delante de un escaparate, del brazo de una mujer robusta con delantal. Ambas llevaban estrellas bordadas con la palabra
Penso que Lili Stein tenia que estar sorda para poner la radio tan alta. Quiza la anciana tenia serias dificultades de audicion.
Se acerco a la radio, un viejo aparato de cristal con botones para el dial y con la banda de frecuencias de color amarillo. Bajo el volumen. En el suelo habia panuelos de papel usados.
– ?? Madame Stein! ?He traido su paquete!
No hubo respuesta alguna.
Sintio que se le tensaban los musculos de la nuca. Desde algun lugar del vestibulo se oia que caia agua. Esto no le gustaba nada. ?No se suponia que la anciana la esperaba?
Se detuvo en el umbral de la puerta de la sala. Al otro lado del pasillo, en el cuarto de bano, un grifo goteaba sobre una mancha marron en el lavabo. Palpo la pared forrada de madera en busca de un interruptor, pero lo unico que consiguio fue que se le mancharan los dedos de grasa.
Sintio que su nerviosismo aumentaba. Paso de largo el lugubre cuarto de bano y avanzo por el estrecho pasillo. Al final del mismo permanecia parcialmente abierta la puerta de lo que parecia ser un dormitorio. Busco las llaves dentro del bolso de piel y situo los bordes de las mismas entre sus dedos a modo de arma, su primera leccion de artes marciales.
Con cuidado, hizo cuna a la puerta para abrirla del todo y que no se cerrara. A la tenue luz vio una anciana tumbada de cualquier manera sobre la cama con las medias bajadas.
– Madame? Madame?
Encendio la luz. El ceniciento rostro de la mujer miraba sin ver al techo cubierto de telaranas. Aimee echo a andar hacia la cama y se quedo paralizada. Alguien habia grabado una esvastica en la frente de la mujer. Emitio un grito ahogado y se agarro con fuerza al cabezal de la cama porque le fallaban las piernas. El corazon le latia con fuerza. Tomo aire y se obligo a tocarle la mejilla. Suave y fria como el marmol…
Y si el asesino seguia alli?
Cogio el destornillador Phillips, parte del conjunto de herramientas en miniatura que llevaba en el bolso, y echo un vistazo a la habitacion el busca del atacante. Pero el unico habitante era un pez angel de hinchada cabeza, cuyas burbujas plateadas se elevaban en la pecera sobre el viejo secreter. Sobre la unica ventana del dormitorio habian clavado listones de madera que bloqueaban la luz, excepto un pequeno haz proveniente del tragaluz.
Dio unos pasos alrededor de la cama con cautela. Despues de comprobar el armario y observar las bolas de polvo bajo el colchon hundido, se convencio que no existia ningun atacante que la acechara en la habitacion. Se escuchaba el zumbido de una mosca volando cerca de los ojos que, sin pestanar, miraban fijamente al techo. La espanto con asco.
Con los sentidos alerta por si existiera un intruso, anduvo por el pasillo sin hacer ruido y examinando cada armario y cada habitacion. Nada.
No se habia encontrado frente a un homicidio desde que trabajaba con su padre. Su primer impulso fue salir corriendo del apartamento, llamar a los flics y devolverle el dinero a Hecht. Pero se obligo a regresar.
En el dormitorio inspecciono el cadaver de la anciana con mas cuidado. Profundamente y sin sangre, la esvastica se extendia desde sus cejas hasta los ralos cabellos grises del comienzo del cuero cabelludo y dejaba a la vista tejido oseo y carnoso. Enredada en la marca cubierta de sangre, que habia dejado la cuerda sobre su cuello, colgaba una cadena de oro con letras hebreas.
Solto un juramento y volvio a espantar a la insistente mosca que se habia posado sobre la falda de lana de la mujer, recogida a la altura de las rodillas. Los tobillos hinchados sobresalian de los desalinados zapatos. Aimee se dio cuenta de los aranazos y los moratones en las palidas piernas; las manos medio cerradas se extendian sobre un costado, como si hubiera muerto luchando.
“En las manos de Lili Stein”. Eso era lo que le habia prometido a Soli Hecht. Eso ya no tenia ningun sentido, ya que la mujer estaba muerta. No era supersticiosa, pero…Se inclino para observar detenidamente la mano de la mujer. En las palmas tenia astillas de madera clavadas a la ventana. Unas muletas yacian sin ninguna utilidad en el suelo. Tenia las unas rotas y descascarilladas. Como un animal acorralado, habia tratado de salvarse a aranazos.
Aimee poso sus dedos, con cuidado, sobre la muneca de venas azuladas. Saco el sobre con la foto y lo poso en la fria mano de Lilli, la cual aun no estaba del todo rigida a pesar del rigor mortis.
En ese momento sintio que el asesino se acercaba a la fria y humeda habitacion. Le invadio una premonicion. Fue consciente de la voz nasal del locutor de radio. En un mensaje pregrabado el dia anterior para los sindicatos de Lili, Cazaux, el ministro frances de Comercio y posible candidato a primer ministro, habia prometido estrictas cuotas para la inmigracion. “?Industria francesa, trabajadores franceses, productos franceses!”, despotricaba la familiar voz de Cazaux ante los vitores de la multitud.
Aimee penso que eso era justo lo que Francia necesitaba, mas fascismo.
– Maman?- llego la profunda voz de un hombre desde el pasillo.
Aimee se puso en pie sobresaltada, con demasiada rapidez, y al hacerlo se choco con el secreter del dormitorio. La pecera del pez angel se bamboleo y ella se estiro para sujetarla. Fue entonces cuando vio el pedazo de foto bajo la pecera, apenas visible a traves de la oscura gravilla. Tiro de ella para sacarla y suavemente alineo la fotografia encriptada junto a su trozo. Se correspondian. Aturdida, se dio cuenta de que estaban sosteniendo la esquina que le faltaba a su fotografia, por la que quiza esta mujer habia sido asesinada.
– Maman, ca va?
Deslizo las fotografias dentro del sobre y lo metio dentro de la cana de su bolso de piel.
– No entre, monsieur- dijo con voz alta intentando mostrarse autoritaria.-Llame a la policia.
– Eh? Quien…?- Un hombre maduro, alto y delgado como una estaca, entro en la habitacion. Encorvado, como si se disculpara por ocupar un espacio. Los rizos frontales largos, al estilo jasidico bajo un sombrero de fieltro con el ala levantada.
Ella le ostruia la vision
– Es Lili Stein su madre?
– Que ha ocurrido?-Se puso rigido-. ?Esta mama enferma?- Miro por encima del hombro de Aimee antes de que ella pudiera detenerlo-.No…-dijo moviendo la cabeza.
Se acerco al hombre en un intento de ayudarlo.
– ?Quien es usted?.-En sus ojos habia miedo.
– Yo trabajo con…-Se callo a tiempo, antes de mencionar a Hecht-…el Templo de E’manuel. Soy detective privado. Teniamos una cita.-Ella lo condujo a una hornacina de la que colgaban rollos de escrituras-.Sientese.
El la aparto a un lado.
– Como ha entrado aqui?-dijo abriendo los ojos aterrorizado.
– Monsieur Stein?-Se arrodillo hasta llegar a la altura de sus ojos, deseosa de que la mirara a los suyos…
El asintio.
– Lo siento. La puerta estaba abierta. La he encontrado hace unos minutos.
Se derrumbo y sollozo. Ella saco el telefono movil, pulso el 15 del SAMU, servicio de emergencias, y dio la direccion. Entonces marco el 17, el telefono de la policia.
–
Para cuando el SAMU se detuvo en el patio con un chirriar de frenos, ya habia desfilado una avalancha de la Brigada Criminal primero y de la Brigada Territorial despues. Llego entonces la policia del distrito numero cuatro. Una figura rechoncha subio las escaleras jadeando, su bigote colgaba sobre la media sonrisa que mostraba su rostro. Aimee pestano sorprendida.
– ?Inspector Morbier!