Poco despues aminora la marcha, se mete entre dos coches parados y aparca la moto.

– ?Hemos llegado!

Baja y se quita el casco.

– ?Te gusta?

El Luneur. El parque de atracciones. Me mira risueno, radiante de felicidad…, ni que lo hubiese construido el.

– ?Has estado ya?

– Oh…, solo una vez.

En realidad solia ir con mis padres cuando era pequena y me divertia como una enana. Quiza porque a mi madre le daba miedo todo y mi padre le tomaba el pelo y la asustaba. Recuerdo que en una ocasion queriamos entrar en la Casa del Terror y mi madre se negaba a subir a la vagoneta con la que se hacia el recorrido. Al final, ella y yo subimos juntas en la primera vagoneta, y gritabamos tan fuerte que debimos de asustar incluso a los monstruos.

– Ven, vamos por aqui. -Me coge de la mano y me lleva al Laberinto de los Espejos-. ?Te apetece?

– Bueno.

– Dos entradas, por favor.

Entramos, pero casi resulta sencillo orientarse alli dentro, de modo que al cabo de unos minutos estamos de nuevo fuera.

– ?Te ha gustado?

– Oh, si, solo hubo un momento en que no sabia muy bien hacia adonde ir.

– Lo has hecho muy bien.

En realidad, he chocado dos veces contra un cristal que ni siquiera habia visto. Me he echado a reir. Menos mal que no se ha dado cuenta.

– ?Disparamos un poco?

– ?Si!

Nos dan dos rifles. Yo mantengo apretado el gatillo lodo el tiempo, como si fuese una ametralladora.

– ?No, asi no! -me rine el encargado-. Un disparo cada vez…

Sigo sus instrucciones, pero eso no impide que Nico se vea obligado a pagar otros diez euros. Le estoy costando una pasta. Aunque, por otra parte, la idea de venir al parque de atracciones ha sido suya.

Despues subimos al «Tabata», saltamos por todas partes cuando acelera, y Nico se separa del borde y prueba a llegar hasta el centro. Otro tipo lo consigue tambien. Se mantienen en pie solos, en el centro, con los brazos extendidos como si se tratase de un desafio entre ambos, un desafio personal, a ver quien resiste mas. La chica del otro tipo y yo nos miramos. Ella sacude la cabeza por solidaridad, como si quisiera decirme; «?Has visto lo que tenemos que aguantar?» A mi me gustaria contestarle: «?Si, pero yo no salgo con ese y, en cambio tu si!» Pero me contengo.

Poco despues nos encontramos delante de un monton de peceras de cristal, yo me quedo cerca del borde e intentamos meter dentro una pelotita de ping-pong. Solo que Nico al final se cabrea y tira cinco a la vez. Las pelotas rebotan sobre los bordes y acaban fuera, no hay nada que hacer. Es gafe. Yo tiro una y doy en el blanco.

– ?Muy bien, Carolina! ?Bravo!

Un hombre anciano se me acerca con una bolsita transparente que sujeta con dos cordeles, esta llena de agua y dentro hay un pez de color rojo.

– Enhorabuena, Es tuyo.

– Gracias.

Miro al pobre pez rojo que hay dentro de la bolsa, practicamente boquea. Esta quieto, en la unica posicion que le permite el espacio. Me da pena, pero es mejor que dejarlo alli.

– Ven, ?te apetece comer algo? Vamos.

Nos detenemos delante de un extrano marroqui vestido con ropa abigarrada y alegre que habla por los codos, si bien apenas se entiende lo que dice.

– Entonces, ?que quieres dentro?,?tzatziki? Yo, si quieres, le echo tomate y cebolla, ademas del kebab y la ensalada fresca. Ya lavada, ?eh? Tu no te preocupes.

Y le ensena a Nico unas manos un poco mugrientas… ?Madre mia, se las haria lavar cuarenta veces!

– Oh, yo lo quiero con mucha cebolla… ?Y tu, Carolina?

– No, yo tomare un helado… industrial, gracias.

El marroqui abre una de las puertas de la nevera que hay a su lado.

– Eligelo tu, coge el que quieras.

Al final opto por un polo de menta. Nico se hace preparar una pita rebosante de kebab, cebolla, mayonesa, nata acida, tomate y lechuga. Comemos sentados a una mesita de acero, las sillas son de hierro y estan un poco oxidadas. Delante de nosotros hay una caja de plastico roja, descolorida, donde hay embutidas un monton de servilletas. Nico come con avidez.

– Mmm, esta para chuparse los dedos.

Habla sonriendo con la boca llena de comida, pero, por suerte, la mantiene cerrada.

– Ese tipo sabe lo que hace…

Y yo no digo nada. Incluso el envoltorio del helado me parecia mugriento.

Poco despues subimos a la noria del Luneur. Es grande, enorme. Nuestra cabina abierta sube balanceandose peligrosamente. Estamos sentados uno junto al otro. Yo llevo en la mano la bolsita con el agua y mi pececito aturdido dentro. Nico huele a cebolla. De repente, la noria se detiene. «Stutump.» Un ruido frio, sordo, procedente del mecanismo central. La cabina oscila hacia adelante y hacia atras. Acto seguido, lentamente, se queda por fin quieta. Nico se asoma.

– Oh, somos los unicos… -A continuacion me mira risueno-. Han querido darnos el gusto de parar la noria…

«Pues vaya gusto…» Pero me abstengo de hacer comentarios.

– Mira. Mira que bonito ahi abajo, se ve la puesta de sol.

Detras de las casas que se ven a lo lejos, al fondo, hacia el mar de Ostia, se vislumbra un ultimo gajo rojo. Si, debe de ser el sol. Los edificios que hay alrededor estan envueltos en una luz anaranjada, Nico me senala algo a la izquierda.

– Ese debe de ser el Altar de la Patria…

Un pino alto tapa por completo el monumento.

– Alli -anade volviendose hacia mi- esta el Coliseo… Y alli al fondo esta el Stadio Olimpico…, donde el domingo jugara la Magica Roma contra la Juve… Esperemos que vaya bien…

Y yo, silencio. Os lo juro. ?Sabeis lo que significa silencio absoluto? Quiero decir que no logro encontrar una palabra, un comentario, una frase cualquiera. Solo tengo una idea fija en la cabeza: que el tipo que esta ahi abajo ponga en marcha la noria cuanto antes. Nico me mira y se acomoda la cazadora.

– ?Sabes? Me alegro mucho de que hayas querido salir conmigo… Me arrepiento de haber pensado que eras un poco…, un poco asi, en fin, por el hecho de que soy el hijo del gasolinero…

– Ya ves… -Le sonrio-. Bueno, no pienses en eso…

Me gustaria saber que habria pasado si le hubiese dicho eso mismo a Alis, que habria contestado ella. Despues, lentamente, Nico se aproxima a mi.

– Eres preciosa…

Mas cerca, cada vez mas cerca… Dios mio…, ya huelo la cebolla. Socorro. ?Y ahora que hago?

– Perdona, Nico… -Me aparto volviendome hacia el otro lado-. No te lo tomes a mal, pero es que apenas nos conocemos.

– Si, tienes razon…

?Carolina! Pero si asi parece que le estes diciendo que quieres seguir viendolo y que luego, querido Nico, ?quien sabe?, ya veremos…

Bingo. Nico sonrie esperanzado.

– Bueno, una de estas noches podriamos salir a cenar…

Me mira muy seguro de si mismo. Eso si que no. Basta. El hecho de que no te importa que sea hijo del

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