en el centro del circulo bajo la luz naranja. Llevaba una bandeja con una botella grande y otra pequena y una copa de cristal. Hubo un murmullo; no se trataba de palabras, pense, sino del sonido de cien pequenos ruidos de satisfaccion, de respiraciones aceleradas y lenguas que se relamian. El hombre de la bandeja permanecio inmovil hasta que los sonidos se hubieron apagado, despues avanzo hacia Vodalus con pasos comedidos.

La voz embaucadora de Thea dijo detras de mi: —El alzabo de que te hable esta en la botella mas pequena. La otra contiene un compuesto de hierbas estomacales. Bebe un buen trago de la mezcla.

Vodalus se volvio a mirarla con una expresion de sorpresa.

Ella penetro en el circulo, pasando entre Jonas y yo, y despues entre Vodalus y el hombre que llevaba la bandeja, y por fin se coloco a la izquierda de Vodalus. Vodalus se inclino hacia ella con intencion de hablarle, pero el hombre de la bandeja habia empezado a mezclar los contenidos de las botellas en la copa, y el parecio pensar que el momento era inapropiado.

El hombre de la bandeja la movio en circulos para imprimir al liquido un suave movimiento de remolino.

—Muy bien —dijo Vodalus. Cogio la copa de la bandeja con ambas manos se la llevo a la boca, y despues me la paso—. Como te ha dicho la chatelaine, tienes que beber un buen trago. Si bebes menos, la cantidad no bastara, y no compartiras nada. Si tomas mas, no sacaras ningun provecho y la droga, que es muy preciosa, se habra desperdiciado.

Bebi de la copa como me habia indicado. La mezcla tenia la amargura de la hiel y parecia fria y fetida, recordandome un dia de invierno, ya hace mucho, cuando se me ordeno limpiar el desague exterior que llevaba las aguas servidas de las dependencias de los oficiales. Por un momento senti que algo me subia a la garganta como habia ocurrido junto al arroyo, aunque en verdad nada me quedaba en el estomago que pudiera subir. Me atragante y trague, y pase la copa a Jonas, y a continuacion descubri que la saliva me llenaba la boca.

Jonas tuvo tantas dificultades o mas que yo, pero lo consiguio al fin y paso la copa al waldgrave que habia capitaneado a nuestros guardianes. Despues vi como la copa recorria lentamente el circulo. Su contenido parecia alcanzar para diez bebedores; cuando se hubo agotado, el hombre de la librea limpio el borde, volvio a llenar la copa, y la ronda comenzo otra vez.

Gradualmente, este hombre parecio perder la forma solida que es natural a un objeto redondeado y fue quedandose en solo una silueta, una mera figura de madera recortada. Recorde las marionetas que habia visto en suenos la noche que comparti el lecho con Calveros.

Tambien el circulo donde estabamos sentados, aunque sabia que contenia treinta o cuarenta personas, parecia recortado en papel y doblado como una corona de juguete. A mi izquierda y a mi derecha, Vodalus y Jonas eran normales, pero el armigero parecia ya un dibujo esbozado, y tambien Thea.

Cuando el hombre de la librea la alcanzo, Vodalus se puso de pie, y moviendose con tan poco esfuerzo que podia haber sido impulsado por la brisa de la noche, avanzo como flotando hacia el farol. A la luz naranja parecia encontrarse muy lejos, y sin embargo yo sentia su mirada como se siente el calor del brasero donde se preparan los hierros candentes.

—Antes de compartir hay que hacer un juramento —dijo, y por encima de nosotros los arboles asintieron solemnemente—. Por la segunda vida que vais a recibir, ?jurais no traicionar nunca a los aqui reunidos? ?Y que consentireis en obedecer, sin dudas ni escrupulos, hasta la muerte si es necesario, a Vodalus como vuestro caudillo escogido?

Trate de asentir con los arboles, y cuando parecio insuficiente, dije: —Consiento—.

Y Jonas dijo:

—Si.

—?Y que obedecereis, como si fuera Vodalus, a cualquier persona a quien Vodalus ponga por encima de vosotros?

—Si.

—Si.

—?Y que guardareis este juramento por encima de todos los demas que hubierais jurado antes o que jureis despues de ahora?

—Lo guardaremos —dijo Jonas.

—Si —dije yo.

La brisa desaparecio. Era como si algun espiritu inquieto hubiera asistido a la reunion y de pronto se hubiera desvanecido. De nuevo Vodalus estaba en su silla a mi lado. Se inclino hacia mi. No me di cuenta si arrastraba la voz. Pero algo en sus ojos me decia que estaba bajo la influencia del alzabo, y quiza tan profundamente como yo.

—No soy un erudito, pero se que a menudo las grandes causas se alcanzan con los medios mas bajos. A las naciones las une el comercio; el precioso marfil y las raras maderas de los altares y relicarios se mezclan con las entranas hervidas de innobles animales; los hombres y mujeres se unen mediante los organos de la eliminacion. De ese tipo es la union entre tu y yo, y de ese modo nos uniremos ambos, de aqui a unos instantes, con un mortal que volvera a vivir otra vez en nosotros, y con fuerza durante algun tiempo, gracias a los efluvios obtenidos de la molleja de una de las bestias mas inmundas. De ese modo brotan las flores en el estiercol.

Asenti con un movimiento de cabeza.

—Esto nos fue ensenado por nuestros aliados, los que esperan a que el hombre se purifique otra vez, dispuestos a unirse a ellos para conquistar el universo. Fue traido por los otros con propositos malignos que esperaban mantener ocultos. Te lo digo porque tal vez tu, cuando vayas a la Casa Absoluta, los encuentres, a aquellos a quienes el vulgo llama cacogenos y la gente culta, extrasolares o hierodulos. Has de tener cuidado en no llamarles la atencion, pues si te miran de cerca sabran por determinadas senales que has utilizado el alzabo.

—?La Casa Absoluta? —Aunque solo por un instante, ese pensamiento disperso las nieblas de la droga.

—Por supuesto. Alli tengo a alguien a quien debo transmitir ciertas instrucciones, y he sabido que el grupo de comediantes al que una vez perteneciste sera recibido alli para un tiaso dentro de unos dias. Te volveras a unir a ellos y aprovecharas la oportunidad para dar lo que yo te dare —y rebusco en su tunica— a aquel que te diga: «La carraca pelagica avista tierra». Y si a su vez el te da un mensaje, puedes confiarselo a quienquiera que te diga: «Vengo de las quercine penetralia».

—Senor —dije—, me da vueltas la cabeza. -Y anadi, mintiendo:— No puedo recordar esas palabras… Ya las he olvidado. ?No os oi decir que Dorcas y el otro estaran en la Casa Absoluta?

Vodalus puso con fuerza en mi mano un objeto pequeno que por la forma parecia un cuchillo. Lo mire, era un eslabon, como el que se utiliza para encender fuego golpeandolo con pedernal.

—Te acordaras —dijo—. Y nunca olvidaras tu juramento de fidelidad hacia mi. Muchos de los que ves aqui vinieron, como lo pensaban, solo una vez.

—Pero, sieur, la Casa Absoluta…

Las notas aflautadas de una upanga sonaron desde los arboles detras del lado mas alejado del circulo.

—Debo irme pronto para acompanar a la novia, pero no tengas temor. Hace algun tiempo conociste a un hombre de los mios…

—?Hildegrin! Sieur, no entiendo nada.

—Si, utiliza ese nombre entre otros. Penso que no era muy corriente ver a un torturador tan lejos de la Ciudadela, y ademas hablando de mi, de modo que penso que valia la pena vigilarte aunque no tenia ni idea de que me habias salvado aquella noche. Desgraciadamente, los vigilantes te perdieron de vista en la Muralla; desde entonces han venido observando los movimientos de tus companeros de viaje con la esperanza de que te unieras de nuevo a ellos. Supuse que un exiliado elegiria ponerse de nuestro lado y de ese modo retener a mi pobre Barnoch el tiempo suficiente para que nosotros lo liberaramos. Anoche yo mismo fui a caballo a Saltus para hablar contigo, pero acabaron robandome la montura y no consegui nada. Hoy, pues, era necesario que te encontraramos no importa como para evitar que ejercieras tu oficio con mi servidor; pero yo aun tenia esperanzas de que te unieras a nuestra causa, y por esa razon ordene a los hombres que te trajeran vivo. Eso me ha costado tres hombres y me ha reportado dos… Ahora la cuestion es saber si estos dos compensaran a los otros tres.

Entonces Vodalus se puso de pie, con cierta inseguridad; agradeci a la Sacra Katharine que yo no tuviera que levantarme, pues estaba seguro de que las piernas no me sostendrian. Algo borroso y blanco y dos veces mas alto que un hombre salia como navegando de entre los arboles entre los trinos de la upanga. Todos los presentes

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