– Por supuesto.
– Demuestramelo.
– Para empezar, no tengo que demostrarte nada. Y, por si te interesa, no salgo contigo porque quieres llevarme con esa moto tuya que conduces como un loco… Ahora mismo he estado a punto de caerme. Si conduces sobre una sola rueda, nunca montare contigo.
Nico sonrie.
– ?Y si te prometo ir muy pero que muy despacio? ?Y que no hare el caballito?
– Si me lo juras…
– Te lo juro.
Permanecemos en silencio unos segundos.
– ?Vamos a dar una vuelta?
– No puedo.
– ?Ves? Lo sabia…
– No puedo porque tengo que estudiar. Hoy no he hecho nada aun.
– ?Manana por la tarde?
Veo que me mira arqueando las cejas. Me esta poniendo a prueba.
– Vale. Sobre las cinco, siempre y cuando no llueva.
Nico esta encantado. Parece un nino caprichoso que acaba de obtener cuanto queria.
– Dame tu direccion para que pueda pasar a recogerte…
– No, nos vemos en la escuela. En el Farnesina.
– ?Por que? Eso tambien me parece sospechoso.
– Porque mis padres no me dejan ir con nadie en moto. Y nunca se tragarian tu juramento.
– Juro que lo mantengo.
– Vale. Adios… Hasta manana.
Echa la moto un poco hacia atras y me deja pasar-
– Adios…
Pero mientras vuelvo a casa siento que me voy poniendo cada vez mas nerviosa. Maldita sea. No deberia haber aceptado. Quiero decir que me ha puesto entre la espada y la pared. No me he sentido libre de poder elegir. O sea, ?sabes cuando te das cuenta de que tienes que hacer algo a la fuerza? ?Que incluso, aunque en un principio te apeteciera, luego no tienes ningunas ganas? Siempre he sido libre de elegir a las personas con las que salir y ahora me pasa esto, todo porque queria que entendiera que el hecho de trabajar en la gasolinera no tenia nada que ver… Bueno, he de reconocer que el lio me lo he buscado yo solita. Maldita sea.
Por la noche sigo agitada Por suerte, Ale ha salido a cenar, porque, de no ser asi, nos habriamos tirado los platos por la cabeza. Ademas, no tengo el numero de movil de ese tipo -ni siquiera consigo llamarlo Nico de lo nerviosa que estoy-, de modo que no puedo mandarle un sms con una excusa cualquiera… ?Menudo conazo!
– ?Que te pasa, Caro? Te noto muy nerviosa…
– No es nada, mama.
– ?Seguro?
Me mira a los ojos entornando levemente los suyos. Da la impresion de que consigue leer mis pensamientos, y la verdad es que, en cierto modo, asi es. Pero no quiero que se preocupe.
– Te repito que no es nada… He discutido con Alis.
– Siempre he dicho que esa chica es extrana, ?sois demasiado distintas!…
– Si, lo se… Tienes razon, pero ya veras como se me pasa en seguida
Y asi es. Despues de lavarme los dientes y de arrebujarme entre las sabanas, me tranquilizo un poco. Pues si, ?que mas da? En el fondo solo se trata de salir un rato manana por la tarde, nada mas. Puede que hasta me divierta. Sea como sea, es guapo y, ademas, a saber adonde me llevara. Y con estos ultimos pensamientos, me voy calmando poco a poco y me duermo.
Sin embargo, cuando me levanto a la manana siguiente vuelvo a sentirme inquieta. Es una agitacion extrana, como cuando te das cuenta de que has tenido una pesadilla pero no recuerdas nada, tienes ganas de comer algo para desayunar pero no sabes que, querrias estar sentada en el pupitre sin moverte y, en cambio, no dejas de toquetear el estuche y de sacar un lapiz tras otro, o de abrir la bolsa y buscar lo que sea, no importa que…
– ?Que te ocurre, Caro?
– ?Por que lo dices?
– No paras de moverte. -?Uf!
Incluso tu companera te lo dice, y tu sabes que ha acertado pero aun asi te molesta, en particular porque no le falta razon. En fin, por la tarde, despues de haber estudiado lo justo, me planto delante del espejo. Me pruebo varios vestidos y al final elijo lo que me parece mas adecuado: un par de vaqueros, una camisa azul oscuro de cuadros celestes y blancos, una sudadera Abercrombie azul claro, unas zapatillas Nike negras, un cinturon ancho D &G y una cazadora azul oscuro Moncler. En pocas palabras, que no quiero ni pasarme ni quedarme corta. Hasta me he recogido el pelo y estoy sentada en la cama mirando fijamente el radiodespertador que hay sobre la mesa donde, a esta hora y en circunstancias normales, seguiria estudiando.
16.10.
16.15.
16.18.
Me recuerda a algo que me conto Rusty James una vez. Cuando hacia el servicio militar se despertaba prontisimo y siempre tenia el dia muy ocupado, pero una hora antes del permiso de salida, se quedaba de brazos cruzados. El tiempo se le hacia eterno. Algunos se sentaban sobre un muro con las piernas colgando, otros paseaban arriba y abajo, fumaban un cigarrillo u hojeaban el unico periodico disponible, casi reducido a jirones, por enesima vez. ?Luego, por fin, sonaba la trompeta! Y entonces todos se precipitaban hacia la pequena puerta, que era la unica salida del cuartel. Pues bien, yo me siento exactamente asi. Solo que yo no salgo de permiso. ?Salgo con el «coronel Nico»! Es como si el reclutamiento fuese de nuevo obligatorio solo para mi. Bueno, al final, de una manera u otra, incluso ordenando mi habitacion por segunda vez, se hacen las 16.50 y yo tambien puedo salir a toda prisa.
Dejo una nota para mi madre: «Vuelvo en seguida, Caro.» Quiza esta sea la unica vez que sera cierto. Al menos, esa es mi intencion. Cuando llego delante del colegio, el ya esta alli, apoyado en la moto con dos cascos identicos, uno sobre el deposito y otro a su lado, sobre el sillin.
– ?Hola!
Esta exultante.
– Hola…
Espero que el tono de mi voz no me haya delatado. Veo que no. No arranca la moto y se marcha, de manera que no tiene ni idea de lo que pienso.
– Pongo el candado y en seguida estoy contigo…
– Claro, no hay prisa…
Mientras pongo la cadena me inclino junto a la rueda delantera y, como si se tratase de un pequeno detalle situado entre el carburador y el caballete, veo asomar sus zapatos: son de ante, con unos flecos peinados hacia adelante y una pequena hebilla en un costado. Dios mio, ?de donde los habra sacado? Ni siquiera buscandolos en internet se puede dar con algo semejante, ni aun entrando en eBay y escribiendo en el buscador: «La cosa mas horripilante del mundo.» ?Ni siquiera alli son capaces de llegar a ese extremo! En cualquier caso, da igual. Ahora ya no tiene remedio.
Poco despues me encuentro detras de el, sentada en el sillin. Al menos conduce despacio, tal y como prometio.
– ?Adonde vamos? -pregunto, curiosa.
– Oh… Es una sorpresa…
Me toca la pierna con la mano izquierda y me da unas palmaditas, como si yo fuera uno de eses perros a los que les haces «pam, pam» para tranquilizarlos. Me entran ganas de gritar «?uuuh!», de aullar al cielo por mi maldita capacidad de meterme en lios. Pero desisto y miro fijamente la calzada al tiempo que le aparto la mano de la pierna.
– Conduce con las dos manos, que me da miedo…
Asi esta mejor.