metros del mar, esperaba encontrar por lo menos un par de vehiculos aparcados.

Pero la pequena rotonda estaba completamente desierta.

Lo unico que se veia eran huellas frescas en la nieve: rastros de zapatos o de botas que iban de un lado a otro, desde las rodadas hasta uno de los cobertizos. Los copos de nieve ya estaban a punto de cubrirlas.

El Mazda habia girado y se detuvo en el camino detras de ella.

Tilda se puso la gorra de policia, abrio la puerta y salio al viento.

Alli, junto al mar Baltico, nevaba con fuerza. Con ese frio y esa desolacion la costa resultaba de lo mas hostil. Las olas rompian contra la orilla y habian empezado a fragmentar la capa de hielo.

Martin se habia bajado del coche y se le acerco.

– Ese a quien buscas…, ?tenia que estar aqui?

Ella solo asintio. Preferia no hablar con el.

Martin se encamino hacia los cobertizos con paso decidido. Parecia haber olvidado que era profesor y no policia.

Tilda no dijo nada, solo lo siguio.

Al acercarse oyeron un repiqueteo; se trataba de la puerta de uno de los cobertizos, que daba golpes con el viento. Casi todas las huellas conducian a ese cobertizo.

Martin abrio la puerta y echo un vistazo dentro.

– ?Es de el?

– No lo se…, deberia serlo.

Los ladrones siempre temen a otros ladrones, penso Tilda. Les gusta tener buenas cerraduras en sus casas. Si Henrik Jansson se habia olvidado de cerrar era porque habia sucedido algo inesperado.

Se acerco a Martin y echo un vistazo en la oscuridad. Vieron una mesa de carpintero, algunas viejas redes, otros articulos de pesca y herramientas en las paredes, pero poco mas.

– No esta aqui -senalo Martin.

Tilda no respondio. Entro en el cobertizo y se inclino. Sobre las tablas del suelo se veian unas gotitas brillantes.

– ?Martin! -exclamo.

El volvio la cabeza y ella las senalo.

– ?Que te parece esto?

El se agacho.

– Sangre fresca -respondio.

Tilda salio del cobertizo y miro alrededor. Habia alguien herido, quiza le habian disparado o acuchillado, pero aun asi habia conseguido abandonar el lugar.

Bajo por el prado hacia la playa; alli el viento soplaba aun con mas intensidad. Encontro marcas borrosas en la nieve: una larga linea de huellas que se dirigian al norte.

Penso en seguirlas por la playa, pese al viento y el implacable frio del mar, pero las huellas pronto desaparecerian en la nevada.

Por lo que Tilda sabia solo habia dos casas habitadas a una distancia razonable a pie: la granja de la familia Carlsson y, mas al norte, la de los faros de ludden. Henrik Jansson, o de quien fueran las huellas, parecia dirigirse a una de ellas.

Una fuerte rafaga de viento la empujo y Tilda se dio la vuelta.

Regreso a la rotonda.

– ?Adonde vas? -pregunto Martin tras ella.

– Es un asunto confidencial -respondio, y abrio la puerta del coche.

Se sento sin comprobar si Martin la seguia o no. Luego encendio la radio de policia y llamo a la central de Borgholm. Queria informar de la supuesta pelea habida junto a los cobertizos y comunicar que continuaria hacia el norte.

Nadie respondio.

La nevada arreciaba. Tilda arranco el motor, encendio la calefaccion al maximo y acciono el limpiaparabrisas antes de alejarse de los cobertizos lentamente.

Vio por el retrovisor que el interior del Mazda se iluminaba al abrir Martin la puerta. Luego encendio las luces y empezo a seguirla por el camino de grava.

Tilda aumento la velocidad antes de mirar hacia el este y ver que el horizonte habia desaparecido. Una pared blanca grisacea se cernia sobre el mar precipitandose sobre la costa.

29

Al atardecer, Joakim se encontraba en la cocina, mirando como arreciaba la nevada. Pasarian una Navidad blanca en ludden.

Luego escruto la puerta del establo. Estaba cerrada, y alrededor no se veia ninguna huella en la nieve. No habia regresado al establo desde hacia varios dias, aunque no podia dejar de pensar en la habitacion secreta.

Una estancia para los muertos, con bancos de iglesia y la chaqueta de Ethel cuidadosamente doblada sobre uno de ellos, entre otros viejos recuerdos. La habia dejado alli.

Tenia que haber sido Katrine quien la dejara en ese lugar. Debio de encontrar la habitacion durante el otono y depositar la chaqueta vaquera en el banco, sin contarle nada. Joakim ni siquiera sabia que la guardaba.

Su mujer habia tenido secretos para el.

Joakim telefoneo a su madre y se entero de que esta habia enviado la prenda a ludden. Antes de eso, supuso que Ingrid habia colocado la ropa de Ethel en una caja y la habia guardado en el desvan.

– La cogi y la envolvi en un papel marron -explico Ingrid-. Luego se la envie por correo a Katrine… Fue en agosto.

– ?Por que? -pregunto Joakim.

– Bueno, ella me la pidio. Katrine me llamo el verano pasado y me pidio que le dejara la chaqueta. Queria comprobar una cosa, dijo, y entonces se la mande. -Ingrid hizo una pausa-. ?No te lo conto?

– No.

– ?No hablabais?

Joakim guardo silencio. Deseaba responder que claro que hablaban, que confiaban plenamente el uno en el otro, pero entonces recordo la extrana mirada que ella le habia dirigido la noche en que se enteraron de la muerte de Ethel.

Katrine habia abrazado a Livia y habia mirado a Joakim con ojos brillantes, como si hubiera sucedido algo maravilloso.

Cuando oscurecio, Joakim empezo a preparar la cena. Cocinar el menu navideno el 23 de diciembre era un poco pronto, pero deseaba empezar las celebraciones lo antes posible.

Habia sucedido algo parecido el ano anterior. Su hermana se habia ahogado a principios de diciembre, y no pronunciaron su nombre durante las fiestas; en cambio, Katrine y el compraron mas regalos y mas comida que de costumbre. Llenaron la casa de Appelvillan de luz y adornos.

Sin embargo, Ethel estuvo mas que presente. Joakim penso en ella cada vez que Katrine alzaba la copa de sidra sin alcohol y brindaba con el.

Parpadeo para alejar las lagrimas, continuo hojeando las recetas de La buena cocina navidena y se esmero al maximo, mientras las sombras crecian al otro lado de la ventana.

Cocino salchichas y albondigas. Corto el queso en rodajas y la coliflor en tiras y calento las costillas. Horneo el jamon cocido, pelo patatas y paso un pincel con agua y sirope sobre el pan de mosto de cerveza recien cocido. Preparo anguilas, arenques y salmon, y la comida de los ninos: pollo asado y patatas fritas.

Coloco un plato tras otro sobre la mesa de la cocina, y le dio a Rasputin un cuenco de atun fresco.

A las cuatro y media llamo a Livia y a Gabriel.

– ?A comer!

Вы читаете La tormenta de nieve
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату