novia.
Yong no tardo en devolverle la llamada para informarle de que se habia encargado de todo y que lo recogeria en la estacion.
Por lo que Chen sabia, Yong era una bibliotecaria normal y corriente que iba en una vieja bicicleta a su trabajo, lloviera o tronara.
Aun le resulto mas sorprendente que Yong no empezara a hablar de inmediato sobre Ling, tal y como el habia previsto. Yong, una mujer esbelta de casi cuarenta anos, con el pelo corlo, tez algo osuna y rasgos bien definidos, solia hablar deprisa y en voz alta. Habia algo misterioso en su silencio.
Despues de torcer bruscamente por Dongdan y pasar junto al cruce de la Ciudad de los Farolillos, el coche viro varias veces mas en rapida sucesion antes de adentrarse lentamente en un callejon estrecho y sinuoso de la zona oriental de la ciudad. Chen no veia demasiado bien a traves de las ventanillas tintadas en ambar.
La entrada del callejon le resulto familiar y extrana a un tiempo. Estaba flanqueada por objetos indescriptibles, colocados de cualquier manera.
– ?El hotel esta en un
En Pekin, los callejones, conocidos como
– Lo has olvidado por completo, ?verdad? -inquirio Yong con una sonrisa de complicidad-. Un hombre distinguido no puede evitar olvidarse de ciertas cosas. Vamos a mi casa.
– ?Ah! Pero ?por que?
– Para recibir al viento, como en nuestra antigua tradicion. ?No te parece adecuado que primero te de la bienvenida en mi casa? El hotel esta muy cerca, al final del callejon. Lo encontraras facilmente; andando son tres o cuatro minutos.
Podria haberselo dicho por telefono. Pero ?a que venia la limusina? Yong pertenecia a una familia normal y corriente, a diferencia de Ling.
Habia estado aqui varios anos atras, cuando salia con Ling, recordo Chen, mientras el coche se detenia frente a una casa
Tras apearse de la limusina, Chen vio una casa aislada en un callejon en ruinas. La mayoria de las casas del callejon habian sido derruidas o semiderruidas, y el suelo estaba lleno de escombros.
– El Gobierno municipal quiere construir aqui un nuevo complejo residencial, pero nosotros no pensamos irnos. No hasta que nos compensen como es debido. Es nuestra propiedad.
– ?Tu aun vives aqui?
– No, tenemos otro piso cerca de la calle Nueva.
Pertenecia a una de esas «familias clavo», que resistian hasta que las desalojaban por la fuerza. Circulaban muchos rumores sobre la incidencia de problemas como este en el plan de desarrollo urbanistico de la ciudad.
Desde el patio, Chen observo que todas las habitaciones estaban a oscuras, salvo la de Yong.
Cuando Yong lo condujo hasta el interior de su habitacion, Chen no se sorprendio demasiado al ver a Ling alli sentada, apoyada contra la ventana de papel. La miro con una abrumadora sensacion de
En la limusina, Chen habia empezado a sospechar que Yong habria organizado algun encuentro. Sin embargo, Ling parecia realmente sorprendida y se puso de pie en cuanto lo vio. Parecia que hubiera venido directamente de alguna reunion de negocios: llevaba un vestido mandarin de saten morado y un bolso de la misma tela y el mismo color. El vestido parecia hecho a medida, como los que solian aparecer en las revistas de modas.
El inspector jefe no vio ningun banquete para «recibir al viento» sobre la mesa, como Yong habia prometido. Solo habia una taza de te para Ling. Yong se apresuro a servirle una taza a Chen, y les indico a ambos con un gesto que se sentaran.
– Esta noche mi humilde morada resplandece gracias a la presencia de dos distinguidos invitados -dijo Yong-. Ling, directora de varias grandes empresas de Pekin, y Chen, inspector jefe del Departamento de Policia de Shanghai. Mi «familia clavo» ha existido por una buena razon.
– Deberias habermelo dicho -le recrimino Ling.
Eso mismo pensaba Chen, pero se limito a decir:
– Estoy muy contento de verte, Ling.
– He de irme a toda prisa a mi piso nuevo -explico Yong-. Mi marido trabaja en el turno de noche, y tengo que cuidar a mi hijita.
Era una excusa demasiado obvia. Yong habia empleado una treta parecida con anterioridad. Los recuerdos empezaron a volverle a la memoria.
Yong se marcho rapidamente, como hiciera anos atras. Cerro la puerta tras de si y los dejo a solas en la habitacion.
Pero las cosas ya no eran como antes.
Chen no supo que decir. El silencio parecio envolverlos como un capullo de seda.
– Yong es una entrometida -dijo finalmente Ling-. Me arrastro hasta esta habitacion sin explicarme nada, e insistio en que esperara aqui.
– Una entrometida con buena intencion -anadio el, recorriendo con la mirada la habitacion, que apenas habia cambiado.
Todavia estaba la palangana de agua en el palanganero de forja colocado cerca de la puerta. La gran cama, que ocupaba el otro extremo de la habitacion, estaba cubierta por una sabana bordada con un dragon y un fenix, identica a la que recordaba Chen. Y estaban sentados a la misma mesa de madera pintada de rojo, junto a las ventanas de papel que una vieja lampara iluminaba con luz tenue.
Seguramente ese era el efecto que buscaba Yong: el pasado en el presente. Como la ultima vez que estuvieron aqui. Ling, una bibliotecaria, y el, un estudiante universitario. En aquella epoca, Ling aun vivia con sus padres, mientras que Chen compartia con otros cinco estudiantes una exigua habitacion en una residencia estudiantil. Era dificil encontrar un lugar tranquilo donde poder estar juntos, por lo que Yong los invito a su casa, y, nada mas llegar, los dejo solos tras darles una excusa.
Aquella era una noche como esta. Pero esta noche, como en el pareado de Li Shangyin:
El sentimiento, que despues reviviriamos
al recordarlo, ya era confuso.
– Recibi el libro que me enviaste desde Londres -dijo Chen-. Muchisimas gracias, Ling.
– ?Ah! Lo vi por casualidad en una libreria.
– Entonces, ya has vuelto de tu viaje. -Chen era consciente de que acababa de decir una estupidez. Sabia que Ling habia pensado en el durante su luna de miel, pero ?que otra cosa podia decirle el?-. ?Cuando regresaste?
– La semana pasada.
– Podrias habermelo dicho antes.
– ?Por que?
– Porque hubiera podido… -«… comprarte un regalo de boda…», se dijo Chen.
A continuacion se produjo otro breve silencio, como en un pergamino con dibujos tradicionales chinos, en el que los espacios en blanco tienen mas significado que las partes dibujadas.
Siempre hay una perdida de significado
en lo que decimos o no decimos,
pero tambien hay un significado
en la perdida de significado.
– Por cierto, ?fuiste al museo de Sherlock Holmes? -pregunto Chen, intentando cambiar de tema.
– Ahora eres realmente inspector jefe -respondio ella, contemplando el te frio-. Un poli por encima de