En realidad, nadie me prestaba atencion. Hablaban entre ellos en cada mesa y de vez en cuando alguno se volvia a mirar hacia la otra habitacion. Casi todos eran hombres. Con disimulo, sin hacerme notar, me puse a observar a las unicas dos mujeres. Una era baja y gorda, con ojos como hendiduras y juntos, una expresion brutal. Estaba con dos hombres de aspecto insignificante y hablaba siempre ella, en voz baja y con una ira en el tono contenida con esfuerzo.
La otra era morena y guapa, aunque debia de tener por lo menos quince anos mas que yo. Un sueter de lana con escote en uve dejaba entrever el comienzo de la linea de los pechos. En aquella sala era la unica que yo hubiera querido que se fijara en mi. Pero estaba muy interesada en un tipo con americana, corbata y encendedor de oro macizo.
Estaba yo fantaseando acerca de la senora morena, y no eran justamente pensamientos que hubiera comentado con mis viejas tias, cuando Francesco se materializo en la silla que habia frente a mi.
– Emma.
– ?Perdon? -dije, despues de un pequeno sobresalto.
– Se llama Emma. Es la mujer separada de C.M. El de los congelados, no se si lo tienes presente. Quince millones al mes por alimentos y casa con vistas a la plaza Umberto. Un poco retocada aqui y alla, pero en conjunto una tia buena. ?No pediste nada de beber?
– No habia nadie…
Francesco se levanto, paso detras de la barra y lleno dos vasos de whisky. Volvio a la mesa y me paso uno. Luego encendimos los cigarrillos.
– Dime, ?por que hiciste eso esta noche?
– No se. Nunca en mi vida le habia dado un cabezazo a alguien.
– ?Que raro! Por el modo en que le rompiste la nariz parecias un profesional. ?Te enseno alguien?
Efectivamente, alguien me habia ensenado.
A los catorce anos, mis amigos y yo soliamos ir a un salon de billar cerca de casa. Generalmente jugabamos al ping-pong y al pool. Los clientes no eran gente precisamente elegante y una vez dije una palabra de mas a uno que, a los dieciseis anos, ya era un criminal. Quiero decir un verdadero criminal. Era camello y robaba automoviles, entre otras cosas. Nunca supe su nombre, pero, cuando no estaba, todos lo llamaban 'u Zuzzus, el Puerco. La higiene personal no era su principal pasion.
Naturalmente, me estaba haciendo sonar como un bongo sin que mis amigos hicieran nada. Lo unico que faltaba era que comenzaran a silbar mirando hacia otra parte. Asi y todo, mientras yo recibia los golpes tratando de minimizar el dano, otro se puso en medio. El tambien era un criminal, era mayor -tal vez dieciocho anos-, mas corpulento que el otro y sobre todo notablemente mucho mas peligroso.
Se llamaba Feluccio. Feluccio 'u Gress, el Grande. Controlaba negocios ilegales y hacia respetar el orden en toda la manzana del salon de billar. Tenia una idea personalisima del orden, pero eso es otro asunto. Por razones desconocidas, yo le caia simpatico.
Me ofrecio una cerveza Dreher y un trapo con hielo para los moretones. Dijo que yo no podia permitir que me golpearan de ese modo. Dije que si podia, y de que modo, y lo acababa de demostrar, pero el no capto la sutil ironia. Estaba preocupado por mi destino en la jungla urbana y decidio convertirme en su alumno. Habia desarrollado un metodo propio de combate. Si hubiera nacido en Oriente tal vez se habria convertido en un gran maestro. En cambio estaba en Bari, en el barrio Liberta, y era Feluccio 'u Gress, campeon de pelea en la calle y de golpes en el estadio. Y no solo eso.
En el patio del fondo del salon de billar, Feluccio 'u Gress me enseno a dar cabezazos en la nariz, rodillazos en las pelotas, bofetadas en las orejas para ensordecer al adversario, codazos en la barbilla. Me enseno a derribar a uno mayor que yo tirandole del cabello y dandole al mismo tiempo un puntapie en la parte de atras de la rodilla.
