Estaba donde supe que estaria. De guardia desganada frente a la casa de Noelia. Y llevaba otra vez el traje de color helado de limon y chocolate a medio derretir. Planchado y limpio. «?Y si me busco yo tambien una viuda?», pense. «Todo a su tiempo.» Se alegro de verme pero tardo en entender.

– El Muerto ha muerto -dije.

– ?Usted lo…?

– Digamos que lo hice a medias con un viejo enemigo y un amigo grunon.

Se encogio de hombros, aliviado.

– Era un mal bicho, pero peligroso. No entiendo como usted…, sin ofender…

– Yo tampoco, Serrano, yo tampoco. -Busque en la mochila y se sobresalto cuando me vio sacar la caja de puros. La abri y saque dos. Nos sentamos a fumarlos en el mismo portal en el que supe de la pena pegajosa de Mar Lopez, del desesperado amor-odio de Manolo por Lidia. Pero era de dia, la manana avanzaba y yo seguia vivo. Serrano miraba la caja de puros, pero no dijo nada-. ?Por que le dijo que las dos cajas eran de tabaco? - pregunte.

Miro hacia otro lado, mentia fatal.

– ?Yo dije eso? Me habre confundido. Uno se hace mayor y con tanto golpe en el ring, la vista a veces falla.

– No me creo nada, pero no importa. Gracias, Serrano. No pude usar la pistola, pero gracias.

Me estudiaba.

– Bonita camisa, tengo una igual. Un poco grande pero le sienta bien el color.

– Es que con la compania uno va mejorando el gusto -conteste-. ?Y ahora que, Serrano? Quedamos los dos…

Aspiro el humo del puro con deleite.

– Yo abandono, Nicolas. Nunca supe bien que buscaba El Muerto, pero me prometio no matar a nadie y ya he visto demasiados muertos en una semana.

– Cuentemelo a mi -pensaba en los que el desconocia, en Philip, en Lidia, en Manolo.

– Ademas -dijo sacudiendo la ceniza del puro con cuidado para no manchar el traje-, no me voy a meter en pleitos con un tipo capaz de matar a El Muerto… Creo que esto es suyo.

Del bolsillo saco un manojo de billetes: los dolares que me habia dejado Nina. Se puso de pie y estiro la raya del pantalon con dos dedos:

– Ire a recoger mis cosas y dejo todo el asunto.

– No vaya, Serrano. Habra gente buscando a El Muerto y no tenia alli nada que valga la pena el riesgo.

Se revolvio turbado.

– Los… los poemas. Tengo que recuperarlos. -Busque en mi mochila y le di los folios. Se le ilumino la cara al reconocerlos.

– No son tan buenos, Serrano. A ver si se atreve y le escribe uno propio, a ella le va a gustar. Espereme aqui mientras lo piensa.

Tarde mas de lo que esperaba, casi quince minutos, pero cuando baje de la casa de Noelia con todas mis cosas, seguia en el portal, fumando otro puro y musitando rimas mientras las escribia en el costado de un folio.

– ?Le gusta? -Me lo alcanzo-. Sea sincero.

Lei la estrofa y era tan simple y obvia, tan pura, que algo se aflojo en el nudo que tenia dentro desde la muerte del perro flaco negro enorme.

– ?Esta llorando, Sotanovsky?

– Me emociono, Serrano, me emociono.

Le alcance el paquete que traia en la mano.

– Haga lo que quiera -dije-, pero yo en su lugar convencia a la viuda, me casaba con ella y me la llevaba lejos de Madrid. No creo que un estanco sea mas caro en un pueblito de Malaga que en Vallecas…

Fue a decir algo pero vio el contenido del paquete y se quedo sin palabras.

– Creo que son doscientos mil euros, mas o menos -dije-. Alcanzara para empezar en otro lugar en el que nadie se acuerde de que camino junto a El Muerto. Hagala feliz, Serrano.

Me aleje andando despacio y me llamo.

– ?Que puedo hacer por usted, Nicolas?

– Ya lo hizo.

– Hablo en serio: supongo que el iba a matarme cuando tuviera la pasta, pero no sabia como dejarlo. Le debo mucho, Sotanovsky.

– No me debe nada, pero ya que insiste: cuando esten instalados, busque un gato callejero y peleon, un gato escualido, de ser posible negro con manchas blancas pero eso tampoco importa mucho. Cuidelo un poco y dele de comer de vez en cuando. Pero no me lo amaricone ni lo encierre, dejelo a su aire y si ve que a fuerza de buena vida se le pone cara de ministro, peguele una patada. No muy fuerte, para que no olvide de donde viene. Con que haga eso, estamos a mano.

Serrano no entendia un carajo, pero juro solemnemente cumplir mis instrucciones. Yo queria irme de una vez, porque tenia poco tiempo y no me gustan las despedidas. Pero el tenia una pregunta mas y me la solto cuando ya iba por la esquina:

– ?Que nombre quiere que le ponga? Al gato, digo.

No lo pense:

– Pongale Philip, Serrano. Pongale Philip.

45

Busque un taxi. Esta vez lo vi venir y lo reconoci. El no.

Abri la puerta trasera, tire en el asiento la mochila y los bolsos y me sente. Miro el puro con desagrado y fue a decir algo.

– Hace unas noches -lo corte-, un tipo flaco le pego una paliza y lo encerro en el maletero, ?se acuerda?

La mirada en el espejo se le helo de miedo.

Se acordaba de El Muerto.

Siempre se acordaria.

– Hace un rato acabo de matar a mano limpia a ese mismo tipo, asi que no me hinche las pelotas y ni se le ocurra buscar la pistola que tiene en la guantera, que con un muerto por dia me alcanza. No voy a robarle, pero no me provoque.

Asintio obediente y puso el coche en marcha. Le di la direccion y cuando llegamos me ayudo a bajar los bultos y quiso preguntar algo, pero lo penso mejor. No me queria cobrar, pero insisti. Le di uno de cien.

– Con lo que sobra, se compra sus propios tangas para olfatear -dije.

Creyo reconocerme, pero prefirio no decir nada y cuando doblo la esquina casi se traga un buzon por espiarme desde el retrovisor.

***

No era una zona exclusiva, desde luego, pero el bufete estaba en un edificio antiguo bien remodelado y desde la puerta se advertia que dentro habia buen gusto y cierta prosperidad medida para no ofender a los clientes. La placa anunciaba el nombre de la abogada y la puerta obedecio cuando la abri. Una sala de espera coqueta y al otro lado una puerta de cristal opaco que revelaba la silueta dentro del despacho. Hablaba con alguien en tono de reproche. Se interrumpio cuando empuje la puerta. Estaba borracha y hablaba sola. Su cara compuso una ebria expresion de dignidad final y saco pecho. Luego vio que era yo, tardo en asimilar el dato y no supo si sonreir o seguir llorando.

– Hola, Nina -dije.

Boqueo, pero no pudo articular palabra. Deje los bultos sobre la alfombra y tire sobre la mesa el bolso que

Вы читаете Un jamon calibre 45
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату
×