El decidio cambiar de conversacion.

– ?Por que la veo diferente, signorina?

Ella no pudo disimular que la sorprendia la pregunta.

– ?Lo ha notado?

– Desde luego -respondio el, intrigado todavia.

Ella se levanto. Con un elegante movimiento, extendio los brazos hacia los lados, los levanto arqueandolos sobre la cabeza e inclino el cuerpo hacia el al tiempo que extendia el brazo derecho en la misma direccion.

– He empezado a tomar lecciones -dijo, dejandole con la duda. ?Yoga? ?Karate? ?Ballet?

Debia de resultar evidente su confusion, porque ella se rio y entonces doblo las rodillas, se volvio de lado con la mano derecha cerrada en torno a un algo invisible que agitaba en direccion a el.

– ?Esgrima?

Si puede llamarse ataque a un movimiento tan elegante, ella ataco dando dos pequenos pasos hacia el, hasta tropezar con el canto de la mesa.

Entonces se abrio de pronto la puerta del despacho de Patta y aparecio el vicequestore con una carpeta en la mano derecha y la mirada en el papel que sostenia con la izquierda, estampa de jefe atareado. Cuando levanto la mirada, el florete de la signorina Elettra habia desaparecido y la joven se volvia hacia su jefe.

– Ahora iba a entrar a decirle que el comisario Brunetti esta aqui para darle su informe, vicequestore.

– Ah, si -dijo Patta, lanzando a Brunetti la mirada de agobio del que solo puede hacer un breve inciso en las tareas del cargo, lo justo para atenderle-. Esta bien, Brunetti -agrego finalmente-. Pase y cuenteme.

Patta puso la carpeta en la mesa de la signorina Elettra, conservando la hoja de papel en la mano y volvio a su despacho, dejando abierta la puerta, invitacion para que Brunetti lo siguiera.

Brunetti trataba de adivinar cuanto tiempo le concederia Patta. Generalmente, si el vicequestore volvia a la mesa, ello queria decir que estaba dispuesto a escuchar mas de un minuto o dos y deseaba estar comodo. Si se quedaba de pie junto a la ventana, era senal de que tenia prisa, y mas valia abreviar.

Hoy Patta se acerco a la mesa, dejo el papel, miro a Brunetti y puso la hoja de cara abajo. Luego dio media vuelta y se quedo apoyado en la mesa, con una mano a cada lado. Esto situaba a Brunetti en una especie de limbo tactico: por un lado, no podia sentarse estando de pie su superior, y la posibilidad de que Patta pudiera deambular hacia otro punto del despacho, le hacia dudar de donde debia ponerse.

El comisario dio unos pasos hacia Patta; este hoy vestia un traje gris pizarra de corte depurado, que lo hacia mas alto y mas esbelto. Brunetti se fijo en una pequena insignia de oro -?una especie de cruz?- que llevaba en la solapa.

Sustrayendose a la distraccion, Brunetti dijo:

– He ido a Dolo, como usted me pidio, vicequestore.

Patta asintio, indicio de que hoy representaba el papel de celoso guardian de la seguridad publica.

– Iban conmigo un maresciallo de carabinieri y una funcionaria de los servicios sociales que atiende a los romanies.

Patta volvio a mover la cabeza de arriba abajo, ya fuera para indicar que seguia el relato, ya en senal de aprobacion del gentilicio empleado por Brunetti.

– Al principio, el que parecia el jefe trato de impedirnos hablar con los padres, pero cuando le hicimos comprender que teniamos intencion de quedarnos alli hasta conseguirlo, llamo al padre y yo le di la noticia. - Silencio de Patta-. El ha preguntado como podiamos estar seguros de su identidad, y le he dado las fotos. El las ha ensenado a la madre. Ella estaba… -Brunetti no sabia como describir a Patta el dolor de la madre-. Estaba desesperada. -No sabia que podia anadir. Esos eran los hechos.

– Lo siento -dijo Patta, para sorpresa de Brunetti.

– ?Como dice, senor?

– Lo siento por la mujer -dijo Patta, muy serio-. Nadie deberia perder a un hijo. -Entonces, con un brusco cambio de tono, pregunto-: ?Y la otra mujer?

– ?La de los servicios sociales, senor?

– No. La que usted fue a ver a su casa. Acerca de las joyas.

– La nina tuvo que haber estado en esa casa -respondio Brunetti. Al ver que Patta iba a decir algo, anadio-: Si no, ?como se explica que tuviera el anillo y el reloj? -Nada mas decirlo, Brunetti advirtio que daba la impresion de estar muy interesado en el caso, y anadio con indiferencia-: De otro modo, ?como iba a tenerlos?

– Pero es no significa gran cosa, ?verdad? -pegunto Patta-. Quiero decir que eso no es motivo para suponer que le ocurriera algo mientras estaba alli, salvo tropezar y caer. Mucha gente se cae del tejado.

Brunetti sabia de un solo caso, en los diez ultimos anos, pero se guardo de hacer la observacion. Quiza los tejados eran mas peligrosos en Palermo, la ciudad natal de Patta. Como la mayoria de las cosas.

– Suelen trabajar en grupo -observo Brunetti.

– Ya se, ya se -respondio Patta, agitando una mano, como si Brunetti fuera una mosca impertinente-. Pero eso tampoco significa nada.

Como si fuera realmente una mosca, el radar de Brunetti empezo a captar en el despacho otro extrano zumbido, una emanacion que partia de Patta, de sus ojos, del tono de su voz o de la forma en que los dedos de su mano derecha se movian a veces hacia aquel papel, para retroceder rapidamente hacia su costado.

Brunetti asumio un aire pensativo.

– Sin duda tiene razon, senor -dijo al fin, procurando imprimir en su aquiescencia un tono de decepcion-. Pero podria ser util hablar con ellos.

– ?Con quienes?

– Con los otros ninos.

– Descartado -dijo Patta con voz desmesurada. Y entonces, como si compartiera la sorpresa de Brunetti ante semejante desenfreno vocal, prosiguio, con mas suavidad-: Es decir, seria muy complicado: necesitaria una orden de un juez del tribunal de menores y deberia acompanarle alguien de los servicios sociales. Ademas, necesitaria un interprete. -Hablaba como dando el asunto por terminado, pero, despues de una pausa, anadio cautamente-: Por otra parte, en primer lugar, no podria estar seguro de que fueran sus verdaderos hermanos. -Meneo la cabeza contemplando la imposibilidad de que Brunetti pudiera salvar tantos obstaculos.

– Comprendo lo que quiere decir, senor -dijo Brunetti encogiendose de hombros con resignacion, bajando la voz y venciendo la tentacion de caer en la ironia o el sarcasmo. Porque comprendia realmente lo que queria decir Patta: en este asunto estaba involucrada la prospera clase media, y Patta habia decidido que era preferible no investigar lo que pudiera haber ocurrido en aquel tejado.

Y Brunetti, como el caracol cuya antena tropieza con algo duro, opto por esconderse en la concha.

– No habia pensado en todas esas cosas -admitio a reganadientes. Espero unos segundos, por si Patta decidia clavar otro clavo en el ataud y, en vista de que no era asi, lo hizo el-: Ademas, tampoco podriamos hacer que esos ninos testificaran, ?verdad?

– Desde luego que no -convino Patta. Se aparto de la mesa y dio la vuelta hacia su sillon-. Vea si se puede hacer algo por la madre -dijo Patta, para gran satisfaccion de Brunetti, ya que, para interesarse por lo que pudiera hacerse, tendria que ir a hablar con ella, ?no?

– Ahora le dejo trabajar, senor -dijo Brunetti.

Patta estaba ya muy ocupado para contestar, y Brunetti lo dejo entregado a su quehacer.

La signorina Elettra levanto la cabeza cuando el salio del despacho de Patta.

– El vicequestore piensa que de nada serviria seguir con esto -dijo Brunetti, cuidando de dejar la puerta abierta.

Ella, mirando la puerta, le dio pie:

– ?Y usted piensa lo mismo, comisario?

– Si, creo que si. La pobre criatura cayo del tejado y se ahogo. -Entonces recordo que no se habian tomado disposiciones respecto al cadaver. Ahora que Patta habia dado por cerrada la investigacion, habria que entregarlo a la familia, aunque en caso de muerte por accidente Brunetti ignoraba a quien correspondia hacerlo-. ?Seria tan amable de llamar al dottor Rizzardi y preguntarle cuando podra entregarse el cuerpo? - Durante un momento, Brunetti penso en acompanarlo el, pero no se sintio con animo-. Una mujer de los servicios

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