Hitler comenzo a considerar que Rohm seria demasiado peligroso si sus SA estuvieran dotadas de armas de guerra, por mas que aquellas pertenecieran a la Reichswehr. Su tremenda desconfianza se vio confirmada cuando Rohm, fanfarron e incauto, comento en una sobremesa que los acuerdos con el ejercito estaban paralizados porque Hitler era prisionero del «morfinomano» Goering y del «politicastro» Goebbels, que trataban de impedir la evolucion de las SA porque le odiaban y envidiaban. «Pero -siguio-esta situacion no va a continuar. Si Adolf no quiere, emprendere yo la marcha y mas de cien mil me seguiran.» Horas despues, tan imprudente declaracion estaba sobre la mesa del ministro del Ejercito, Von Blomberg, y poco despues llegaba a manos de Hitler.
A partir de ahi fueron enrareciendose las relaciones entre el ejercito y las SA y, al mismo tiempo, Rohm comenzo a ser evitado por los personajes del partido y seguido minuciosamente en todas sus actividades por un colaborador de Himmler: Reinhard Heydrich, un teniente de navio de extraordinaria inteligencia que desempenaba la jefatura del servicio de seguridad de las SS. Este hombre, consumido por la ambicion, veia que la inminente ruina de Rohm entregaria a las SS la preeminencia dentro de las fuerzas paramilitares nazis y, por tanto, impulsaria poderosamente su carrera politica. En adelante concentraria todos sus esfuerzos en desprestigiar a Rohm, en difundir rumores sobre sus vicios reales o inventados y en rodearle permanentemente de un aire de conspiracion. Von Blomberg comenzo a recibir un rosario de informes falsos o parciales, trufados con algunos datos verdaderos pero irrelevantes o conocidos, cuyo efecto era tenir de verosimilitud aquella conspiracion. Segun ellos, las SA se armaban en secreto, con el proposito de asaltar el poder. A finales de junio de 1934, Heydrich piso el acelerador: el dia 23, un telegrama anonimo llegaba a la oficina de informacion de la Reichswehr; segun el, las SA debian armarse con toda urgencia, pues «habia llegado la hora». La maniobra era tan burda que los jefes del ejercito intuyeron pronto quien la habia organizado pero la inquietud estaba sembrada y mas cuando interceptaron listas -supuestamente dirigidas a los miembros de las SA- con los nombres de los militares que deberian ser eliminados cuando triunfase el putsch.
El principal beneficiario de la maniobra, Hitler, comenzo a inquietarse, temiendo que su propia mentira hubiese cobrado vida. Sin embargo, tanto Rohm como los diversos jefes de las SA eran ajenos a toda aquella trama y en aquellos dias disponian las vacaciones de sus hombres y su maxima preocupacion eran los viajes de recreo o las semanas de descanso que se aprestaban a tomar. Era el momento esperado por Hitler, que el 28 de junio se traslado a Essen a la boda de uno de sus Gauleitern. Tras el banquete, los invitados continuaron la celebracion con un baile, momento que aprovecharon Hitler, Goebbels y Goering para retirarse a una habitacion donde planificaron minuciosamente el exterminio de los principales responsables de las SA, con el pretexto de que tramaban una sublevacion. Heydrich les proporcionaba el ambiente adecuado con sus continuos mensajes en los que sostenia la ficcion del putsch: todos los desplazamientos vacacionales, todas las reuniones de amigos para despedirse antes del verano, eran interpretados como movimientos para concentrar tropas, coordinar acciones, trazar planes o impartir consignas. En aquella habitacion, a la que llegaba atenuada la musica de la fiesta, se repartieron los papeles en el exterminio de Rohm y los suyos: Goering regresaria a Berlin, Hitler se trasladaria a Munich y Goebbels, que era el unico en ver clara toda la trama y el papel que cada uno tomaba en ella, decidio quedarse junto a Hitler en un gesto de fidelidad a ultranza; en realidad, el ministro de Propaganda presentia que todo se desarrollaria sobre un terreno extremadamente movedizo y temia alejarse del Fuhrer pues cualquier error en su actuacion le hubiera incluido en el bando de los malditos.
En la madrugada del 30 de junio de 1934 llego Hitler a Munich. La ultima informacion enviada horas antes por Heydrich era que las SA se manifestaban esa noche contra el canciller en la capital bavara. Efectivamente, a su llegada a Munich aun pudo ver el Fuhrer a grupos sueltos que regresaban a sus casas. Lo que no sabia Hitler es que la manifestacion no habia sido dirigida contra el, sino a favor del sistema, y que habia sido convocada mediante ordenes impresas que no conocia ningun responsable local. La maquiavelica mente de Heydrich habia convocado la manifestacion y, a la vez, la habia denunciado al Fuhrer, cuya colera fue exacerbada convenientemente con esta maniobra, de modo que no quedase en el reparo alguno hacia las criminales medidas proyectadas. Inmediatamente comenzaron las detenciones en Munich, efectuadas por agentes de las SS. El propio Hitler se encargo de enviar a la prision de Stadelheim al jefe de la policia muniquesa, Schneidhuber, y al maximo responsable local de las SA, Schmid.
