fue despedido de las escuelas publicas; se espiaba el contenido de los sermones y platicas en las iglesias; se prohibio la difusion de las pastorales que cuestionaran politicas oficiales como el racismo o la esterilizacion de quien padeciera algun tipo de enfermedad o retraso mental hereditario; se restringieron las manifestaciones religiosas, como procesiones, peregrinaciones, limitandolas a poco mas que los coros parroquiales; se obstaculizaron muchas labores asistenciales, como las de Caritas; en los seis anos siguientes se cerraron la mayoria de los 15.000 colegios religiosos que existian en 1933; lideres de organizaciones catolicas de tipo espiritual, deportivo o propagandistico fueron acosados, apaleados, detenidos y asesinados en fechas tan tempranas como 1933 y 1934, incluyendo al propio ex canciller Bruning, que hubo de abandonar clandestinamente Alemania en 1934 para salvar la vida. Las organizaciones juveniles fueron suprimidas y sus integrantes, incorporados a las Juventudes Hitlerianas.

A mediados de enero de 1937 se termino la paciencia de la Iglesia alemana. En una reunion de obispos se esgrimieron 17 violaciones del concordato y se acordo que cinco de ellos viajarian a Roma para exponer sus quejas a Pacelli y a Pio XI. Asi nacio la enciclica Mit brennender Sorge (Con profunda preocupacion) , cuyo borrador escribio el cardenal Faulhaber, Pacelli le dio la forma definitiva y Pio XI la firmo a final de mes. El documento fue traducido al aleman, introducido clandestinamente en el Reich, impreso en doce talleres graficos distintos y distribuido a todas las parroquias por medio de miembros de la comunidad catolica. De la buena organizacion que aun conservaban los catolicos en Alemania es prueba innegable que ninguna copia cayera en manos de las diversas policias nazis antes de su lectura el 14 de marzo.

La enciclica, aunque sin citar personalmente a Hitler ni al NSDAP, condenaba energicamente la politica del III Reich para con la Iglesia, la violacion sistematica del concordato, los esfuerzos por terminar con la ensenanza religiosa y demandaba el respeto para las leyes naturales, pero no condenaba explicitamente el antisemitismo.

Pese a la mesura politica empleada por la Iglesia, Hitler reaccionaria como un tigre: exigio que se clausuraran los talleres que habian impreso aquel texto y el encarcelamiento de los propietarios o responsables. Mes y medio despues, durante su discurso del Primero de Mayo, amenazo con reducir a los eclesiasticos a su unica funcion espiritual si se les ocurria desafiar al Estado con nuevas enciclicas, pastorales o documentos por el estilo. Esa reaccion denotaba, entre otras cosas, que la Iglesia y los catolicos alemanes preocupaban a Hitler y que su accion decidida hubiera podido obstaculizar mas la politica nazi, entre otras cosas, sus programas antisemitas.

En 1995 el episcopado aleman, en el cincuentenario de la liberacion de Auschwitz, el mas terrible de los centros nazis de exterminio, lo reconocia explicitamente:

«No fueron pocos los que se dejaron envolver por la ideologia del nacionalsocialismo y permanecieron indiferentes ante los crimenes perpetrados contra las propiedades y la vida de los judios. Otros favorecieron estos crimenes y se convirtieron ellos mismos en criminales. Se desconoce el numero de aquellos que se horrorizaron ante la desaparicion de sus vecinos judios sin tener la fuerza suficiente para protestar en voz alta. Los que los ayudaron hasta poner en peligro su propia vida se quedaron, por lo general, solos. Hoy se lamenta profundamente que solo hubiera esporadicas iniciativas a favor de los judios perseguidos y no hubiera una publica y explicita protesta, ni siquiera en ocasion del pogrom del mes de noviembre de 1938…» (citado por Andrea Riccardi, El siglo de los martires).

Con todo, segun los datos de la Conferencia Episcopal Alemana, mas de diez mil de sus religiosos y sacerdotes sufrieron persecucion, interrogatorios, calumnias, apaleamientos, detenciones, internamientos en campos de concentracion y 250 perecieron por la defensa de la fe en los campos de exterminio nazis y, alguno de ellos, como Bernhard Lichtenberg, por su lucha expresa contra el antisemitismo.

Cuando Austria fue incorporada al Reich, en mayo de 1938, se aplicaron alli las mismas politicas que en Alemania. Tambien hubo decenas de sacerdotes, religiosos y religiosas muertos en defensa de la fe, auxiliar a judios o mantener posturas antinazis defendiendo la vida o la libertad. Peor seria la suerte de la Iglesia en los territorios ocupados durante la Segunda Guerra Mundial, sobre todo en Polonia, pero tambien en Francia, Italia y demas paises sojuzgados, donde fueron asesinados muchos millares de sacerdotes, religiosos y religiosas.

La idea que sobre la Iglesia catolica tenia Hitler era clara: exterminio siempre que no se plegara a sus designios. En diciembre de 1941, cuando aun pensaba que su victoria militar era indudable, fantaseaba sobre el futuro y veia que uno de los objetivos que le quedarian por cumplir seria la extincion del catolicismo: «La guerra llegara a su termino y yo, ante la solucion del problema de la Iglesia, tendre la ultima gran tarea de mi vida.» La Iglesia habia negociado con el monstruo suponiendo que podria dominarlo y solo se gano su desprecio. La Iglesia no fue la unica enganada: las democracias occidentales tambien hubieran podido frenarle y optaron por tratar de convivir con el hasta que se hallaron abocados a la guerra.

De cualquier forma, este es un asunto sobre el que la Historia todavia no ha escrito su version definitiva: quedan por investigar los papeles de la epoca, que el Vaticano pondra a disposicion de los investigadores a partir de 2003. Pero no adelantemos acontecimientos.

LA INQUISICION NAZI

Volvamos a aquella aprobacion de la Ley de Plenos Poderes por el Reichtag en la tarde del 23 de marzo de 1933. Con tal arma en sus manos ya nada podria detener a Hitler. Los primeros destinatarios de su furor y poder omnimodo fueron los judios. El primero de abril de 1933 se convoco una jornada de boicot contra ellos; se promulgo, a continuacion, una serie de decretos que ordenaban abandonar a todos los «no arios» sus puestos en la Administracion, la Universidad, la Jurisprudencia y la Medicina. Esas medidas afectaron a muchos millares de judios, que hubieron de cambiar de trabajo o se exilaron. El caso mas espectacular fue el de Einstein, profesor de Fisica en Berlin, que emigro a Estados Unidos en 1933. El propio presidente Hindenburg, que apenas si se enteraba ya de lo que estaba ocurriendo, escribio a Hitler una carta protestando por aquellas medidas y recordando los relevantes servicios de los judios durante la Gran Guerra: «… Si fueron dignos de luchar y desangrarse por Alemania, tambien debe considerarseles merecedores de seguir sirviendo a la patria desde sus trabajos profesionales.» Hitler esgrimio ante el presidente sus razones, le prometio ser clemente y no revoco ninguna de sus disposiciones, aunque momentaneamente pospuso el paquete de medidas antisionistas que ya tenia meditadas.

El siguiente paso afectaria al mundo de las ideas. Goebbels, ya para entonces ministro de Propaganda, organizo la quema de obras literarias, politicas o filosoficas de todos aquellos autores considerados contrarios a las ideas nacionalsocialistas. En las piras que se encendieron en Berlin, primero, y luego en toda Alemania, ardieron las obras de Mann, Remarque, Proust, Wells, Einstein… Ni siquiera literatos del pasado, como Heine o Zola, se salvaron de la quema. El mismo destino les estaba reservado a los cuadros de los pintores odiados por Hitler, como Kandinsky, Klee, Nolde, Dix, Picasso, Kokoschka o Van Gogh, que se salvaron de las llamas porque Goebbels convencio al Fuhrer de que lo interesante era retirarlos de la vista del publico y, luego, venderlos en el mercado internacional, ya que habia gentes dispuestas a pagar elevados precios por ellos.

La segunda parte de este ataque nazi llego al mundo de la ensenanza. Todos los jovenes de ambos sexos, desde los diez a los dieciocho anos, debian integrarse en las Juventudes Hitlerianas, aunque la afiliacion no se hizo obligatoria hasta 1939. Comportaba tales desventajas no afiliarse que la mayoria de los ninos y jovenes alemanes terminaria por figurar en ella. En la Universidad, los estudiantes fueron obligados a integrarse en la Organizacion de Estudiantes Alemanes, a trabajar para el Estado cuatro meses al ano y a pasar otros dos mas en un campamento de las SA.

La ideologia nazi se dejo sentir profundamente tambien en el contenido didactico de todos los niveles de la ensenanza. Fueron tergiversadas la Historia, la Literatura y la Lengua alemanas y el fanatismo llego hasta la Biologia, cuyos capitulos sobre genetica hubieron de soportar las manipulaciones de los teoricos nazis sobre la superioridad aria. No menos drastico fue el ataque sufrido por el profesorado poco adepto o de origen semita: de los 7.700 profesores que componian las plantillas de la Universidad, mas de 1.100 debieron dejar las aulas; entre ellos estuvieron los premios Nobel Albert Einstein, Thomas Mann, Gustav Hertz, Fritz Haler y James Franck. De los que se quedaron, cerca de un millar estaba afiliado al partido y otros se mostraron entusiastas del nuevo sistema, como el filosofo Martin Heidegger, rector de la Universidad de Friburgo, que llego a decir: «Las ideas y los dogmas no deben ser la razon de vuestra existencia. El Fuhrer y solo el es el presente y el futuro

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