fondo lo que pensaba e interrogar al cardenal. ?Saber el nombre de la persona a la que habia encargado recuperar aquella correspondencia peligrosa era tambien saber quien era el asesino del sello de lacre!

Por lo demas, su respuesta parecio satisfacer a su interlocutor. Las duras lineas del rostro se distendieron un poco; Richelieu reflexionaba. De repente, pregunto:

—?Jurariais sobre el Evangelio que me habeis dicho la verdad en esta cuestion?

—Sin dudarlo un solo segundo, monsenor. ?Ponedme a prueba!

La mirada sombria hurgo en las pupilas claras de la joven, sin descubrir la menor sombra en su fondo. Pero Richelieu aun no habia terminado con el asunto de La Ferriere.

—Esos jinetes enmascarados... ?quien los vio, para haberlos descrito tan bien?

—Toda la aldea a la que aterrorizaron. Llegaron en pleno dia...

—?Es estupido! Para una expedicion de esa clase, ?no era preferible la noche?

—Sin duda, pero durante el dia, sobre todo en verano, estan abiertas puertas y ventanas. Ademas, por lo que me han dicho, La Ferriere conserva defensas medievales, fosos, un puente levadizo...

—?Por lo que os han dicho? ?Nunca habeis vuelto?

—Nunca. La senora duquesa de Vendome queria que yo olvidara todo lo relacionado con mi primera infancia. Teniamos prohibidos los paseos en esa direccion, cuando residiamos en el castillo de Anet.

—?Y no recordais nada?

—Muy vagamente. Desde que conozco la verdad sobre mi, me he esforzado en recordar, pero lo que ha quedado en el fondo de mi memoria son sobre todo rostros. En cuanto a lo demas, he visto despues tantos jardines y mansiones que me es dificil distinguirlos...

—?No lo intenteis! Cuando se trata de malos recuerdos, vale mas dejarlos dormir.

—Sin embargo, me gustaria recuperar mi identidad verdadera, y contarlo todo a Su Majestad la reina. Tengo la impresion de llevar una mascara, yo tambien.

—Dejando aparte el hecho de que sin duda Madame de Vendome no daria su aprobacion, pienso que vale mas seguir siendo Mademoiselle de l'Isle. Se plantearian demasiadas preguntas. Haria falta explicar demasiadas cosas y, por mas que solo hayais llegado a la corte hace poco tiempo, sabeis ya como es. Los secretos son dificiles de guardar. Una excelente razon para preservarlos lo mejor posible.

—?No puedo al menos confiarme a la reina? Me resulta penoso mentirle...

—A pesar de todo, es preferible. Pero volvamos a Su Majestad, ahora que la recordais. Le sois leal, ?verdad?

—Completamente, monsenor.

—?Y tambien a Mademoiselle de Hautefort, de la que sois amiga? Por lo cual os felicito: no es facil, y constituye un verdadero privilegio. Eso os ha valido compartir los secretos de vuestra ama.

El corazon de Sylvie dio un vuelco al darse cuenta de la senda peligrosa por la que el cardenal queria conducirla. Sin embargo, la actitud de este era benigna, amable incluso. La miraba con una de sus raras sonrisas, consciente de su propio encanto, como hombre habituado a utilizar sus armas. Pero Sylvie no se rindio a ese encanto. Volvio a sentir miedo, y unicamente se fijo en una cosa: ?Su Eminencia tenia los dientes amarillentos!

—Para eso seria preciso que la reina tuviera secretos —respondio—. O, si tal es el caso, que creyera oportuno compartirlos con una nina de quince anos. A mi edad... una no es muy de fiar, tal vez.

—Haceis que me vengan ganas de comprobarlo. Habladme un poco de vuestras visitas al Val-de-Grace. Creo que habeis ido alli en mas de una ocasion.

—Si. Su Majestad deseaba oirme cantar con las religiosas. Eso me gustaba mucho, era muy bello...

—Y ademas, el jardin no carece de atractivos. ?Era tan comodo el portillo medio oculto entre la hiedra!

Sylvie se estremecio interiormente, pero procuro guardar la compostura. De todas maneras, negarlo todo habria sido estupido. Consiguio encontrar una sonrisa.

—No era un secreto muy grande. Permitia a la reina recibir noticias de su familia y de su amiga Madame de Chevreuse sin que se enterara todo el convento. A veces hay lenguas venenosas entre las monjas. Despues de todo la reina se encontraba en su casa, en esa mansion que ella misma hizo construir —anadio audazmente—. Era normal que llevase alli una vida mas alejada de las miradas indiscretas que en el Louvre o en Saint-Germain... y no comprendo por que ha sido tapiado el portillo, como me han dicho, sin pedirle su parecer.

