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El viento que azotaba la costa habia alcanzado la categoria de tempestad. Las fuertes rachas zarandeaban el coche y Tilda tenia que sujetar el volante con fuerza.
«Una tormenta de nieve», penso.
A la luz de los faros los torbellinos de nieve se elevaban desde la carretera como una espiral en blanco y negro. Redujo la velocidad y se inclino hacia el parabrisas para poder distinguir el camino.
La nevada parecia cada vez mas un espeso humo blanco que se arremolinaba sobre la costa. Se formaban taludes de nieve por todas partes donde esta podia fijarse, y rapidamente iban convirtiendose en murallas.
Tilda sabia lo deprisa que podia suceder todo. La tormenta de nieve transformaba el lapiaz en un desierto blanco y helado y volvia las carreteras de la isla intransitables para los coches. Hasta las motos de nieve se hundian en ella y se quedaban atascadas en los taludes.
Se dirigia al norte, y Martin aun la seguia. No se rendia, pero Tilda se obligaba a no pensar en el, y a concentrarse en la carretera.
Montones de nieve la cubrian y a las ruedas les costaba agarrarse al asfalto. Era como conducir sobre algodon.
Miro si se veian las luces de algun coche en sentido contrario, pero mas alla de la nieve todo estaba gris.
Cuando se hallaba a la altura de la cienaga, la carretera desaparecio en un torbellino de nieve, y Tilda busco en vano las senales del arcen. Pero o habian salido volando con el viento o bien no las habian puesto.
Por el espejo retrovisor vio que el coche de Martin se acercaba al suyo, y, en parte, por eso cometio el error. Se quedo mirando un segundo de mas y no advirtio la curva que aparecia en la oscuridad. Cuando la vio, ya era demasiado tarde.
Al ver que el camino torcia a la derecha dio un volantazo, pero no giro lo suficiente. De repente, las ruedas delanteras se hundieron en la nieve y el coche patrulla se detuvo con una brusca sacudida.
Un segundo despues, sintio un golpe aun mas fuerte, y oyo el sonido de cristales rotos. El vehiculo fue empujado hacia delante y se detuvo, hundiendose en la cuneta de la cienaga.
Martin habia chocado con ella.
Tilda enderezo lentamente la espalda. No parecia que se hubiese hecho dano en las costillas ni el cuello.
Acelero para intentar regresar de nuevo a la carretera, pero las ruedas traseras patinaban por la nieve.
– ?Mierda!
Apago el motor y procuro calmarse.
Por el retrovisor, vio que Martin abria la puerta de su coche y se apeaba. El viento lo hizo tambalearse.
Tilda tambien abrio la puerta.
La tormenta rugia a lo largo de la carretera, y el paisaje gris oscuro de alrededor le recordo el cuadro de la nevasca que colgaba en ludden. Al bajarse del coche, el viento la empujo como si quisiera arrastrarla a la cienaga, pero ella opuso resistencia y avanzo pegada al vehiculo.
Este tenia las ruedas delanteras profundamente hundidas en la cuneta, mientras que la rueda trasera derecha se levantaba en el aire. La nieve habia comenzado a amontonarse contra las puertas.
Tilda avanzo como pudo hasta Martin pegada al coche, mientras con una mano se sujetaba la gorra para que no se fuese volando.
Finalmente, habia decidido como tratarlo: ni como a su antiguo profesor, ni como a su ex amante, sino como a una persona normal: un civil.
– ?Conducias demasiado cerca! -exclamo a traves del viento.
– Y tu has frenado en seco -le respondio el.
Ella nego con la cabeza.
– Nadie te ha pedido que me siguieras, Martin.
– Tienes radio en el coche -dijo este-. Llama a una grua.
– No me digas lo que debo hacer.
Le dio la espalda, pero sabia que el tenia razon. Llamaria, aunque seguramente esa noche todas las gruas estarian ocupadas.
Martin entro en el Mazda y haciendo un gran esfuerzo Tilda volvio al calor y al relativo silencio del coche patrulla. Una vez dentro, llamo por radio a Borgholm por segunda vez: en esa ocasion recibio una respuesta entrecortada en el altavoz.
– ?Central? -dijo ella-, aqui uno, dos, uno, siete; cambio.
– Uno, dos, uno, siete; recibido.
Reconocio la voz. Hans Majner estaba al otro lado, y hablaba mas rapido que de costumbre.
– ?Que tal? -pregunto Tilda.
– Un caos…, todo es un caos -respondio el-. Estan pensando en cerrar el puente.
– ?Cerrarlo?
– Si, durante la noche.
Tilda comprendio que el viento habia alcanzado el grado de tempestad, pues el puente de Oland solo se cerraba al trafico en casos extremos.
– Y tu, uno, dos, uno, siete, ?donde estas? -pregunto Majner.
– En la cienaga, en la carretera este. Me he quedado atrapada con el coche.
– Entendido, uno, dos, uno, siete…, ?necesitas ayuda? -Majner sonaba como si de verdad estuviera preocupado-. Enviaremos a alguien, pero tardara un rato. Hay un camion atravesado en la cuesta de las ruinas del castillo, asi que ahora todos los coches estan alli.
– ?Y las quitanieves?
– Solo trabajan en las carreteras principales…, el viento las vuelve a cubrir enseguida.
– Recibido. Aqui pasa lo mismo.
– ?Podras aguantar un rato, uno, dos, uno, siete?
Tilda dudo. No queria mencionar el hecho de que Martin estaba con ella.
– No tengo cafe, pero no corro peligro -respondio-. Si desciende la temperatura, me acercare a la casa mas cercana.
– Recibido, uno, dos, uno, siete, tomo nota -dijo Majner-. Buena suerte, Tilda. Corto y cierro.
Ella colgo el microfono en la radio y se quedo sentada al volante. Estaba indecisa. Cuando miro por el retrovisor, vio que ya se habia acumulado una espesa capa de nieve en la ventanilla trasera.
Finalmente cogio su propio telefono movil y marco un numero de Marnas. Contestaron despues de tres senales, pero el viento soplaba con tal fuerza que no pudo entender ni una palabra. Alzo la voz.
– ?Gerlof?
– Si, digame.
Su voz sonaba lejana y apagada.
El auricular zumbaba. La cobertura alli era muy mala, pero oyo su pregunta.
– No estaras fuera, en la tormenta, ?verdad?
– Si, estoy en el coche…, en la carretera de la costa, cerca de ludden.
Gerlof dijo algo inaudible.
– ?Que? -le grito Tilda al movil.
– Te dije que era peligroso.
– Ya…
– ?Como estas?
– No pasa nada. Solo queria…
– Pero Tilda, ?estas bien? -la interrumpio el gritando-. Me refiero a tanto fisica como mentalmente.
– ?Que? ?Que has dicho?
– Bueno, solo me preguntaba si estas deprimida… Habia una carta en la bolsa de la grabadora.
– ?Una carta?
Entonces, de repente, comprendio de que hablaba el anciano. Durante aquellos ultimos dias, Tilda no habia pensado mas en el trabajo y en Henrik Jansson, y habia olvidado su vida privada por completo. Ahora esta salia a su encuentro.
