descubierto sus fragiles hombros y sus senos redondos, aun menudos. Luego la peinaron y, envuelta en su capa, la llevaron a la capilla, cuyas vidrieras azules y rojas brillaban como dos ojos en el atardecer.

El castillo no era grande y tampoco lo era la capilla, pero las pocas personas que se encontraban alli le parecieron una muchedumbre agolpada ante un patibulo en que La Ferriere, vestido de terciopelo purpura, desempenaba bastante apropiadamente el papel del verdugo.

Ademas, reinaba alli un frio humedo que la hizo estremecer. A partir de ese momento la pobre joven, vencida por la fatiga y la desesperacion, no vio nada de lo que sucedia ante sus ojos. Pensaba en todas las personas a las que amaba y que nunca volveria a ver. ?Que lejos estaban! Desaparecian en una bruma mas espesa a cada momento, en un mar cada vez mas profundo del que al final unicamente emergia Perceval, cuya suerte dependia en aquel momento de ella. Tenia que salvarlo, mas del horror que de una muerte que, como le constaba a Sylvie, no temia. Despues..., el camino parecia ya trazado.

La novia forzosa se interesaba tan poco por la ceremonia que no oyo al sacerdote preguntarle si consentia en casarse con Justin de La Ferriere. Siguio alli, erguida e inmovil, como paralizada, mirando sin ver al hombre de la casulla bordada... Entonces, una mano de hierro sujeto por detras su cabeza y la obligo a inclinarse, siguiendo el mismo metodo empleado anos atras por el rey Carlos IX, en el atrio de Notre-Dame, para arrancar el consentimiento mas que reticente de su hermana Margot en el momento de casarse con el Bearnes. Y como en aquel lejano dia, el oficiante se dio por satisfecho, recito a toda prisa el resto del oficio y Sylvie se encontro fuera, del brazo de su marido, en marcha hacia la mansion iluminada —de manera bastante modesta para una boda—, donde se vio obligada a participar en un festin en el que apenas probo bocado y se limito a beber un poco de aquel vino del Loira que tanto gustaba a Francois... Tuvo la idea de beber en exceso a fin de intentar olvidar la situacion abominable en que se encontraba. Alrededor de ella, todos tragaban y bebian sin medida. El hombre que era ahora su esposo bebia mas incluso que los demas, y en particular mas que el «testigo», que curiosamente se mantenia sobrio. Sylvie penso que era sin duda porque tenia que partir despues de la cena: al volver de la capilla vio la carroza negra, que nadie habia llevado a las cocheras. Habian cambiado los caballos, nada mas. Sylvie se quedaria a solas con Justin, y ese pensamiento la asqueaba. Solo la sostenia una debil esperanza, al advertir la cantidad de bebida que despachaba: que estuviese borracho perdido, y en consecuencia incapacitado para asaltarla. ?Oh, si no podia tener acceso a ella esa noche, no lo tendria nunca mas, porque el dia siguiente no la encontraria viva!

Mientras tanto, Laffemas se impacientaba. El tiempo se le hacia largo, y fue el quien se levanto y declaro que ya estaba bien, incluso para tratarse de un festin de bodas, y que era hora de llevar a la novia al talamo nupcial. Luego, sin esperar la respuesta de La Ferriere, que habia intentado, no sin trabajo, ponerse de pie, fue a tomar a Sylvie de la mano.

—?Venid! Vuestras criadas os esperan. ?No tengo toda la noche a mi disposicion!

—?Por que quereis impedir a este digno gentilhombre celebrar su hazana? ?Teneis que volver a Paris? Muy bien, ?marchaos! Ya me habeis hecho todo el dano que podiais...

El se contento con mirarla sin responder, mordiendose el labio.

—?No partire sin dejaros antes en el lecho! ?Llamad a las mujeres! ?Que vengan a atender a su ama! —dijo a un criado—. Vereis, querida, os seria demasiado facil, una vez que yo hubiera marchado, escapar a vuestra noche de bodas, dado el estado de vuestro esposo. Pero cuando yo hago una cosa, la hago bien... y hasta el final.

Con la muerte en el alma, Sylvie se dejo conducir por sus dos guardianas. ?Que otro nombre dar a aquellas criaturas de rostros de esfinge, sin el menor parecido con la risuena Jeannette? Sin embargo, conocian su oficio. La recien casada fue despojada de sus vestidos, perfumada y envuelta en un largo camison de seda adornado con pesados encajes. Soltaron las cintas de sus bucles, deshicieron el mono de su nuca y Sylvie quedo cubierta por la masa sedosa de sus cabellos, cuyo color castano claro adquiria bellos reflejos a la luz de las velas. El espejo ante el que estaba sentada le devolvia una hermosa imagen. En ese momento no fue en Francois en quien penso sino en Jean d'Autancourt, ?y para anorarlo! ?Por que no le habia escuchado? A estas horas estaria sin duda casada, pero con un hombre joven, carinoso, delicado, que habria sabido tratar con cuidado a la nina que ella era aun. ?Nada parecido cabia esperar del bruto que iba a venir!

Sentada en el gran lecho con columnas, cuya lamparilla encendida en la cabecera revivia los personajes estampados en las tapicerias de las cortinas, Sylvie, helada hasta el alma a pesar del gran fuego encendido en la chimenea, espero. Las dos alemanas se habian retirado, llevandose con ellas sus vestidos e incluso sus zapatos, lo que le parecio extrano, por mas que otra mala sorpresa careciese ya de importancia.

Con el oido alerta, esperaba oir los cascos de los caballos y el rodar del coche que se llevaria finalmente a Laffemas a Paris, dejandola sola en manos de aquel bruto borracho. Pero nada se oia...

Lo que oyo finalmente fue el ligero crujido de la puerta que se abria despacio, despacio. Habia llegado el terrible momento, al que esperaba aun que el vino le permitiria escapar por esa noche. Pero la silueta que quedo encuadrada bajo el dintel esculpido era la de Laffemas.

Una oleada de colera ahogo el miedo de Sylvie:

—?Que venis a hacer aqui? Ya me han acostado, como veis, para esperar a vuestro amigo. ?Ahora podeis marcharos! Vuestra repugnante mision ha terminado.

—No del todo...

En efecto, en lugar de marcharse se acerco al lecho. Habia en sus ojos amarillentos una luz turbia, y se relamia como un gato gordo. Espantada por lo que leyo en aquel rostro diabolico, Sylvie retrocedio hasta que la cabecera de roble la detuvo. Quiso aferrarse a ella.

—?Fuera!... ?Fuera! —grito—. ?Voy a llamar!

—?A quien, preciosa? ?A tu esposo? Duerme la borrachera, y aunque no fuera asi, no vendria. Era algo convenido entre nosotros desde hace mucho tiempo, que si yo conseguia entregarte a el, podria ejercer el derecho del senor... ?Gozar de tus primicias, preciosa! ?Que momento delicioso vamos a vivir juntos! Hace meses que sueno con esto... ?Vamos, sal de esa cama!

Ella se aferro con mas fuerza. Entonces, el se inclino y la arranco de alli con una fuerza de la que ella no le habria creido capaz. Cayo sobre la alfombra, pero el la levantaba ya y se apoderaba de sus manos, que le sujeto a la espalda con una sola de las suyas, al tiempo que con la otra desanudaba el lazo del camison, lo hacia deslizarse hasta las munecas magulladas, y empezaba a acariciarla.

—?Que precioso cuerpecito! ?Bonita!... Voy a decirte una cosa, pequena, ?me gustas mas que tu madre! ?Oh, ella era hermosa... muy hermosa! ?Pero tu eres exquisita! ?Una cervatilla asustada! ?Y ademas eres virgen! ?Una flor recien brotada! ?Un capullo de rosa que yo voy a abrir!

Lo que luego sucedio fue abominable. Despues de imponer a la infeliz un beso que le causo repugnancia, le arano el vientre y le mordio los senos, con mayor frenesi aun al oirla gritar. Luego la arrojo sobre el lecho y la penetro con tanta brutalidad que ella lanzo un aullido. El dolor fue tan violento que Sylvie acabo por perder el conocimiento. El ni siquiera se dio cuenta y prosiguio su infernal proceder, vomitando torrentes de injurias en las que la mezclaba a ella con su madre y con todas las infelices a las que habia degollado a orillas del Sena. Este ultimo horror, al menos, le fue ahorrado a su nueva victima...

Cuando ella recupero el conocimiento, el recomponia sus ropas, de pie en medio de la estancia. La vuelta a la conciencia le arranco un gemido. Entonces el se volvio hacia ella, solto una risotada y dijo:

—Ha estado bien, ?sabes? ?Volveremos a vernos, mi tortolita! ?Puedes estar tranquila que volvere... y mas de una vez! ?Ahora eres mia!

Aquella fue su despedida. Un instante mas tarde dejaba el escenario de su infamia, y unos minutos despues Sylvie oyo por fin el ruido del coche y los cascos de los caballos que tanto habia esperado. Luego, nada. Un silencio tan absoluto que habria podido creerse que el castillo estaba desierto. Sylvie, entonces, se movio poco a poco. Le dolia todo el cuerpo. Era como si la hubiesen encerrado en un baul con gatos salvajes. En las sabanas, manchas de sangre testimoniaban el trato barbaro que le habian infligido. Pero poco a poco, su juventud y su profunda vitalidad se impusieron. Vio el camison en el suelo y se arrastro hasta el, con la impresion de que si cubria el cuerpo magullado sufriria menos.

Una vez puesta en pie y vestida, comprobo que la cabeza no le daba vueltas, que podia caminar. Vio entonces sobre un cofre una bandeja en la que habian colocado dos vasos y un frasco de vino. Uno de los vasos habia sido usado. Tomo el otro y se sirvio un poco de vino que se bebio de un trago; como aquello le proporciono algun bienestar, se sirvio mas.

El castillo seguia en silencio. Penso que era preciso salir de alli cuanto antes. No para buscar una ayuda que

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