previstos, el responderia que «en esa hora crucial era responsable del destino de la nacion alemana y que consideraba al pueblo aleman como juez supremo».

Una de las personalidades que salvaron la vida la «Noche de los cuchillos largos» fue Von Papen, gracias a la proteccion de Goering, pero el curtido politico estimo que aquel juego era demasiado peligroso para su salud, de modo que presento su dimision a Hitler como vicecanciller, dandole las gracias, eso si, por «haber salvado al pais con su valerosa intervencion contrarrevolucionaria del 30 de junio». Hitler le dejo marchar, no sin burlarse junto a sus colaboradores intimos de la angustia y el miedo del hombre que le habia abierto las puertas del poder; pero no tardaria en llamarle nuevamente a su lado.

Desde su llegada al poder Hitler activaba las conspiraciones de los nacionalsocialistas austriacos contra el canciller Engelbert Dollfuss, pues mantenia viva la idea -cultivada durante su juventud en Viena, expuesta en el programa nazi de 1920 y descrita detalladamente en el primer capitulo de Mein Kampf- de unir Austria a Alemania y el pequeno canciller austriaco, al que burlonamente llamaba Millimetternich -un juego de palabras compuesto por milimetro y Metternich- constituia el maximo obstaculo para sus propositos anexionistas. Los nazis austriacos, apoyados con dinero y agentes alemanes y alentados a la accion desde Berlin, planearon secuestrar al Gobierno austriaco y sustituirlo por otro mas proximo a los intereses de Hitler y, a la vez, que tuviera las simpatias de Mussolini, enemigo declarado de cualquier operacion contra el canciller austriaco, del que era amigo y vecino en la estacion termal italiana de Riccione, donde ambos estaban citados precisamente para el 26 de julio.

El dia 25 de julio de 1934, poco antes de las doce, tres grupos de las SS austriacas pusieron en marcha su plan para eliminar al Gobierno. Uno debia tomar el Ministerio del Interior, otro la emisora de radio y el tercero, la Cancilleria, pero el plan habia sido descubierto y las fuerzas de policia y del ejercito capturaron a dos de los grupos y solo parte de los conspiradores del tercero, unos 150, consiguieron entrar en la Cancilleria, donde no hallaron reunido al Gobierno, pues los ministros, ante el aviso de la policia, habian retornado cada uno a su ministerio. Si encontraron, sin embargo, al canciller Dollfuss, que fue gravemente herido en la refriega entre asaltantes y fuerzas de seguridad.

Mientras Dollfuss se desangraba, los conspiradores nazis se atrincheraron en el edificio y sostuvieron su resistencia -sin permitir que el canciller fuera auxiliado por un medico ni retirado a un hospital- hasta las 19.30 h, en que entregaron las armas a cambio de un salvoconducto para alcanzar Alemania. Cuando entro la policia en la Cancilleria y hallo muerto al canciller, Kurt von Schuschnigg -que se habia hecho cargo de la jefatura provisional del Gobierno- no se considero obligado a cumplir la promesa dada a los magnicidas, que fueron encarcelados, juzgados y trece de ellos ahorcados. De cualquier forma, los responsables del fracasado golpe de Estado lograron huir y refugiarse en Alemania.

Mussolini recibio la noticia de la muerte de Dollfuss poco mas tarde de las 20 h y, acompanado de su esposa, Donna Rachele, se dirigio al cercano chalet donde Frau Dollfuss cuidaba de una hija enferma, mientras se retorcia de angustia ante las alarmantes noticias que llegaban de Viena. Mussolini, personalmente, le comunico la muerte de su marido y puso un avion a su disposicion para que se trasladara a Viena, mientras Donna Rachele se hacia cargo de la nina enferma. Horas despues, el Duce puso en estado de alerta a las tropas del norte de Italia, con la orden de marcha hacia la frontera alemana para el dia siguiente. Se trataba solo de «un farol», porque Mussolini sabia que Gran Bretana no le apoyaria en una guerra y el Duce conocia muy bien las limitaciones de su ejercito como para embarcarse en una aventura militar de consecuencias impredecibles.

El envite italiano situo a Hitler al borde del precipicio. El Fuhrer se hallaba en Bayreuth asistiendo al festival wagneriano cuando se entero del golpe nacionalsocialista austriaco. Por un lado se sintio satisfecho pero, por otro, comenzo a encontrarse muy incomodo: no tenia aquella situacion bajo su control y, por tanto, desconfiaba que pudiera salir bien; ademas, no habia calibrado las consecuencias de la conspiracion. El 25 de junio asistia a la representacion de El oro del Rin cuando fue informado de que los asaltantes de la Cancilleria de Viena estaban cercados, mientras el Gobierno austriaco tenia plena libertad de accion. Se sintio muy contrariado, aunque continuo en el teatro. Cuando termino la obra le comunicaron la muerte de Dollfuss, ante lo que resolvio irse a un restaurante y sostener su programa para aquel dia como si los sucesos de Austria no tuvieran nada que ver con Alemania ni con su canciller.

Sin embargo, paso las horas siguientes en una inquieta espera, hasta que su embajada en Roma informo que, sin duda alguna, las tropas italianas estarian al dia siguiente en la frontera. Mussolini estaba dispuesto a considerar cualquier peticion de ayuda por parte de Austria. Eso sumio a Hitler en una profunda angustia. Si Austria pedia apoyo a Italia y ambas atacaban a Alemania podian ocurrir dos cosas: que el agonizante Hindenburg rechazase la guerra, en cuyo caso ofreceria a los austriacos su cabeza y seria arrojado de la Cancilleria por la Reichswehr, o que decidiera combatir. Si habia guerra, Alemania lucharia en una tremenda inferioridad numerica, pues los ejercitos austriacos e italianos les triplicaban en numero y en medios de combate, ya que Italia disponia de aviones, artilleria y buques de guerra, armas prohibidas a Alemania por la paz de Versalles y, por tanto, escasas, aunque Berlin hubiera estado vulnerando los acuerdos con ayuda de Moscu. Mas aun, en los mercados internacionales austriacos e italianos hallarian quienes les vendiesen cuanto necesitaran, mientras que Alemania se encontraria sola. La derrota era, pues, mas que probable y su ocaso politico, fulminante. Hitler se retorcia de impotencia y de colera. No podia permitir una declaracion de guerra que le seria nefasta. Habia que buscar una salida politica. Entonces se acordo de Von Papen, probablemente el unico hombre en Alemania que podria negociar en Viena y que estaria dispuesto a hacerlo en nombre de Hitler.

El 27 de julio Franz von Papen llego a Bayreuth y expuso sus condiciones, que el Fuhrer acepto sin pestanear: destitucion de Theo Habicht, un nacionalsocialista austriaco que gozaba de prebendas y honores en Alemania y maximo responsable del magnicidio; compromiso de negar toda colaboracion a los nacionalsocialistas austriacos y la renuncia alemana a cualquier intento de obtener por la fuerza la anexion de Austria. Tan solo eso basto para desinflar el contencioso en las fronteras. La anexion de Austria era cosa de tiempo, pero estaba decidida; las encuestas de opinion daban mayoria a los partidarios de la union con Alemania y, a aquellas alturas, las potencias vencedoras en la Gran Guerra no se opondrian a ella.

Pero Hitler habia perdido, momentaneamente, interes en este asunto. Respiro aliviado cuando comenzo la mision de Von Papen e, inmediatamente, debio de ocuparse de otro asunto perentorio: Hindenburg se moria. El Presidente habia abandonado Berlin a comienzos de junio, y aun pudo hacerlo por su propio pie, para dirigirse a su finca de Neudeck, en Prusia, donde deseaba morir y ser enterrado, porque alli estaba sepultada su mujer. A finales de junio ya no podia levantarse de la cama y, a mediados de julio, los medicos suponian que su fallecimiento se produciria de un momento a otro. El 30 de julio, el vencedor de Tannenberg agonizaba. Hitler suspendio su temporada de opera y se dirigio a Prusia, llegando a Neudeck el dia 31. Pese a la negativa inicial de los medicos, Hitler porfio hasta que se le permitio ver unos minutos a solas al Mariscal. Cuando abandono la habitacion, aseguro que Hindenburg habia tenido un momento de lucidez y que habia hablado con gran serenidad. Los medicos dudaron mucho de que tal lucidez se hubiera producido, pero la propaganda de Goebbels saco partido a aquellos minutos, asegurando que Hindenburg habia reconocido a Hitler y que le habia dado ciertas recomendaciones.

La agonia de Hindenburg concluyo a las 9 h del 2 de agosto de 1934. El medico, Sauerbruch, que velaba a su cabecera, aseguro que horas antes pudo escuchar como el anciano musitaba «Mein Kaiser, mein Vaterland» -«Mi kaiser, mi patria»-. Pero no se habia enfriado aun el cadaver del presidente cuando el Boletin Oficial del Reich publicaba un decreto segun el cual el cargo de presidente quedaba vinculado al de canciller y, por tanto, todas las atribuciones presidenciales «convergen en la persona del Fuhrer-canciller Adolf Hitler, el cual nombrara a sus mas allegados colaboradores», cosa que se apresuro a hacer designando un nuevo Gobierno, en el que la mitad de los ministros eran nazis. Asi obtuvieron sus carteras Hess, Seldte, Darre y Rust, ademas de los que ya las tenian: Goering, Goebbels y Frick.

Von Blomberg, que seguia en el Ministerio de Defensa, tuvo que firmar el decreto segun el cual todos los miembros del Ejercito deberian prestar el siguiente juramento, del que -segun el historiador H. S. Hefner- no existia precedente alguno en Alemania y que tenia una enorme trascendencia, pues solo podia romperse con la muerte: «Juro por Dios obediencia incondicional al Fuhrer del Reich aleman, de su pueblo y jefe supremo del Ejercito, Adolf Hitler, y estoy dispuesto como soldado a ofrendar mi vida en aras de este juramento.» Von Blomberg -conocido como «leoncito de goma», por su pretension de ofrecer un fiero aspecto respaldado por una nula energia- emitio tambien la orden de que todos los militares deberian dirigirse a Hitler

Вы читаете El Ultimo Dia De Adolf Hitler
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату