al sistema. Solo con autorizacion.

– Comprendo -dijo el, como si asi fuera-. ?Y Antonin? ?Que ha encontrado su amigo acerca de Antonin?

– Que hace cuatro anos fue apartado de su parroquia en Africa y enviado a un pueblo de Abruzzo, pero por lo visto, se movieron hilos y ha acabado aqui, de capellan del hospital.

– ?Que hilos?

– No lo se, ni mi amigo ha podido descubrirlo. Pero Antonin estuvo en lo que podriamos llamar un exilio interior durante cosa de un ano antes de ser trasladado a Venecia. -Como Brunetti guardara silencio, ella dijo-: Normalmente, cuando vuelven, digamos, en circunstancias poco claras, suelen quedarse en su destino mucho mas tiempo, incluso hasta la jubilacion.

– ?Por que fue trasladado? -pregunto Brunetti.

– Se le acuso de fraude -dijo ella, y anadio-: Perdone, debi de empezar por ahi.

– ?Que clase de fraude?

– Lo corriente en Africa y misiones del Tercer Mundo en general: escribes cartas a tu pais explicando las muchas necesidades que tienen, lo poco de que disponen y lo pobre que es alli la gente. -Esto recordo a Brunetti las cartas que Antonin enviaba a Sergio-. Pero la mision del padre Antonin se habia adaptado a los nuevos tiempos -prosiguio ella con un deje de admiracion en la voz-. Colgo una pagina web con fotos de su parroquia de la selva y de sus alegres feligreses acudiendo a misa. Y de la nueva escuela construida con las donaciones. -Ladeo la cabeza al preguntar-: Signore, ?cuando iba al colegio no le pedian que rescatara a ninos?

– ?Que rescatara a ninos?

– Echando el dinero de la paga en la hucha de carton, que se enviaba a las misiones para rescatar a un nino pagano y salvarlo para Jesus.

– Creo que en mi colegio tenian esas huchas, pero mi padre no me dejaba dar dinero.

– Nosotros tambien las teniamos -dijo ella, sin especificar si habia contribuido o no a salvar almas paganas para Jesus. Pero era evidente que se callaba algo mas, el no sabia que era, pero estaba seguro de que pronto le

Вы читаете La chica de sus suenos
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату