deseo de morir, fue la impresion instintiva de que iba a hacerme dano.

El segundo fue que no lo intentaria. Tener tanto miedo como yo tenia de esa figura silenciosa e inhumana y descubrir despues que no queria hacerme dano hubiera sido insoportablemente humillante. Olvidando por un momento que golpear esa piedra viviente estropearia irremediablemente el acero, desenvaine Terminus Est y acose con las riendas a mi diestrero. La misma brisa parecio detenerse con nosotros alli, el diestrero apenas temblando, yo con la espada en alto, nosotros mismos tan quietos como estatuas. La verdadera estatua vino hacia nosotros, su cara, tres o cuatro veces del tamano natural, contenia una inconcebible emocion y sus extremidades estaban envueltas en una terrible y perfecta belleza.

Oi gritar a Jonas y el ruido de un golpe. Tuve el tiempo justo de verlo en el suelo enredado en una pelea con hombres de cascos altos y empenachados que desaparecian y reaparecian incluso mientras los miraba, cuando oi un zumbido cerca de mi oreja; algo me golpeo la muneca y me encontre debatiendome entre un embrollo de cuerdas que me constrenian como pequenas boas. Alguien me agarro de la pierna y tiro, y yo cai.

Cuando me recobre y me di cuenta de lo que estaba pasando, tenia un lazo de alambre alrededor del cuello, y uno de mis captores estaba rebuscando en mi esquero. Yo veia claramente como sus manos se movian rapidas como gorriones. Tambien le veia la cara, como una mascara impasible que un prestidigitador hubiera suspendido de un hilo delante de mi. Una o dos veces la extraordinaria armadura que llevaba destello al moverse; entonces yo lo veia como quien ve una copa de cristal inmersa en agua clara. Creo que era refractante, brunido mas alla de toda capacidad humana, de manera que su propio material era invisible y solo podian verse los verdes y pardos del bosque, retorcidos por las formas de la coraza, la gorguera y las grebas.

Aunque proteste aduciendo que era miembro del gremio, el pretoriano cogio todo mi dinero (si bien me dejo el libro marron de Thecla, el trozo de piedra de afilar, aceite y trapo y los demas objetos diversos que habia en el esquero). Entonces, con habilidad, me quito las cuerdas que me enredaban y se las echo (es lo mas aproximado que puedo decir) dentro de la sisa del peto, aunque no antes de que yo las hubiera visto. Me recordaba al latigo que nosotros llamabamos «gato» y que era un manojo de correas unidas por un extremo y con un peso en el otro; desde entonces he sabido que esta arma se llama achico.

A continuacion mi captor tiro hacia arriba de mi lazo de alambre hasta que me puse de pie. Yo era consciente, como en ocasiones similares, de que en cierto sentido estabamos representando un juego. Estabamos simulando que yo me encontraba totalmente en poder del pretoriano, cuando de hecho podia haberme negado a levantarme hasta que el me hubiera estrangulado o hubiera llamado a algunos de mis companeros para que cargaran conmigo. Tambien podia haber hecho otras cosas, como coger el alambre y tratar de arrancarselo de la mano o golpearle la cara. Podia haber escapado y ellos matarme o dejarme inconsciente o en agonia; pero realmente no se me pudo obligar a actuar como lo hice.

Por fin supe que era un juego, y sonrei mientras el envainaba Terminus Est y me llevaba a donde estaba Jonas. Este dijo: —No hemos hecho ningun dano. Devuelve a mi amigo la espada y danos nuestros animales, y nos iremos.

No hubo respuesta. En silencio, dos pretorianos (parecian dos gorriones aleteantes) tomaron nuestros diestreros y se los llevaron. Que parecidos a nosotros eran esos animales, caminando resignadamente hacia quien sabe donde, las enormes cabezas detras de unas finas correas de cuero. Nueve decimas partes de la vida, asi me lo parece, consisten en estas rendiciones.

Se nos hizo ir con nuestros captores afuera del bosque a unos prados ondulantes que pronto se convirtieron en cesped. La estatua caminaba detras de nosotros, y otras de su especie se le unieron hasta que hubo una docena o mas, todas enormes, todas diferentes y todas hermosas. Pregunte a Jonas quienes eran los soldados y adonde nos llevaban, pero el no respondio, y yo sentia que el lazo me estrangulaba.

Solo puedo decir que llevaban armaduras de la cabeza a los pies, y sin embargo el pulido perfecto del metal daba la impresion de algo liso y suave, un efecto casi liquido que era profundamente perturbador y que les permitia desaparecer contra el cielo y la hierba a unos pasos de distancia. Cuando hubimos recorrido media legua por el cesped, entramos en un bosquecillo de ciruelos en flor, y en seguida los cascos empenachados y las hombreras relucientes bailaron una danza de rosa y blanco.

Alli llegamos a un sendero que se torcia una y otra vez. Cuando estabamos a punto de salir del bosquecillo nos detuvimos, y Jonas y yo fuimos empujados violentamente hacia atras. Oi como nos seguian los pies de las petreas figuras, y como rascaban la gravilla cuando se detuvieron en seco; uno de los soldados las conmino a mantenerse apartadas en lo que parecio un grito sin palabras. Mire como pude por entre las flores para ver lo que habia mas alla.

Delante de nosotros el camino era mucho mas ancho que el que habiamos utilizado hasta ahora. Era, de hecho, un sendero de jardin agrandado hasta convertirse en una magnifica avenida. El pavimento era de piedra blanca y a ambos lados habia balaustradas de marmol. Por el marchaban gentes variopintas, la mayoria a pie, aunque algunos montaban bestias de varias clases. Uno llevaba un arctotero lanudo; otro iba subido al cuello de un perezoso de tierra, mas verde que el cesped. Apenas hubo pasado este grupo cuando otros lo siguieron. Aunque todavia estaban demasiado lejos para que yo pudiera distinguirles las caras, llamo mi atencion un individuo que con la cabeza inclinada sobresalia al menos tres codos por encima del resto. Un momento despues reconoci en otra cara la del doctor Talos, que avanzaba jactancioso, el pecho hinchado y la cabeza hacia atras. Mi propia querida Dorcas lo seguia de cerca, y mas que nunca parecia una nina desamparada caida de alguna esfera superior. Cubierta de velos que el viento movia y de joyas que centelleaban bajo su sombrilla, iba jolenta cabalgando a lo amazona una pequena jaca; y detras de todos ellos, empujando pacientemente un carro con todos los accesorios que el no podia llevar a hombros, avanzaba aquel a quien yo habia reconocido primero, el gigante Calveros.

Si para mi fue doloroso verles pasar sin poder llamarlos, para Jonas tuvo que haber sido un tormento. Cuando Jolenta pasaba frente a nosotros, volvio la cabeza. En ese momento me parecio que ella habia olfateado el deseo de Jonas, igual que entre las montanas se dice que algunos espiritus impuros son atraidos por el olor de la carne que ha sido arrojada al fuego para ellos. Sin duda no fue mas que uno de los arboles en flor entre los que nos encontrabamos lo que le llamo la atencion. Oi como Jonas se quedaba sin aliento; pero la primera silaba del nombre de Jolenta fue interrumpida por un golpe seco, y el cayo a mis pies. Cuando ahora recuerdo la escena, el ruido de la mano metalica sobre la gravilla del camino tiene la misma intensidad que el perfume de los brotes del ciruelo.

Cuando hubieron pasado todas las companias de actores, dos pretorianos recogieron a Jonas y se lo llevaron con la misma facilidad que si se tratara de un nino. Entonces lo atribui a la fortaleza de los pretorianos. Cruzamos el camino por el que habian venido los actores y entramos en un seto de rosales mas alto que un hombre, cubierto con enormes brotes blancos y repleto de nidos de aves.

Mas alla estaban los jardines propiamente dichos. Si tratara de describirlos, daria la impresion de haberme contagiado de la desvariada y tartamudeante elocuencia de Hethor. Cada colina, cada arbol, cada flor parecian haber sido dispuestos por una inteligencia maestra (que desde entonces he sabido que es la del Padre mire) en una escena que cortaba el aliento. El observador siente que esta en el centro, que todo lo que ve apunta hacia el lugar en que se encuentra, pero que cuando ha caminado cien pasos o una legua todavia sigue encontrandose en el centro; y cada vision parece transmitir alguna verdad incomunicable, como una de esas intuiciones inefables que solo a los eremitas les es dado experimentar.

Tan bellos eran estos jardines que solo despues de estar alli cierto tiempo me di cuenta de que ninguna torre se alzaba sobre ellos. Aparte de los pajaros y las nubes, solo el viejo sol y las palidas estrellas subian mas alto que las copas de los arboles. Podiamos haber estado errando por algun divino paisaje silvestre. Mas tarde alcanzamos la cresta de una ola de tierra, mas adorable que cualquier ola de cobalto de Uroboros; y subitamente, tanto que nos corto el aliento, un foso se abrio a nuestros pies. Aunque lo he llamado foso, no era en modo alguno el negro abismo que normalmente asociamos con esa palabra. Mas bien era una gruta llena de fuentes y de flores nocturnas y punteada con gentes mas brillantes que cualquier flor, gentes que paseaban ociosas junto a las aguas y charlaban entre las sombras.

En seguida, como si hubiera caido el muro de una tumba para dar paso a la luz, me inundaron muchos recuerdos de la Casa Absoluta, que ahora eran mios por haber absorbido la vida de Thecla. Comprendi algunas cosas que habian estado implicitas en la obra del doctor y en muchas de las historias que Thecla me habia contado, aunque ella nunca lo dijo abiertamente: la totalidad de este gran palacio estaba bajo tierra, o mas bien

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