No se hasta donde habriamos llegado si un dia los carabinieri no hubieran arrestado a mi maestro por un robo. Asi termino mi aprendizaje en el arte de las peleas callejeras.
– Por eso se dar cabezazos. Por lo menos esta noche descubri que funciona.
– Es una buena historia -dijo Francesco cuando termine de contarla.
– Es verdad, una buena historia. ?Que es este lugar?
– Ya lo ves, ?no? Es, digamos, una especie de casino. Ilegal, por supuesto. Aqui la gente viene a jugar. En la primera habitacion se juega, pero de modo tranquilo. En las otras -hizo un movimiento vago con la mano-, se juega con mas seriedad.
Bebio un sorbo de whisky y volvio a hablar, restregandose los ojos.
– Hable con aquel amigo -hizo el mismo movimiento con la mano-, y ahora podemos quedarnos tranquilos. Alguien ira a buscar a nuestros amigos de esta noche y les explicara que es mejor que no tengamos otro encuentro.
– ?Como es que conoces… a esta gente?
– A veces vengo a jugar.
En aquel momento llego otro grupo de personas. Tres mujeres mas o menos de mi edad y dos hombres mucho mayores. Como minimo estaban en la cuarentena, con Rolex, trajes costosos y caras en sintonia. Una de las jovenes contemplo largamente a Francesco, como si tratara de encontrar su mirada. Pero no lo consiguio.
– Diria que es hora de irnos, a menos que tengas ganas de probar en alguna mesa.
– No, no. Vamos.
Nos levantamos y fuimos hacia la salida. Francesco no hizo ademan de pagar el whisky. Yo estaba a punto de decir algo, temiendo que un energumeno nos siguiera por la escalera y nos disparase a las piernas como castigo por insolvencia fraudulenta. Despues pense que Francesco sabia lo que hacia. Tal vez le fiaran en aquel garito, perdon, casino, y al final no dije nada. La joven siguio a Francesco con la mirada hasta que salimos de la habitacion. Saludamos al senor que estaba en la puerta, saludamos al que estaba en la escalera y salimos al patio.
Cuando llegamos al portal de mi casa, Francesco me pregunto si me interesaria una partida de poquer una de esas noches. En casa de amigos, se apresuro a precisar al percibir la perplejidad de mi mirada. Le di mi numero de telefono, lo memorizo sin escribirlo, y nos saludamos con un apreton de manos.
Desde la ventanilla bajada, cuando ya me habia apeado del coche y luchaba con la cerradura defectuosa de la puerta, dijo que estaba en deuda conmigo. Me volvi y ya habia partido.
Me fui enseguida a la cama y permaneci despierto hasta que la luz del amanecer comenzo a filtrarse por las rendijas de las persianas.
5
Era un estudiante modelo. Ultimo ano de Derecho, adelantado en los examenes, tesis en Derecho Penal casi lista y ninguna nota inferior a treinta en el expediente. En junio me graduaria y luego decidiria que hacer. Carrera universitaria u oposiciones para acceder a la magistratura. Todo muy claro, muy preciso, muy regular.
Hacia casi dos anos que estaba con Giulia. Tenia mi misma edad, estudiaba Medicina y seria medica, como su padre. Era menuda y bonita. Yo le gustaba mucho a su madre. En realidad, siempre les habia gustado a las madres de mis novias.
Todo era perfecto.
Francesco me telefoneo cuatro o cinco dias despues, cuando el fin de ano ya habia pasado y corria 1989.
?Continuaba interesandome la idea de aquella partidita de poquer? Me interesaba. Entonces la cita era para las diez de la noche en casa de una persona que yo no conocia. Me dio el nombre y la direccion y le dije que alli estaria.
A las nueve discuti con Giulia -la primera pelea de verdad desde que estabamos juntos, pero no la ultima-, y a las diez estaba en la direccion que me habia dado Francesco.
Traia conmigo casi quinientas mil liras, que para mi eran una autentica fortuna. No queria parecer un miserable.