lectura de la sentencia.

Es la praxis en los procesos de este tipo, cuando se preve que los jueces van a permanecer en la Camara del Consejo durante muchas horas o incluso dias. Cuando estan listos llaman al ujier y dicen a que hora saldran de la Camara del Consejo para leer la sentencia. A su vez el ujier llama al fiscal, a los abogados y a la hora establecida todos estan alli, para el acto final.

Segun, pues, la praxis, tendria que haberme ido.

Pero me quede y, tras haber mirado un poco a mi alrededor en la sala desierta, me acerque a la jaula. Abdou se levanto del asiento para acercarse a mi.

Apoye las manos en los barrotes y el hizo un gesto de saludo con la cabeza, esbozando una sonrisa. Yo hice tambien lo mismo, antes de hablar.

– ?Has logrado ir siguiendo el discurso?

– Si.

– ?Entonces?

No contesto enseguida. Como otras veces, tuve la impresion de que se concentraba para no equivocarse de palabras.

– Tengo una pregunta, abogado.

– Dime.

– ?Por que has hecho todo esto?

Si no la hubiera hecho el, antes o despues yo tambien habria tenido que hacerme, aquella pregunta.

Buscaba una respuesta y me di cuenta de que no tenia ganas de hablar a traves de los barrotes. Que autorizaran a Abdou a salir y a hablar en la sala, ni oir hablar de ello. Era contra todas las reglas.

Entonces le pregunte al jefe de la escolta si podia entrar en la jaula.

Me miro con la cara de quien no esta seguro de haber oido bien. Luego miro a sus hombres, levanto los hombros en un gesto de quien renuncia a comprender y ordeno al agente que tenia las llaves que abriera la jaula y que me dejara entrar.

Me sente en el banquillo, cerca de Abdou, y experimente un absurdo sentido de alivio al oir el chasquido del cerrojo al cerrarse de nuevo la reja.

Estaba a punto de ofrecerle un cigarrillo cuando saco una cajetilla y quiso que cogiera uno de los suyos. Diana rojos. Los Marlboro de los presos.

Lo cogi y, despues de haberme fumado la mitad, le dije que no tenia una respuesta para la pregunta que me habia hecho.

Dije que pensaba que habia sido por un buen motivo, pero no sabia exactamente cual era aquel motivo.

Abdou asintio, como si la respuesta lo hubiera dejado satisfecho.

– Tengo miedo -dijo a continuacion.

– Yo tambien.

Fue asi como empezamos a hablar. Hablamos de muchas cosas y todavia nos fumamos dos cigarrillos. En un determinado momento nos entraron ganas de beber y llame al bar con mi movil, para pedir algo. Diez minutos despues llego el chico del bar con la bandeja e hizo pasar a traves de los barrotes dos vasos de te frio. Pago Abdou.

Luego bebimos, bajo las miradas perplejas de los agentes.

A eso de las ocho le dije que salia a dar unos pasos para desentumecer las piernas.

No tenia ganas de regresar a casa o al despacho. Ni de ir al centro y pasear en medio de la gente y las tiendas. Por eso me adentre por las cercanias de los juzgados, en direccion al cementerio. Entre casas populares, de las que llegaban olores de comida un poco quemada, tiendas estrechas, y calles que no recordaba haber pisado nunca antes, en treinta y nueve anos de vida en Bari.

Camine bastante, sin meta alguna y sin pensar en nada. Me parecia estar en otro lugar, y los espacios eran tan feos que de ellos emanaba una fascinacion extrana, escualida.

Habia anochecido y me habia distraido completamente cuando note la vibracion en el bolsillo posterior de los pantalones.

Saque el movil y al otro lado oi la voz del ujier. Estaba un poco agitado.

?Ya habia llamado una vez y no le habia contestado nadie? No lo habia oido, lo lamentaba. ?Estaban listos desde hacia diez minutos? Llegaba enseguida. Enseguida, enseguida. Pocos minutos.

Mire a mi alrededor y tarde un poco para darme cuenta de donde estaba. Para nada cerca. Tenia que correr y lo hice.

Entre en la sala una decena de minutos mas tarde, esforzandome en respirar por la nariz y no por la boca, notando la camisa mojada de sudor que se pegaba a la espalda, intentando ponerme presentable.

Ya estaban todos alli, preparados en sus sitios. Acusacion particular, fiscal, ujier, periodistas y, a pesar del horario, tambien publico. Note que habia tambien algunos africanos, que no habia visto nunca en las otras sesiones.

Apenas me vio, el ujier desaparecio detras de la puerta de la Camara del Consejo. Iba a avisar al tribunal de que finalmente habia llegado.

Me eche la toga a la espalda y mire el reloj. Las nueve y cincuenta y cinco minutos.

El ujier regreso a su sitio y luego, de manera inmediata, sono la campanita y los jueces salieron.

El presidente se dirigio rapidamente a su sitio, con el aire de quien quiere despachar con rapidez una tarea desagradable. Miro primero a la izquierda y luego a la derecha. Se aseguraba de que los miembros del tribunal estuvieran todos en su lugar. Se puso las gafas para leer la sentencia.

Baje la mirada, entrecerre los ojos y escuche los latidos de mi corazon. Fuertes y raudos.

– En nombre del pueblo italiano, la Audiencia Provincial de Bari, leido el articulo 530, parrafo del codigo penal…

Senti una descarga por todo el cuerpo y luego las piernas que se aflojaban.

Absuelto.

El articulo 530 del codigo penal se titula Sentencia de absolucion.

– …absuelve a Thiam Abdou de los cargos que se le imputaron por no haber cometido el delito. Leido el articulo 300 del codigo penal, se decreta el cese de la medida de prision preventiva actualmente en vigor contra el acusado y la inmediata puesta en libertad del susodicho si no esta detenido por otra causa. La sesion se levanta.

Es dificil explicar lo que se siente en un momento como aquel. Porque en realidad es dificil comprenderlo.

Yo permaneci donde estaba, mirando en direccion a los bancos del tribunal, vacios. A mi alrededor voces agitadas, algunos me golpeaban por la espalda y algunos me agarraban de la mano y me la estrechaban. Me pregunte que hacia tanta gente en una sala de una audiencia provincial, el nueve de julio, a las diez de la noche.

No se cuanto tiempo permaneci inmovil.

Hasta que distingui, en medio de las voces, la de Abdou. Me quite la toga y fui a la jaula. En teoria tenian que liberarlo inmediatamente. En la practica era necesario que lo llevaran a la carcel para efectuar todas las formalidades. Estaba todavia alli dentro.

Nos encontramos cara a cara, muy cerca, los barrotes entre medio. Tenia los ojos humedos, las mandibulas apretadas y un temblor en las comisuras de la boca.

Mi cara no era muy distinta, creo.

Nos estrechamos las manos un largo rato, a traves de los barrotes. No de la manera tradicional, la de las presentaciones y la de los hombres de negocios, sino entrelazando los pulgares, los brazos doblados.

Pronuncio solo algunas palabras, en su lengua. No necesitaba un interprete para comprender lo que significaban.

18

Вы читаете Testigo involuntario
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату