– Eh, chicas, regresemos…

Clod asiente de inmediato.

– Si, estoy cansada. -Me mira-. Hace mas de media hora que pedaleamos.

Alis, en cambio, insiste:

– No, yo quiero hacer otro cuarto de hora; despues podemos volver.

– Pero de ese modo dejaremos atras las caravanas.

– ?Y que mas da?, no hay nadie. Tengo que adelgazar.

Alis se pone los auriculares del iPod, como si no quisiese escuchar a nadie, se levanta de nuevo sobre los pedales y arranca a toda velocidad con un impulso increible, como si pretendiese hacer un ultimo esfuerzo.

– Espera…, espera-

Pero ya no nos oye.

– Venga, Clod… Vamos.

– No puedo, de verdad…

– No podemos dejarla sola…

Empiezo a pedalear de nuevo. La verdad es que yo tambien estoy un poco cansada, pero no tardo en darle alcance. Alis me sonrie.

– ?Tenemos que volver! -Nada, lleva puestos los auriculares y no me oye. Grito un poco mas fuerte-: ?Tenemos que volver, no podemos alejamos tanto!…

Alis parece hacerlo adrede. Mueve el pulgar y el indice senalando una oreja como para decirme que no me oye. Luego acelera, pedalea cada vez mas fuerte y parte como un rayo, Sigue todo recto, mas y mas de prisa, hasta que desaparece detras de la ultima curva que hay al fondo.

Yo aminoro la marcha y espero a Clod, que al final llega a mi lado.

– Que palo… ?Se puede saber adonde va esa loca? ?Acaso no sabe que despues hay que recorrer la misma distancia para regresar?

– Debe pensar que ya ha llegado…

– No… ?Solo piensa en adelgazar!

– Pues la delgadez esta pasada de moda… Aldo siempre lo dice… Yo le gusto porque estoy un poco rechoncha.

Nota mi perplejidad.

– ?Por que pones esa cara?…, ?Aldo no es el unico que lo piensa! Lo he leido tambien en un periodico que hablaba de la moda de Paris.

Clod parte a toda velocidad.

– ?Que periodico?

– Bueno, la verdad es que no me acuerdo del nombre…

Clod y su consabida vaguedad. Excesiva. Detras de la curva, sin embargo, nos aguarda una bonita sorpresa. Alis se ha detenido y esta rodeada de tres chicos. Deben de tener unos diecisiete o dieciocho anos. Uno de ellos parece algo mayor que sus amigos, y tambien mas avieso.

– Aqui estan tus amiguitas… -comenta con una extrana y antipatica sonrisa. Es extranjero. Tiene un corte en una ceja. Detienen de inmediato nuestras bicicletas.

Veo que uno de los chicos tiene en la mano el iPod de Alis. Se pone los auriculares.

– Esta es preciosa… ?Que es? -A continuacion mira el iPod y lee-: ?Irene Grandi? Es la primera vez que la oigo.

Alis arquea las cejas. El mero hecho de que ese tipo haya usado sus auriculares supone que ella no volvera a utilizar el iPod, ni siquiera cambiandolos. Otro de los chicos se aproxima a Clod.

– Baja…

Sin esperar su respuesta, la obliga a hacerlo. El tercero le mete las manos en los bolsillos de inmediato.

– ?Eh! ?Se puede saber que estas haciendo?

Clod intenta zafarse, pero el otro se acerca tambien a ella y entre los dos empiezan a registraria.

– Aqui esta. -Encuentran el movil-. Vaya…,fijate,… tiene un viejo Motorola.

– Devuelvemelo…

El tipo mas mayor hace una senal con la cabeza al pequeno.

– Tiralo lo mas lejos que puedas… No sirve para nada.

– Si, pero antes quitale la bateria.

Lo coge y, tras desmontarlo, arroja las dos piezas bien lejos. La bateria acaba, de hecho, en medio de unas zarzas.

Con un movimiento veloz, lanzo mi Nokia 6500 detras de mi, bajo la pista para bicicletas. Justo a tiempo.

– ?Y tu? Danos el tuyo…

– Lo he llevado a reparar. No lo llevo encima…, comprobadlo si quereis.

Y levanto las manos dejando caer la bicicleta al suelo. Los dos tipos se acercan a mi sin perder tiempo y me hurgan en los pantalones, detras, delante, sus manos estan sucias, mugrientas y sudadas. Me dan asco. Cierro los ojos y respiro profundamente.

– No tiene nada.-Se dan por vencidos y me dejan-. Solo esta cartera pequena…

– ?Cuanto llevas dentro?

– Veinte euros…

– Bueno, siempre es mejor que nada.

A continuacion nos quitan los relojes, la cadena de Alis y tambien la de Clod.

– Pero si es la de la primera comunion… -protesta ella.

No le responden. Suben a nuestras bicicletas con nuestras cosas en los bolsillos. El tipo mayor, el que le ha quitado el iPod a Alis, se pone los auriculares en las orejas.

– Larguemonos, venga…

Y empiezan a pedalear alejandose de nosotras por la pista para bicicletas, regresando quien sabe adonde. Quiza se dirijan a las caravanas. En cuanto estan lo suficientemente lejos de nosotras, echo a correr hacia atras. Bajo de la pista y busco entre la hierba alta. ?Ahi esta mi movil! Tecleo a toda prisa el numero de mi hermano.

– Hola, ?Rusty?…

– ?Que pasa? ?Que ha ocurrido?

Se lo cuento todo y casi me echo a llorar de la rabia, pero Rusty no me reprocha nada. No me rine. No me dice: «Ya os adverti que no fuerais mas alla de las caravanas…»

Permanece un instante en silencio.

– ?Y tus amigas? ?Estan bien?

– Si…, estan bien.

– Vale, regresad a la barcaza, entonces.

– Vale… -Me callo un momento-. Rusty James…

– ?Si?

– Lo siento…

– No te preocupes… Echad a andar antes de que oscurezca.

Colgamos.

– Vamos, en marcha. Tenemos que volver a la barcaza…

– ?No viene a recogernos?

Alis aun tiene el valor de protestar,

– No… Ha dicho que echemos a andar y que quiza nos salga al encuentro.

– No podia venir en seguida, no…

– Oye, que si estamos en este trance es por tu culpa.

Alis no me contesta y echa a andar a toda velocidad.

– Venga, Clod, vamos.

– ?Pero no encuentro la bateria!

– No te preocupes, yo te comprare una… Tenemos que irnos.

Y empezamos a andar apretando el paso por la pista para bicicletas. Cinco minutos. Diez. Veinte.

– Tengo calor… -se queja Clod.

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