la pequena capilla. Volvio a ver a la Tata, grande y bonachona, llevandola de la mano a pasear y alzandola de repente para darle sonoros besos en las mejillas antes de instalarla comodamente en sus solidos brazos para que pudiera ver las cosas y las personas desde un punto mas elevado. Junto al recuerdo volvio el carino, tan sepultado en el fondo de su corazon que parecia haber acabado por desaparecer. Fue asi como recordo a los dos ninos mayores que ella, un hermano y una hermana, cuyas imagenes se habian fundido, andando el tiempo, con las de Francois y Elisabeth de Vendome...

Tal como habia anunciado, Laffemas la devolvia a su casa, o al menos a la que lo habia sido en otro tiempo. De hecho mentia, puesto que habian dado el castillo al personaje que llevaba su nombre, como si se tratara de una devolucion muy natural que viniera a restablecer un orden perdido en la noche de los tiempos, o una reparacion. Pero no habia nada de eso. Nunca ningun La Ferriere fue titular de aquella propiedad. Perceval lo afirmaba: el nombre procedia de otra parte.

Y por supuesto, cuando descendieron del coche, alli estaba tendiendole la mano aquel Justin de La Ferriere que Sylvie detestaba. Ella se nego a darle la suya pero el no se molesto y se limito a mirarla con una sonrisa socarrona. Y de subito, ella exploto.

—?Quereis explicarme que estoy haciendo aqui? —grito casi en las narices del teniente civil—. ?Esta no es mi casa y lo sabeis muy bien!

—Sin duda, pero lo sera muy pronto. A Su Eminencia le ha parecido que seria peligroso para el dejaros regresar a la corte, sobre todo bajo un nombre prestado.

—No es un nombre prestado. Me fue dado en la forma debida por monsenor el duque de Vendome. Y no tengo nada que hacer en la casa de un extrano...

—Muy pronto sereis la castellana. Si os he traido aqui, es para casaros. Esta misma tarde contraereis matrimonio con el baron de La Ferriere... ?por orden del cardenal! —anadio para acallar sus protestas, pero era dificil hacer callar a Sylvie cuando algo la enfurecia.

—?Mentis! El cardenal en persona me prometio que no se volveria a plantear la cuestion de un matrimonio que el sabe que no deseo.

—?No podriamos tratar ese asunto dentro? —intervino el baron—. Hace bastante frio, e incluso parece que empieza a llover.

Era cierto, y en efecto mas valia entrar. La ojeada circular que Sylvie echo al lugar le mostro que seria imposible escapar de aquella trampa. Penso por un instante en la nina pequena que habia escapado un atardecer corriendo torpemente sobre sus pies descalzos hacia un destino incierto, y se dijo que habia tenido suerte. Hoy no tenia la menor oportunidad: ademas de Laffemas y del senor del castillo, habia criados de rostro inescrutable, dos corpulentas comadres que probablemente servian de camareras y finalmente los jinetes de la escolta, todavia montados, inmoviles e indiferentes como estatuas ecuestres. Con un suspiro, ella volvio a entrar en la casa de sus padres y se dejo conducir a una gran sala, donde estaban disponiendo la mesa. De las cocinas llegaban olores de pan caliente y carne asada.

—Preparan el festin de nuestra boda —rio La Ferriere—. Ya veis que se os esperaba.

—Podeis ahorraros el festin. Nunca me casare con vos. Nunca, ?lo entendeis?

—Claro que si, querida, vais a casaros con el y yo tendre la gran alegria de ser vuestro testigo. ?Ha llegado el cura?

—Esta descansando un poco mientras acaban de preparar la capilla.

—La capilla, notadlo bien, joven dama, en la que reposan vuestros padres. Esa circunstancia deberia ser de buen augurio para vos. Ya veis, Su Eminencia piensa que sabeis demasiadas cosas en este momento, y que conviene poneros en manos de un esposo que no solo sepa guardaros a su lado, sino ademas impedir que volvais a entrometeros en lo que no os concierne.

La joven se encogio de hombros con una mueca de desprecio.

—En ese caso me matara, porque nunca consentire en...

—Si os poneis demasiado insoportable, tal vez sera preciso llegar hasta ahi, pero de momento os ofrecemos una oportunidad de seguir viviendo... de forma muy agradable, en compania de un amante esposo que nunca os abandonara.

—?Por que? ?Ya no forma parte de la guardia del cardenal?

—No. No por el momento. Un joven esposo se debe a su mujer.

—?Basta de comedia! Podeis arrastrarme a la capilla, pero no me obligareis a decir si. ?De modo que encerradme, o mejor aun, matadme, y no hablemos mas!

