– No seran todos asi, ?verdad? -pregunto Chiara a su padre, asintiendo en respuesta al ofrecimiento de su madre.

– No -respondio Brunetti, asumiendo su papel de autoridad en materia policial-. Tu madre exagera, una vez mas.

– Dicen los profesores que la policia y el Gobierno luchan contra la Mafia -dijo Chiara con una entonacion que sono a Brunetti a leccion aprendida de memoria.

– ?Y cuanto hace que luchan? -dijo Paola con una voz enganosamente serena-. Preguntaselo al profesor la proxima vez que diga semejante estupidez -concluyo, procurando, como siempre, fomentar la confianza de sus hijos en el profesorado y tambien en el Gobierno. Brunetti fue a protestar, pero ella no le dio tiempo-: ?Que otra guerra hay en Europa que dure desde hace mas de sesenta anos? La tenemos ahi desde que termino la autentica, cuando los norteamericanos nos trajeron de vuelta a la Mafia, para ayudar a combatir -aqui su voz adquirio el tono melifluo que utilizaba al mencionar las obras de misericordia que mas la repugnaban- el comunismo internacional. Asi, en lugar del riesgo de que los comunistas pudieran entrar en el Gobierno despues de la guerra, tuvimos a la Mafia, y seguiremos teniendola colgada del cuello para siempre.

En su condicion de miembro de las fuerzas del orden, Brunetti debia refutar esta afirmacion y sostener que, bajo el energico liderazgo del Gobierno actual, la policia y otros organos del Estado avanzaban a grandes pasos en su lucha contra la Mafia. Pero solo pregunto que habia de postre.

CAPITULO 24

Durante los dos dias siguientes, Brunetti estuvo muy atareado redactando un informe sobre las tendencias de la delincuencia en el Veneto, cuyos datos utilizaria Patta en una conferencia que debia pronunciar en Roma dentro de dos meses. En lugar de endosar el trabajo de documentacion a la signorina Elettra o a los hombres del departamento, Brunetti decidio hacerlo personalmente, y pasaba varias horas al dia examinando archivos de la policia de todo el Veneto y cotejandolos con las cifras disponibles de otras provincias y paises.

Repasando las estadisticas, tropezaba a menudo con estas cuatro palabras: zingaros, romanies, sinti, nomadas, grupos a los que pertenecian la mayoria de las personas arrestadas por determinados delitos. Robo, hurto, escalo: una y otra vez, los arrestados eran nomadas. A pesar de que no se hacia informe de los arrestos de menores, no era necesario ser un experto en los arcanos de la policia para leer entre lineas de las frecuentes justificaciones dadas para el uso de vehiculos policiales en viajes al continente: «devolver menor a sus tutores», «acompanar menores a sus padres». Brunetti leyo un informe que aludia a un joven multirreincidente, que afirmaba tener solo trece anos, para evitar ser arrestado. A falta de documentos que acreditaran su edad, el juez ordeno que se le hicieran radiografias de todo el cuerpo, a fin de determinar su edad por el estado de los huesos.

Durante siglos, los nomadas habian conseguido mantenerse al margen de la sociedad, cualquiera que fuera el pais en el que vivian. Siempre se habian ganado la vida haciendo de tratantes y adiestradores de caballos, hojalateros y hasta montadores de gemas, oficios que actualmente habian pasado a la historia. Pero ellos seguian viviendo de lo que llamaban gadje, porque, a sus ojos, el robo no era una actividad muy distinta del comercio. Durante la ultima guerra, su alienacion les costo cara, y fueron asesinados en masa.

A medida que Brunetti recogia estadisticas de otras regiones, se iba definiendo un perfil. Escalo, robo, hurto: en estos casos, los miembros de los grupos nomadas eran arrestados en un numero y con una frecuencia desproporcionados. Pero tambien habia casos que denotaban la existencia de redes de prostitucion -en Roma, se habia dado uno especialmente abyecto-, en las que miembros de los clanes alquilaban menores a pederastas. Brunetti recordo el informe de la autopsia de la nina.

Por mas que trataba de examinar la estadistica del crimen objetivamente y en lineas generales, aquel caso concreto seguia inquietandolo, y la cara de la pequena Ariana, tanto en carne y hueso como en las fotos que habia dejado en el peldano de la caravana, se le presentaba de improviso, sobre todo, en suenos. Sustrayendose al insistente recuerdo, Brunetti se concentro en la tarea de tabular comparaciones del numero de delitos, pero, al llegar al apartado de robo de vehiculos, para el que no supo hallar un equivalente en Venecia, decidio abandonar la tarea por el momento.

«Vea si se puede hacer algo por la madre», le habia dicho Patta. Brunetti no sabia que se puede hacer por la madre de una nina de once anos que ha muerto ahogada, y suponia que el vicequestore tampoco tendria ni idea. Pero Patta habia dado la orden, y Brunetti la cumpliria.

El coche que lo llevaba esta vez pertenecia a la Squadra Mobile, pero tambien el conductor reconocio el nombre del campamento cuando Brunetti le dijo adonde queria ir.

– Seria mas practico poner una linea de autobuses, comisario -dijo el hombre, en el dialecto que habia oido hablar a Brunetti. Aparentaba cuarenta y tantos anos, tenia la tez clara y el gesto franco y relajado.

– ?Y eso? -pregunto Brunetti.

– Vamos tan a menudo que somos como un servicio de taxis para sus crios.

– ?Tanto van? -pregunto Brunetti observando que hoy los arboles estaban mas cargados de flor y el verde era mas intenso, mas seguro de si-. Mala cosa parece.

– No es asunto mio decir si esta bien o mal, senor. Pero, con el tiempo, se te hace extrano.

– ?Por que?

– Es como si para ellos la ley fuera diferente que para los demas. -Aventuro una mirada de soslayo y, al ver que el comisario escuchaba con interes, prosiguio-: Yo tengo dos hijos, de seis y nueve anos. ?Imagina lo que ocurriria si me negara a dejarles ir a la escuela y si me los trajeran a casa por haberlos pillado robando? ?Y eso seis veces? ?Diez?

– ?Que seria diferente? -pregunto Brunetti, aunque se hacia una idea bastante aproximada.

– Para empezar, yo los aviaria bien -dijo el conductor con una sonrisa que indicaba que por «aviarlos» el entendia una bronca y un mes sin television-. Y luego me quedaria sin trabajo. Eso, seguro. O se me haria tan dificil seguir que tendria que dejarlo.

A Brunetti le parecio que el hombre exageraba, pero entonces recordo casos en los que el arresto del hijo de un policia habia perjudicado gravemente la carrera del padre.

– ?Y que se puede hacer?

– Pues, supongo que, si no los mandan a la escuela, los servicios sociales podrian quitarselos o, quiza, enviarlos a una casa de acogida, no se…

– ?Y cree que eso seria justo? -pregunto Brunetti.

El conductor cambio de carril con suavidad y estuvo un rato sin hablar, atento al trafico.

– Vera, por lo que a mi y a mi familia respecta, creo que eso seria demasiado. En serio. Buscaria la manera de impedirlo. -Se quedo pensativo y dijo-: Si, bien mirado, quiza a esa gente tampoco le gustara que les quitaran a sus hijos. -Otro silencio y entonces-: Sera que no todos debemos de querer a nuestros hijos del mismo modo, ?eh?

– Supongo que no.

– ?Y los chicos? ?Que saben ellos de las cosas?

– ?A que se refiere? -dijo Brunetti.

– Lo que tienen es lo normal, ?no? Quiero decir, normal para ellos. Lo unico que los chicos saben de la familia es lo que ven a su alrededor. Eso es lo normal. Normal para ellos. -Dio a Brunetti tiempo de pensar y anadio-: Cuando los acompano, se nota que los chicos quieren a su familia.

– ?Y los padres?

– Tambien quieren a sus hijos. Por lo menos, las madres. Eso se nota.

– ?A pesar de que se los lleva la policia? -pregunto Brunetti.

El conductor se rio, como si le sorprendiera la pregunta.

– Eso a ellos no les importa, senor. Estan contentos y los chicos tambien. -Lanzo una mirada a Brunetti por el espejo-. La familia siempre es la familia, ?verdad, senor?

– Supongo que si -dijo Brunetti-. De todos modos, si la policia le llevara a casa a sus hijos…

– Para empezar, eso no podria ocurrir. Mis hijos estan en el colegio y, si no estuvieran, nosotros lo sabriamos. -Cambiando de tema bruscamente, el conductor dijo-: Yo no tengo estudios, senor, y aqui me tiene,

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