Antes de que amaneciera, llegaba Hitler al hotel de Wiessee, cerca de Munich, donde Rohm habia establecido su cuartel general para las vacaciones, esperando tener alli el descanso que le habian recomendado para reponer su maltrecha salud. Los matones que acompanaban a Hitler arrollaron a los que guardaban al jefe de las SA, adormilados e impresionados por la presencia de Hitler. Algunos de los guardias fueron asesinados a tiros en sus literas; otros, reducidos a culatazos. Cuando llegaron a la habitacion de Rohm les costo despertarle, pues dormia mediante calmantes a causa de una neuralgia. Cuando abrio la puerta se encontro sumido en una especie de pesadilla compuesta por los gritos colericos de Hitler, los empellones de sus teoricos subordinados, la humillacion de las esposas y la sorpresa de verse subido a un autobus de prisioneros incapaces de comprender lo que les estaba sucediendo.
Esa noche, que pasaria al acervo popular como la «Noche de los cuchillos largos» o la «Noche alemana de San Bartolome», fueron detenidos o asesinados todos los responsables de las SA que pudieron ser hallados en Alemania, exceptuando un pequeno grupo cuya salvacion decidio el Fuhrer. Pero no fueron ellos los unicos objetivos de la vesania hitleriana, que aprovecho la ocasion para cobrarse viejas cuentas: las SS mataron a palos en Dachau a Von Kahr, el antiguo comisario general de Baviera que retiro su apoyo a Hitler el 9 de noviembre de 1923, tras el putsch de la cerveceria Burgerbraukeller de Munich. Otras victimas de aquel dia en la capital bavara fueron el fraile jeronimo Stempfle, corrector de estilo del Mein Kampf y el musico Wilhelm E. Schmidt, confundido con un medico del mismo apellido.
En Berlin, Goering actuo con una presteza y una eficacia impropias de su costumbre. Hizo detener y asesinar a cuantos estaban en sus listas e, incluso, extremo su celo homicida, segun presumio en una rueda de prensa posterior: «… he superado los objetivos que se me encomendaron.» Una de sus victimas en aquella jornada fue Gregor Strasser, segundo en la jerarquia nazi hasta 1932. En las afueras de Berlin, aunque a iniciativa de Himmler y Heydrich, fue asesinado el general Kurt von Schleicher, el antecesor de Hitler en la Cancilleria. Los sicarios que asaltaron su casa dispararon tambien contra su esposa, que trato de prestarle auxilio.
En aquella orgia sangrienta no solo cayeron los jefes de las SA y algunos militares y politicos que le eran antipaticos a Hitler, sino que la confusion fue aprovechada por todos los matarifes para saldar cuentas personales, para borrar pistas que pudieran ser comprometedoras o para avanzar peldanos en la escalada hacia el poder. Mas de trescientas personas murieron aquellos dias -hay autores que elevan la matanza a mas de dos mil-, entre ellas todos los internados en la Stadelheim de Baviera. Alli, sin juicio alguno, cayeron bajo el peloton de fusilamiento los jefes bavaros de las SS, entre ellos Schneidhuber y Schmid, que antes de morir recibieron como unica explicacion esta sentencia: «El Fuhrer le ha condenado a muerte.» Rohm sobrevivio un dia a la matanza general: el 2 de julio ordeno Berlin que se le entregara una pistola para que se suicidase, pero la rechazo desdenosamente: «Si Adolf quiere matarme, que haga el el trabajo sucio»; ante su actitud, los carceleros recibieron la orden de disparar sobre el desde la puerta de la celda. El capitan Ernst Rohm, uno de los camaradas de primera hora de Hitler y uno de los nacionalsocialistas que mas hicieron para llevarle hasta el poder, fue perseguido aun despues de muerto: la version oficial de su detencion aseguraba que habia sido sorprendido en la cama con un jovencito.
Viktor Lutze, afiliado al NSDAP desde 1922 y jefe de las SA en varios Gausen, traidor a Rohm y complice de Hitler en la «Noche de los cuchillos largos», fue recompensado por el Fuhrer con la jefatura de las SA, pero esa organizacion fue, poco a poco, pasando a un segundo plano, mientras que eran potenciadas las SS y su jefe, Himmler, se convertia en uno de los personajes mas poderosos de Alemania y en el mas siniestro, acumulando cargos como la direccion de todos los campos de concentracion y, tiempo despues, la jefatura de la policia de todo el pais y el segundo puesto en el Ministerio del Interior.
El 13 de julio Hitler se presento ante el Reichstag, por entonces ya solo compuesto por gentes del NSDAP, y explico aquellos crimenes como una medida necesaria para salvar al pais. Pese a hablar ante su publico, se asusto ante la terrible verdad y falseo las cifras, reduciendolas a la tercera parte. Al final de su intervencion dijo que si fuera acusado de no haberse atenido a la ley, ordenando las ejecuciones sin los juicios