Gianrico Carofiglio

El pasado es un pais extranjero

Titulo original: Il passato e una terra straniera

Traduccion: Clara Gimenez Gimenez

PRIMERA PARTE

1

Ella esta apoyada en la barra, esta sola y bebe un zumo de frutas. En el suelo, junto a las piernas, tiene un bolso de cuero negro y no se por que motivo me siento atraido justamente por ese detalle.

Me mira con una insistencia molesta. Pero cuando nuestras miradas se cruzan, desvia la suya. Pasan pocos segundos y me mira de nuevo. Esto se repite varias veces. No la conozco y, al principio, me pregunto si en realidad me esta mirando a mi. Hasta siento el impulso de controlar si hay alguien a mis espaldas, pero me contengo. Detras de mi mesa solo esta la pared y lo se bien porque me siento alli casi cada dia.

Ahora ha terminado de beber. Apoya el vaso vacio en la barra, coge el bolso y se acerca. Tiene cabellos cortos, oscuros, y las maneras decididas pero no del todo espontaneas de quien ha estado luchando mucho tiempo contra su timidez.

Esta ante mi mesa. Durante algunos segundos se queda sin decir nada, mientras yo busco una expresion adecuada. Sin lograrlo, creo.

– No me reconoces.

No es una pregunta y tiene razon: no la reconozco. No la conozco.

Entonces dice un nombre, algo mas y despues, tras una breve pausa, pregunta si puede sentarse. Contesto que si. O tal vez hago un movimiento de cabeza o un gesto con la mano senalando la silla. No se.

Durante un tiempo indefinido no digo nada. Y ademas, hablar no es facil. Hasta hacia algunos minutos yo estaba alli desayunando, como cada manana, preparandome para un dia como cualquier otro, cuando de pronto fui engullido por un torbellino y me encontre en otra parte.

En un lugar misterioso y extrano.

Lejos.

2

Eramos cuatro en la mesa. Un tipo flaco y triste, aparejador. Despues Francesco, yo y el dueno de casa. Se llamaba Nicolas, tenia alrededor de treinta anos, era gordo, fumaba mucho y respiraba mal. Su nariz obstruida producia un ruido ritmico y fastidioso.

A el le tocaba mezclar y dar las cartas. Todavia repetia el truco de hacerlas sonar, divididas en dos mazos que tenia entre el pulgar y el indice, pero estaba cansado. Y nervioso. Media hora antes estaba ganando casi un millon, pero en tres o cuatro vueltas se habia pulido casi toda la ganancia. Francesco ganaba, yo estaba mas o menos igualado, el aparejador perdia mucho. Estabamos comenzando la penultima vuelta de teresina, esa variante del poquer descubierto.

– Corta -dijo el gordo despues de hacerlo el. Lo dijo con el mismo aire que habia utilizado toda la noche. Como un profesional, pensaba el. Un buen modo para conocer a los tontos en la mesa de poquer y ver si tienen ese toque profesional.

Dio la primera carta cubierta y la segunda descubierta. Con un gesto de profesional.

Diez al aparejador, una dama a Francesco, un rey para mi. A el le toco un as.

– Cien -dijo de inmediato, lanzando al centro de la mesa una ficha ovalada color azul electrico. Enseguida se humedecio el labio superior con la punta de la lengua. Jugamos todos. El aparejador encendio un cigarrillo mientras el gordo daba cartas de nuevo.

Ocho, otra dama, ocho, siete.

– Doscientos -dijo Francesco. El gordo lo miro por un instante con un relampago de odio y despues puso el tambien los doscientos mil en el pozo. El agrimensor salio. Habia perdido durante toda la noche y solo queria que llegara la hora de otra vuelta. Yo jugue.

Diez, rey, diez. Me tocaba a mi y dije doscientos. Los otros jugaron y llego la ultima carta. Ocho a Francesco, nueve para mi, otro nueve para el gordo.

Hable yo, que aposte la minima, y el gordo enseguida dijo «pozo». ?Habia hecho escalera, con tres ochos fuera? Lo mire a la cara y vi sus labios apretados, resecos. Mientras tanto Francesco cerro las cartas, dijo que no jugaba y se incorporo ligeramente como para estirar las piernas.

Eso significaba que yo podia estar tranquilo si tenia mas de un par porque el gordo no tenia escalera. No podia tenerla porque el cuarto ocho era la carta tapada de Francesco. Entonces pedi tiempo. Para pensar, dije, pero en realidad solo queria saborear la sensacion de ebriedad que se vive cuando se hacen trampas en el juego y se esta seguro de ganar.

– No tengo mas remedio que mirar -dije un minuto despues con el tono resignado de quien intuye que va a perder la mano y, encima, ha sido engatusado por un jugador mas astuto y mas afortunado. El gordo tenia dos ases y yo, en cambio, tres reyes. Asi que gane un pozo de casi tres millones, mas del sueldo mensual de mi padre por entonces.

En aquel punto el gordinflon estaba verdaderamente fuera de si. Era obvio que le fastidiaba perder. Pero mas le enfurecia perder con un imbecil. Como yo.

El aparejador gano la mano siguiente, pero en el pozo habia solo monedas. Despues le toco a Francesco dar cartas. Mezclo como de costumbre, de manera comun, hizo cortar y distribuyo.

Primero la carta cubierta y despues la descubierta. Una dama para mi, un rey al gordinflon, siete al agrimensor, as para el.

– Doscientos. En esta mano me desquito.

El gordo lo miro con asco. Aficionado miserable, decia su mirada. Puso los doscientos y despues tambien jugue yo. El aparejador, no.

Las cartas dieron otra vuelta mientras yo me esforzaba en no mirar las manos de Francesco, aunque sabia que de todos modos no habria visto nada extrano. Ni yo ni los demas. Otra dama para mi, otro rey al gordo, otro as para el.

– Si quereis jugar con estos ases teneis que pagar. Trescientos.

El gordo pago sin decir nada, con la misma mirada de antes. Yo me quede pensando un poco, toque las fichas que tenia delante y despues puse el dinero, con aire de estar poco convencido.

Cuarta carta. Diez para mi, jota al gordo, siete para Francesco.

– Otra vez trescientos.

– Veo -dije yo.

– Hasta quinientos -dijo el gordo con su tono de profesional, humedeciendose el labio superior, mientras se esforzaba por controlar su entusiasmo. Su carta cubierta era una jota y pensaba que esa seria su mano. Tanto Francesco como yo jugamos. Yo tenia el aire de quien se lo esta haciendo encima y piensa que el juego empieza a ponerse demasiado serio para el.

Ultima carta. Otro diez para mi, otra jota para el gordo, dama para Francesco, que hizo un gesto de rabia cruzando sus cartas. Era obvio que no podia jugar y que, por lo que parecia, habia tirado un millon neto. Murmuro algo por el estilo pero el gordo lo ignoro. Tenia un full de jotas y reyes y ya estaba disfrutando de su triunfo sin

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