—Puesto que os deje en Saltus a pie y estos ultimos dias he cabalgado en buena montura, pienso que bastantes.

—Exacto —dijo—, exacto. —Y miro a su companero con ojos reveladores, como si mi informacion hubiera confirmado algo que el le habia contado antes, y se dejo caer para descansar sobre la tierra.

El ulano dijo lentamente: —Soy Cornet Mineas. ?Quien eres tu?

Hethor sacudio la cabeza como si hubiera hecho una reverencia. —M-m-mi maestro es el noble Severian, servidor del Autarca, cuyo orin es el vino de sus subditos, en el Gremio de los Buscadores de la Verdad y la Penitencia. He-hehethor es su humilde servidor. Beuzec es tambien su humilde servidor. Supongo que el hombre que se alejo a caballo es tambien su servidor.

Le indique que callara.

—No somos mas que pobres viajeros, Cornet. Te vimos desmayado en el suelo y tratamos de ayudarte. Hace un rato creiamos que estabas muerto; no podia faltar mucho.

—Pero ?que lugar es este? —volvio a preguntar el ulano.

Hethor contesto de nuevo con avidez: —El camino al norte de Quiesco. M-m-maestro, estuvimos en la noche oscura navegando las anchas aguas del Gyoll sobre un barco. D-d- desembarcamos en Quiesco. El p-p- pasaje lo pagamos Beuzec y yo trabajando sobre cubierta y en las velas. Avanzaba despacio rio arriba, mientras los afortunados zumbaban por encima en camino hacia la C-C-Casa Absoluta, pero el barco avanzaba estuvieramos dormidos o d-d-despiertos, y asi pudimos alcanzarte.

—?La Casa Absoluta? —musito el ulano.

—Creo que no esta muy lejos —dije.

—Tendre que vigilar atentamente.

—Estoy seguro de que uno de tus companeros vendra pronto. —Me apoye en mi diestrero y monte.

—M-m-maestro, ?no iras a dejarnos otra vez? Beuzec solo te ha visto actuar dos veces.

Me disponia a contestar a Hethor cuando mis ojos captaron un destello blanco entre los arboles al otro lado del camino. Algo enorme se movia alli. En seguida se me ocurrio que quien habia enviado los notulos podia tener otras armas a mano, y hundi mis talones en las ijadas del diestrero negro.

Con un brinco arranco a galopar. Durante media legua o mas corrimos por la estrecha franja de tierra que separaba el camino del rio. Cuando por fin vi a Jonas, cruce el camino para avisarle, y dije lo que habia visto.

Mientras yo hablaba, Jonas me escucho con aire reflexivo. Cuando hube acabado, dijo: —No conozco nada como lo que describes, pero puede haber muchas importaciones de las que nada se.

—?Pero seguramente una cosa asi no iria suelta por ahi como una vaca extraviada!

En lugar de responder, Jonas apunto hacia la tierra a unos pocos pasos.

Un sendero de grava cuya anchura apenas sobrepasaba un codo serpeaba por entre los arboles. Yo nunca habia visto tantas flores silvestres creciendo juntas al borde de un sendero, y los guijarros que lo componian eran de tamano tan uniforme y de una blancura tan reluciente que seguramente habian sido traidos de alguna playa secreta y remota.

Me acerque cabalgando y le pregunte a Jonas que podia significar alli ese sendero.

—Seguramente una cosa: que ya estamos en el recinto de la Casa Absoluta.

De repente, me acorde del lugar.

—Si —dije—, en cierta ocasion Josefa y yo, con algunas otras mujeres, vinimos a pescar aqui. Cruzamos al lado del roble retorcido…

Jonas me miraba como si yo estuviera loco, y por un momento yo tambien lo crei. Antes habia cabalgado a menudo en monturas de caceria, pero esta era una bestia de carga. Mis manos subieron como aranas para arrancarme los ojos, y lo hubiera hecho si el hombre harapiento que estaba junto a mi no me las hubiera bajado de un golpe con su mano de acero.

—No eres la chatelaine Thecla. Eres Severian, un oficial de los torturadores que tuvo la desgracia de amarla. Mirate. —Y alzo la mano de acero de modo que yo pudiera ver la cara de un extrano, estrecha, fea y desconcertada, reflejada en la palma pulida.

Recorde entonces nuestra torre, las murallas curvadas de metal liso y oscuro.

—Soy Severian —dije.

—Correcto. La chatelaine Thecla ha muerto.

—Jonas…

—Dime.

—Ahora el ulano esta vivo, tu lo viste. La Garra le devolvio la vida. Se la puse sobre la frente, pero quizas el la vio con sus ojos muertos. Se incorporo sentandose, respiro y me hablo, Jonas.

—No estaba muerto.

—Tu lo viste —repeti.

—Soy mucho mas viejo que tu. Mas viejo de lo que crees. Si hay una cosa que he aprendido en mis multiples viajes, es que los muertos no se levantan ni los anos regresan. Lo que ha sido y se fue no vuelve de nuevo.

El rostro de Thecla aun seguia delante de mi, pero un oscuro viento lo arrastro hasta que desaparecio ondeando. Dije: —Si solo la hubiera utilizado, si hubiera invocado el poder de la Garra cuando estabamos en el banquete del muerto…

—El ulano estaba casi asfixiado, pero no muerto del todo. Cuando le extraje los notulos podia respirar, y despues de un tiempo recobro la conciencia. En cuanto a tu Thecla, ningun poder del universo la podria devolver a la vida. Deben de haberla desenterrado mientras todavia te tenian prisionero en la Ciudadela y haberla guardado en una cueva de hielo. Antes de verla nosotros, la habian destripado como a una perdiz y habian asado la carne. —Me agarro del brazo.— ?Severian, no seas tonto!

En ese momento, solo desee morir. Si el notulo hubiera reaparecido, lo habria abrazado. Lo que asomo entonces al fondo del sendero fue una forma blanca como la que habia visto mas cerca del rio. Me aparte violentamente de Jonas y galope hacia ella.

XIV — La antecamara

Hay seres —y artefactos— contra cuya comprension se estrella nuestra inteligencia, y al final hacemos las paces con la realidad limitandonos a decir: —Fue una aparicion, algo hermoso y horrible.

En algun lugar entre los torbellinos de mundos que pronto he de explorar, vive una raza semejante a la humana, y sin embargo diferente. No son mas altos que nosotros. Tienen cuerpos como los nuestros, pero perfectos, y las normas por las que se rigen nos son completamente extranas. Como nosotros, tienen ojos, nariz y boca; pero usan estas facciones (que, como he dicho, son perfectas) para expresar emociones que nunca hemos sentido, de modo que, para nosotros, verles las caras es como contemplar algun antiguo y terrible alfabeto de sentimientos, a la vez sumamente importante y totalmente ininteligible.

Tal raza existe, pero no la encontre alli, en el limite de los jardines de la Casa Absoluta. Lo que vi moverse entre los arboles, y sobre lo que ahora —hasta que por fin lo vi claramente— me lanzaba, era mas bien la imagen gigante de una de esas criaturas brotada a la vida. La carne era de piedra blanca, y los ojos tenian esa redonda y pulida ceguera (como secciones de cascaras de huevo) que vemos en nuestras propias estatuas. Se movia con lentitud, como drogado o adormecido, aunque no inseguro. Parecia no ver, pero daba la impresion de darse cuenta de las cosas, aunque con lentitud.

Acabo de hacer una pausa para volver a leer lo que he escrito, y veo que no he logrado en absoluto describir lo esencial. La figura era escultorica. Si algun angel caido hubiera espiado mi conversacion con el hombre verde, podria haber ideado un enigma semejante para burlarse de mi. En cada uno de sus movimientos transmitia la serenidad y la permanencia del arte y de la piedra. Yo sentia que cada gesto, cada posicion de la cabeza y de las extremidades y del torso podia ser la ultima, o que cada una de ellas podia repetirse interminablemente, como las poses de los gnomenos en los cuadrantes multifaceticos de Valeria que se repiten a lo largo de los curvilineos corredores de los instantes.

El primer terror que me invadio, despues de que la extraneza de la estatua blanca me hubiera quitado el

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