en nuestras mazmorras, y dije: —?Es verdad que aqui los prisioneros olvidan realmente sus delitos?

Lomer alzo los ojos.

—?Es injusto! Pregunta por pregunta, esa es la regla, la vieja regla. Aqui todavia conservamos las reglas antiguas. Somos los ultimos de la vieja generacion, Nicarete y yo, pero mientras vivamos las antiguas reglas se aplicaran. ?Tienes amigos que se muevan para liberarte?

Seguramente Dorcas lo haria si supiera donde estaba. El doctor Talos era tan impredecible como las figuras que forman las nubes, y por esa misma razon podria intentar que me liberaran, aunque no tenia motivo alguno para hacerlo. Lo mas importante quizas es que yo era el mensajero de Vodalus, y este tenia al menos un agente en la Casa Absoluta: aquel a quien supuestamente yo tenia que entregar el mensaje. Yo habia tratado de deshacerme del eslabon dos veces mientras Jonas y yo nos dirigiamos hacia el norte, pero comprobe que no podia; el alzabo, al parecer, habia puesto otro encantamiento en mi mente. Ahora eso me alegraba.

—?Tienes amigos o relaciones? Si los tienes, quiza puedas hacer algo por nosotros.

—Tal vez amigos —dije—. Puede que traten de ayudarme si se enteran de lo que me ocurrio. ?Creeis que pueden conseguirlo?

Asi estuvimos hablando durante mucho tiempo. Si tuviera que escribirlo todo aqui, esta historia no terminaria. En esa estancia no habia nada que hacer mas que charlar y jugar unos cuantos juegos sencillos, y los prisioneros hacen estas cosas hasta que se les ha ido todo el sabor y quedan como cartilagos que un hambriento hubiera estado mordisqueando todo el dia. En muchos aspectos, estos prisioneros salen mejor parados que los clientes que guardabamos bajo la torre, pues de dia no tienen miedo del dolor y ninguno esta solo. Pero como la mayoria lleva alli tantos anos, y a pocos de nuestros clientes se les mantenia confinados demasiado tiempo, los nuestros, en su mayor parte no perdian la esperanza, mientras que los de la Casa Absoluta estan desesperados.

Despues de diez guardias o mas, las lamparas que lucian en el techo empezaron a apagarse y le dije a Lomer y a Nicarete que no seguiria despierto mas tiempo. Me llevaron a un sitio muy oscuro alejado de la puerta, y me explicaron que ese lugar seria mio hasta que algun prisionero muriera y yo heredara una posicion mejor.

Cuando se iban, le oi decir a Nicarete: —?Vendran esta noche? —Lomer respondio algo, pero no pude entender la respuesta, y yo estaba demasiado fatigado para preguntar. Mis pies me decian que en el suelo habia un delgado jergon; me sente y habia empezado a estirarme en toda mi longitud cuando con la mano toque un cuerpo viviente.

La voz de Jonas me dijo: —No hace falta que apartes la mano. Solo soy yo.

—?Por que no dijiste nada? Te vi paseando por ahi, pero no pude deshacerme de esos dos viejos.

?Por que no viniste?

—No dije nada porque estaba pensando, y no fui porque no pude librarme de las mujeres que me tenian al principio. Despues, esas gentes no podian separarse de mi. Severian, tengo que escapar.

—Todo el mundo quiere escapar, supongo —le dije—. Por supuesto, yo tambien.

—Pero yo tengo que escapar. —Una mano delgada y dura, la mano izquierda de carne, agarro la mia. Si no lo hago, me matare o perdere la razon. He sido tu amigo, ?verdad? — Bajo la voz hasta un debil susurro.— Ese talisman que llevas… la gema azul… ?nos liberara? Se que los pretorianos no la encontraron; mire mientras te registraban.

—No quiero sacarla —dije—. Reluce mucho en la oscuridad.

—Pondre de lado uno de estos jergones y los sostendre para que nos oculte.

Espere hasta que senti que Jonas habia levantado el jergon, y extraje la Garra. La luz era tan debil que podia haberla apagado con la mano.

—?Esta apagandose? —pregunto Jonas.

—No, esta asi casi siempre. Pero cuando esta activa, como cuando transmuto el agua de nuestra garrafa y cuando atemorizo a los hombres mono, brilla intensamente. Si puede ayudar a nuestra evasion, no creo que lo haga ahora.

—Tenemos que llevarla a la puerta, quizas haga saltar el cerrojo. —La voz le temblaba.

—Mas tarde, cuando todos los demas duerman. Los liberare si nosotros mismos podemos escapar; pero si la puerta no se abre, como es muy posible, no quiero que sepan que tengo la Garra. Ahora dime por que tienes que escapar en seguida.

—Mientras tu hablabas con los viejos, una familia entera me estaba interrogando — empezo Jonas—. Hay varias viejas, un hombre de unos cincuenta anos, otro de unos treinta, otras tres mujeres y una manada de ninos. Me llevaron a su pequeno nicho junto a la pared, ya sabes, y los demas prisioneros no podian ir alli a menos que estuvieran invitados, y no lo estaban. Esperaba que me preguntaran por amigos que tenian en el exterior, o cuestiones de politica, o por la lucha en las montanas… En vez de eso yo no parecia ser para ellos mas que una especie de entretenimiento. Querian oir hablar del rio, de donde habia estado, de cuanta gente vestia como yo. Y de la comida de afuera; hicieron muchisimas preguntas sobre la comida, algunas completamente grotescas: si habia presenciado alguna carniceria, si los animales suplicaban que no los matasen. Y si era verdad que los que hacen azucar llevan espadas envenenadas y lucharian para defender su producto…

»Nunca habian visto abejas, y parecian creer que eran del tamano de conejos.

»Despues de cierto tiempo comence a mi vez a hacer preguntas y supe que ninguno de ellos, ni siquiera la mujer mas anciana, habia sido nunca libre. Al parecer, se trae a esta estancia tanto a hombres como a mujeres que engendran hijos impulsados por la naturaleza, y aunque algunos los llevan fuera, la mayoria se queda aqui toda la vida. No tienen bienes, y ninguna esperanza de ser liberados. En realidad, no saben lo que es la libertad, y aunque el hombre mayor y una muchacha me dijeron en serio que les gustaria ir al exterior, no creo que tuvieran la intencion de instalarse alli. Las ancianas son prisioneras de septima generacion, eso es lo que dijeron, pero a una se le escapo que su madre tambien habia sido prisionera de septima generacion.

»En algunos aspectos son notables. Exteriormente han sido totalmente modeladas por este lugar donde han pasado toda la vida. Sin embargo, por dentro son… —Jonas hizo una pausa, y senti el peso del silencio alrededor de nosotros.— Memorias de familia, supongo que podria llamarseles. Tradiciones del mundo exterior que han ido heredando, generacion tras generacion, de los prisioneros de quienes descienden. No saben que significan ya algunas de las palabras, pero se aferran a las tradiciones, a las narraciones, porque es todo lo que tienen; las narraciones y sus nombres.

Se quedo callado. Yo volvi a meter la tenue chispa de la Garra en mi bota, y nos encontramos en una oscuridad perfecta. Respiraba trabajosamente, como unos fuelles bombeando en una fragua.

—Les pregunte el nombre del primer prisionero, el mas remoto de sus antepasados. Era Kimlisung… ?Has oido ese nombre?

Le dije que no.

—?O algo parecido? Supon que fueran tres palabras.

—No, nada parecido —dije—. La mayoria de la gente que he conocido tienen nombres de una sola palabra, como tu, aunque parte del nombre era un titulo, un apodo o algo que les habian anadido porque habia demasiados Bolcanos o Altos o lo que fuera.

—Me dijiste una vez que pensabas que mi nombre no era corriente. Kim Li Sung hubiera sido un nombre muy corriente cuando yo era… nino. Un nombre corriente en lugares ahora hundidos bajo el mar. ?Has oido hablar de mi barco, Severian? Se trataba del Nube Afortunada.

—?Un barco casino? No, pero…

Mis ojos captaron un resplandor de luz verdosa, tan debil que aun en la oscuridad era apenas visible. En seguida hubo un murmullo de voces cuyo eco se reproducia y se multiplicaba por toda la amplia, baja y tortuosa estancia. Oi como Jonas se ponia rapidamente en pie. Yo hice lo mismo, pero apenas estuve erguido cuando me cego un destello de fuego azul. El dolor fue muy intenso; yo no recordaba haber sentido antes nada parecido; parecio como si la cara se me estuviera partiendo. De no haber sido por la pared, me habria caido.

En algun sitio mas lejos, el fuego azul volvio a destellar de nuevo, y una mujer grito.

Jonas estaba maldiciendo. Al menos, el tono de su voz me decia que estaba maldiciendo, aunque las palabras eran de lenguas para mi desconocidas. Oi como pateaba el suelo con las botas. Hubo otro destello, parecido a las chispas relampagueantes que yo habia visto el dia que el maestro Gurloes, Roche y yo administramos el Revolucionario a Thecla. Sin duda, Jonas gritaba como yo habia gritado, pero para entonces el alboroto era tal que yo no alcanzaba a distinguir su voz.

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