El respondio que si por cortesia, pero no era verdad ni por asomo. La muchacha, echada en el sofa con expresion melancolica y aburrida, ensenaba sus hermosas piernas llenitas y firmes, desproporcionadas con su complexion, y lo miraba con indiferencia: total, aquel senor no era para ella aquel dia. Despues las dos chicas se marcharon.

«Digame, senora, ?ha sabido algo por casualidad?»

«?De Laide?»

«Exactamente».

«No, no he sabido nada».

«Bueno, pues, quisiera que me hiciese una promesa».

«Si puedo, con mucho gusto».

«Pues mire: si por casualidad le telefonea Laide, deberia comunicarmelo en seguida».

«Descuide, lo aviso en seguida, pero ya vera como no lo hara».

«No estaria mal preparar un encuentro como si yo fuera un nuevo conocido de usted y que me la encontrara ya desnuda en la cama. ?Se imagina que salto daria?»

«No, mire, eso no. Si Laide me telefonea, yo le aviso en seguida, pero nada mas. Usted es un amigo mio. Despues de lo sucedido, yo no quiero a Laide en mi casa».

«Pero, ?era una de las que tenian exito, ?no?» Antonio sentia un gusto perverso por herirse y hurgar en la llaga.

«No puedo decir que no. El ano pasado tuvimos una buena temporada con ella, Flora y Cristina».

«Y digame, ?la ultima vez que vino fue conmigo?»

«Exactamente».

«?Aquel dia que se marcho a Roma?»

«Ya veo que lo recuerda. Exactamente aquel dia, pero Dios sabe si iria a Roma despues».

«Yo la acompane a la estacion».

«Entonces, ?quiere saber donde estuvo despues?»

«?Como que despues?»

«Despues de que usted la acompanara a la estacion».

«?Por que? ?No cogio el tren?»

«Llevo las maletas al deposito de equipajes y corrio a casa de Ersilia, mi amiga, usted la conoce, ?verdad? Dicho en pocas palabras, una fulana».

«Pero, ?usted como lo sabe?»

«Me lo conto Ersilia despues, verdad, pero ahora viene lo bueno. Debian de ser las cuatro, las cuatro y media y me telefoneo: '?Como? ?No te marchabas de viaje?', le dije. 'Si, me marcho esta noche', dijo ella, 'pero ahora necesitaria ir a casa de usted, estoy acompanada'. 'Pues ven', le dije, aquel dia no esperaba a nadie. Bueno, pues, al cabo de menos de diez minutos la vi llegar con un tipo que daba miedo, mire usted: un viejo repugnante, debia de tener sesenta anos como minimo, una tripa asi, una boca sin dientes. Dios sabe donde lo habria pescado, acaso en la plaza Fontana, donde el mercado. Me dio tanta pena, que me la lleve aparte. 'Pero, Laide, ?que haces?', le dije. '?Te has vuelto loca?' 'Si, ya lo se, da asco, pero, ?que quiere usted? Necesito dinero'. En una palabra, le juro, senor Tonino, que, si me hubieran dicho: 'Mira, aqui tienes un millon, si te acuestas con ese hombre', habria dicho que no, se lo juro. Y esa tal vez por cinco mil, diez mil…»

Espero catorce dias. No bastaban los horrores conocidos por mediacion de Ermelina para desenamorarlo, eran historias lejanas de cuando el era para Laide tan solo un cliente cualquiera. Mas aun: el hecho de que desde entonces Laide no hubiese dado senales de vida a la senora Ermelina demostraba que habia sido leal con el. A saber cuantas otras, aun teniendo un amigo rico que las mantuviera por entero, frecuentaban despues las casas de citas y, si tenian coche, salian por la noche a pedir guerra y, ademas, a saber si serian autenticas esas historias: las mujeres son maestras para inventar maldades. Y, ademas, tal vez fuesen historias verdaderas, solo que no se referian a Laide, resultaba tan facil transferir la mala intencion de una a la otra; en el fondo, tambien la senora Ermelina tenia el mayor interes en apartarlo de Laide, con aquel aire bonachon probablemente estuviera haciendo todo lo posible para desenamorarlo: ?acaso no le habia hecho Laide perder un cliente de los mejores? Y el cretino de el se tragaba aquellas infamias. Pero ya habian pasado catorce dias y ya no conseguia seguir luchando, en ciertos momentos le parecia estar viviendo un sueno horrible, desvario, delirio opaco, en ciertos momentos Laide dejaba de existir, nunca habia existido, no volveria a verla nunca mas y, sin embargo, la necesitaba, sin ella no podia vivir, el mundo estaba vacio y carecia de sentido. Como un automata subia a su estudio, solo Dios sabia si conseguiria sacar adelante el trabajo, un dia u otro se darian cuenta, de todos modos, de que el era un hombre acabado. Abrio la puerta, la luz, cosa extrana, estaba encendida, la vio a ella que lo esperaba sentada a su escritorio y lo miro con ojos redondos y espantados. Estaba palida, destrozada, despeinada.

«Aqui estoy», dijo.

«?Y como te va?», dijo el con el poco aliento que le quedaba.

«?Como quieres que me vaya? Mal».

XXX

Empezaron a verse de nuevo como si nada hubiera sucedido. Ella estaba empenada en no reconocer su falta la noche de Ano Nuevo. Habia estado, de verdad, con una amiga -repetia- y, si no habia querido salir con Antonio, habia sido solo porque este no tenia confianza en ella y eso no podia soportarlo. ?Aun no le habia entrado en la cabeza, a Antonio, que ella nunca le habia dicho mentiras?

Empezaron a verse de nuevo como antes, mas a menudo incluso, pero, en su fuero interno, Antonio no lograba vislumbrar la luz. Al contrario: dia tras dia, junto con la inquietud habitual, se intensificaba un sentimiento obscuro, como si un plazo, una conclusion, una catastrofe, estuviera acercandose. Mas que nunca comprendia que un acto de fuerza, una renuncia completa y definitiva habria sido la salvacion. No se sentia capaz. Con obsesion dolorosa, su pensamiento estaba centrado siempre en ella: que haria, con quien estaria, que ardides estaria preparando.

Y, asi como un hombre en una balsa en el medio de un rio inmenso, aun no distinguiendo las siluetas de las orillas en las tinieblas, se da cuenta de que la corriente acelera y lo arrastra hacia una fosa desconocida, asi tambien Antonio, sin saber explicar por que, sentia aproximarse el plazo inevitable que habia seguido retrasando con insensata obstinacion. El remolino por el que se habia dejado atrapar hacia casi un ano estrechaba progresivamente su ritmo, el descenso se convertia en precipicio. En ciertos momentos le parecia incluso que Laide lo miraba como con aprension, como si pensara: 'En el fondo, tu, Antonio, eres un buen hombre, siento lo que esta sucediendo, siento perder tu ayuda, pero no puede ser de otro modo y la culpa no es mia'.

Y ahora habia surgido una nueva complicacion. Habian ingresado en un hospital, enferma de cancer, a una tia de Laide, la unica persona de la familia que la queria, segun decia. Como estaba muy mal y la asistencia nocturna en el hospital era inexistente en la practica, los parientes mas cercanos se turnaban para ir a asistirla. Cada tres o cuatro noches le tocaba a Laide. El hospital quedaba lejos, por la parte de Porta Nuova, mas que un hospital de verdad era un pequeno asilo para ancianas enfermas. Habian colocado a su tia en un cuartito, pero no habia otra cama, por lo que debia contentarse con un sillon de mimbre. A veces, si su tia se calmaba, hacia la una, la una y media, Laide se volvia a casa. Otras veces tenia que permanecer junto a ella hasta el alba.

?Podia oponerse Antonio? Ni siquiera se le ocurrio la sospecha de que pudiese ser un engano. Por lo demas, habria sido muy facil, para el, comprobarlo y, ademas, Laide le contaba detalles muy precisos sobre su tia: los sintomas, la operacion que le habian hecho, los nombres de los medicos, las recomendaciones que le hacia, sus deseos sobre el funeral y la tumba. No solo eso: despues de una de aquellas noches de vela, Laide habia pasado por el estudio de Antonio y estaba precisamente como quien ha pasado una noche en blanco: abrigada con dos o tres jerseis viejos, delgada, palida, con profundas ojeras bajo los ojos.

Pero hubo un episodio curioso. Una noche en que habian salido a cenar juntos, Laide propuso, al contrario de lo habitual, que fuesen a su casa. Como la enfermera se habia marchado hacia una semana y no habia nadie, podrian hacer el amor. Despues, hacia las once y media, ella tenia que ir a recoger a su hermana para dirigirse juntas al hospital de su tia, pero esperaba poder volver a casa hacia la una o las dos.

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