Los ojos del cardenal se convirtieron en dos rendijas brillantes que observaban a aquella jovencisima muchacha, de la que no llegaba a adivinar si era real o falsamente ingenua. Para saber algo mas, eligio un ataque brutal.

—En todo el reino, el rey es quien se encuentra siempre en su casa, antes que la reina. Ese portillo no servia unicamente a correos inocentes. ?Cuantas veces lo abristeis a Monsieur de Beaufort?

El espanto que se reflejo en aquel rostro encantador, todavia mal acostumbrado a las triquinuelas cortesanas, le informo mejor que un largo discurso. Y tambien la voz debilitada de Sylvie cuando pregunto:

—?Por que a Monsieur de Beaufort?

—Porque es el amante de la reina. No me ireis a decir que no lo sabiais.

—He dicho hace un momento que me salvo la vida de nina, y Vuestra Eminencia no ignora que me he criado en parte a su lado. Pero —anadio esforzandose por disimular su turbacion— no le conozco sino como servidor leal de Su Majestad. Deberia decir de Sus Majestades porque, cuando he coincidido casualmente con el en la corte, se ha lamentado varias veces de haber sido privado del derecho de combatir por la mayor gloria de las armas del reino.

—?Jurareis que lo ignorais todo de sus relaciones reales con vuestra ama?

—Juraria sin vacilar que nunca he visto nada. ?Y yo solo creo en lo que veo!

—Dicho de otra manera, no creeis en Dios.

—?Oh, monsenor, esa pregunta es cruel porque me hace sentir que me he expresado mal! No, nunca he visto a Dios pero para mi eso no es motivo para creer o dejar de creer en El. Desde siempre se que esta presente en todas las cosas, desde la mas minima brizna de hierba hasta la estrella mas brillante, y que yo soy hija suya. ?Cree uno en su padre...? Y a ese proposito, yo, que nunca he conocido al mio, ?puedo rogar humildemente a Vuestra Eminencia que tenga a bien devolverme a quien hace sus veces en este mundo?

—Aun no estoy convencido de su inocencia. Esperare para asegurarme a que sea posible oir a Monsieur Renaudot.

—Pero... ?y si muriese?

—?Rogad a Dios, de quien tan bien sentis la presencia, que vuelva en si lo antes posible! El caballero de Raguenel seguira de momento en la Bastilla. Tranquilizaos, nadie le hara el menor dano. En cuanto al duque de Beaufort, a quien es evidente que amais, sabed que dentro de poco se incorporara al ejercito del Norte...

—?Eso le hara feliz!

—... y en el permanecera todo el tiempo que sea preciso. En efecto, no seria conveniente que apareciera en compania de la reina durante su embarazo, que quiero creer que dara el resultado esperado. A menos que realice hazanas de un brillo excepcional, sera mejor que se haga olvidar...

—?Es demasiado bravo para eso, monsenor!

—Nunca lo he dudado. Tal vez podria incluso encontrar un final heroico, lo cual lo convertiria en un ejemplo, y la reina podria cultivar su recuerdo con absoluta tranquilidad.

—?Un final heroico? —gimio Sylvie, al borde de las lagrimas—. ?Vuestra Eminencia desea que se haga... matar?

—Seria la mejor solucion... ?Ah, ahora que pienso! Saludad a Mademoiselle de Hautefort cuando volvais a verla. Decidle de mi parte que no es tan gran estratega como ella imagina, y que en el asunto de las cocinas del Louvre, por ejemplo, recibio una ayuda que ni siquiera sospecha. Aconsejadle que calle para siempre sobre lo sucedido los ultimos meses, si quiere evitarse una gran desgracia. En cuanto a vos, cuento con vuestro silencio...?total! Sabed que la mas minima charla intempestiva sera una amenaza, no solo para vuestra vida, sino sobre todo para la del padrino al que tanto quereis. ?Me habeis entendido bien?

Sylvie palidecio al comprender que todo estaba dicho y la audiencia habia acabado, y se inclino en una profunda reverencia:

—He entendido bien, monsenor —murmuro, esforzandose por contener las lagrimas.

—?Recordad siempre que nada hay mas mortifero que un secreto de Estado! Hare que os acompanen de nuevo a vuestro coche.

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