—?Es verdaderamente necesario renunciar a convenceros? —siseo Laffemas con una sonrisa relamida.

—?Es verdaderamente necesario repetiroslo? No pienso decir ni una palabra mas.

—Yo creo que si... Por lo menos la que esperamos de vos, y estoy seguro de que vais a reconsiderar vuestra postura muy pronto.

Esta vez solo le contesto un encogimiento de hombros. Sylvie estaba decidida a no abrir mas la boca, pero el anadio:

—Hablando de interrogatorios, Raguenel todavia no ha sufrido ninguno en serio. Aun no. Ciertos interrogatorios son terribles, ?sabeis? El verdugo dispone de un arsenal completo, capaz de soltar las lenguas mas obstinadas...

Sylvie sintio que su corazon temblaba, pero, fiel a la linea de conducta que se habia trazado, volvio la espalda al miserable y acerco sus manos heladas al fuego de la chimenea. Sin embargo, el teniente civil la siguio.

—Estan las cunas que rompen los huesos de las piernas, el agua que hincha el cuerpo hasta lo insoportable, las tenazas al rojo... ?Incluso los mas duros ceden... o mueren! Es muy posible morir bajo la tortura.

Hizo una pausa, mientras Sylvie apartaba las manos del calor para que el no viera como le temblaban, y se las frotaba.

—Si se lleva mas alla de ciertos limites —murmuro Laffemas—, sobreviene la muerte, pero... tambien sucede que se tome su tiempo, se haga esperar... y desear. ?Oh, si! Y como se la desea cuando el cuerpo no es mas que una llaga, cuando se han arrancado las unas, los ojos...

—?Basta! —estallo Sylvie, incapaz de soportar mas aquello porque, mientras el hablaba, ella veia a su padrino sufrir aquellos horrores—. ?No quiero seguir oyendoos!

Y tapandose los oidos con las manos, corrio hacia la puerta pero alli tropezo con una de las dos maritornes que habia visto al llegar. El teniente civil continuo:

—?Ya os he dicho bastante! ?Seguid a Gudrun! Ella os llevara a vuestra habitacion, y alli os preparareis para la ceremonia... ?Ah, no intenteis hablarle, solo entiende el aleman! Como su hermana Hilda.

La mujer, cuyo rostro era aproximadamente tan expresivo como el de una gargola de piedra, la tomo del brazo sin demasiados miramientos y la guio hasta la escalera, que le hizo subir. En el piso superior, la cautiva se encontro en la habitacion que habia sido de su madre, donde Chiara habia vivido su martirio. Echo una mirada a la chimenea en la que se habia ocultado Jeannette. En esta ocasion no habria alli acurrucado ningun testigo que pudiera algun dia relatar su propio calvario.

Sobre la cama habia extendido un vestido, y Sylvie tuvo un sobresalto al reconocerlo. Era uno de los suyos, el mas hermoso, el vestido blanco bordado de plata, regalo de Elisabeth de Vendome, que llevaba la noche de Le Cid. ?Como habian podido apoderarse de el sus raptores?

No se entretuvo en esa pregunta. Habia muchas otras que se planteaba desde que habia sido raptada en el patio de Rueil. Aquellos demonios parecian tener el poder de actuar a su antojo no solo en la mansion del cardenal, su amo, sino tambien en el palacio de los reyes. Sin embargo, se le ocurrio que tal vez Richelieu no estaba involucrado en esta locura. ?Por que haberla confiado a Monsieur de Saint-Loup para hacer que un momento despues su esbirro se la llevara? Aquello no era propio de el, pero ahora poco importaba que el cardenal estuviera de acuerdo o no. Lo pondrian ante los hechos consumados, y el odioso Laffemas era lo bastante retorcido para presentarle su conducta incalificable bajo una luz ventajosa para el.

En un gesto de colera, la joven se apodero del vestido, hizo una bola con el y lo arrojo a un rincon de la habitacion; despues se sento en la cama con los brazos cruzados, con la intencion de no moverse de alli. Gudrun, que habia acabado sus preparativos, se volvio, la miro, y luego, sin conmoverse lo mas minimo, fue a llamar a su hermana. Entre las dos sujetaron a una Sylvie que intento resistirse pero que hubo de confesarse vencida: la «gatita» no podia luchar contra las dos guardianas, a pesar de sus garras. En un abrir y cerrar de ojos se vio despojada de sus vestidos, lavada e introducida en el bonito vestido que de manera tan encantadora dejaba al

Вы читаете La Alcoba De La Reina
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату
×