– Venga, que ya casi hemos llegado.

– Echo de menos la bici… ?Podrias prestarme el movil para llamar a casa?

– Claro…

Alis camina delante de nosotras, da la impresion de que no oye lo que decimos. Tiene la cabeza erguida, la barbilla levantada, como si le irritase toda esta historia. Y eso que… sabe de sobra que la culpa es suya. Pero a ver quien es el guapo que se lo repite. Uno de los rasgos principales y mas absurdos de Alis es que ella nunca es responsable de nada. Si algo no sale bien es porque no tenia que salir bien, y en estos casos siempre se acuerda de una frase que le dijo su abuela calabresa en una ocasion: «Eso quiere decir que no tenia que ser…»

Pero tras doblar la curva nos encontramos con otra sorpresa. Una furgoneta pequena con dos tipos gruesos al lado y nuestras bicicletas encima. Y, ademas…, no me lo puedo creer…

– ?Rusty james!

Echo a correr en direccion a mi hermano y lo abrazo; le salto al cuello con tanto impulso que casi le rodeo la cintura con las piernas.

– Si, si. Solo haces eso cuando a ti te conviene… Toma.

Me separo de mi hermano y veo que me tiende la cadena de la comunion de Clod, el iPod de Alis y varias de las cosas que esos tres tipos nos han robado.

– Este dinero debe de ser tambien vuestro…

– ?Sesenta euros? Pero si solo me quitaron veinte…

– Ah… -Rusty James se queda mirando el dinero sin saber muy bien que hacer-. Ten… -Le da el resto a uno de los chicos de la furgoneta-. Para que os tomeis unos cuantos cafes.

El tipo rompe a reir, pero, en cualquier caso, se mete el dinero en el bolsillo. A continuacion dirigen la mirada hacia la pista para bicicletas. A lo lejos, entre el follaje que hay a orillas del rio, veo a los tres chicos que nos han robado. El mas gordo arrastra la pierna como si cojease Otro se tapa la cara con la mano y de vez en cuando la aparta y mira la palma para comprobar que no hay sangre. Se vuelven de tanto en tanto hacia nosotros, pero resulta obvio que lo que quieren es alejarse lo mas rapidamente posible.

– Aqui teneis vuestras bicicletas.

Uno de los dos tipos la deja en el suelo dando un golpe en la rueda y se la pasa a Rusty.

– Ve con cuidado, ?eh, Ciro?

– Es que rebotan…

Por lo visto, son napolitanos. El otro chico lo ayuda.

– Esta es la mia…

Me acerco a la furgoneta mientras descargan la que yo llevaba. Rusty me echa una mano.

– La verdad es que son mias… Y piensa que os las deje para que fuerais por la pista, y no mas alla de las caravanas.

– Tienes razon…

Clod examina su cadena, que se ha colgado del cuello. A continuacion coge su bicicleta. En la parte de atras de la furgoneta quedan todavia varias cosas. Clod sonrie al verlas.

– Eh, ?jugais a beisbol? Me encanta… Yo me he inscrito para poder jugar a sofbol en el campo que hay detras del Aniene…

Ciro se dirige al otro chico.

– Giuliano, cubre con la lona los bates de beisbol…, asi podrian estropearse…

Despues el tipo le sonrie a Clod.

– No jugamos a menudo… Solo cuando un amigo nos necesita…

Mira a Rusty. Se sonrien el uno al otro,

– Ahora volvemos a la «base», en cualquier caso, ya sabes donde encontrarnos…

Y se marchan con la comica furgoneta multicolor, que lleva pintada una pizza a medio comer y, debajo, el nombre de «Gennarie».

Volvemos lentamente a la barcaza. Rusty monta su bicicleta. Nosotras pedaleamos delante de el. En cuanto llegamos, colocamos las bicicletas en su sitio. Rusty las asegura todas con una larga cadena que fija a un palo clavado en el suelo.

– Bueno, menos mal que todo se ha resuelto.

– Pues si… -le respondo con las manos metidas en los bolsillos de los pantalones.

En parte, me siento culpable.

– Marchaos ya, venga, o llegareis tarde… Saluda a mama de mi parte, Caro.

– Si, Rusty…

– ?Adios! -tambien Alis se despide-. Hasta la vista.

A continuacion sube a su coche, arranca y se aleja a toda velocidad. Yo subo al lado de Clod.

– Mira… -me dice muy contenta mientras me lo ensena-. Me lo ha regalado…

Clod tiene en la mano el iPod de Alis.

– Bien…, me alegro por ti.

Clod lo apoya en el salpicadero. Me mira con cierta perplejidad.

– ?Crees que no deberia haberlo aceptado? Me ha dicho que, si yo no lo queria, lo tiraria…

– No, no es eso. Es solo que nunca comprendere del todo a Alis.

Clod me sonrie.

– Pero la amistad tambien es eso, ?no? Alguien te cae bien, la quieres y punto… No creo que sea indispensable entenderla…

Coge el volante.

Si, es verdad. Tal vez sea asi. Hay ciertas cosas que se te escapan a veces y, en cambio, las personas mas simples, como Clod, las entienden en seguida. La miro risuena. Tambien ella me sonrie. Respiro profundamente y acto seguido exhalo un breve suspiro. Sea como sea, ha sido un bonito dia, y el libro de Rusty me ha gustado muchisimo. ?Como era el final? Ah, si: «No vuelvas a marcharte.»

He pasado por casa de la abuela. Me ha preparado una tarta.

– Gracias, es mi favorita.

Mi abuela me sonrie.

– Dale un trozo a tu hermana.

– Si, pero yo lo cortare, ?de lo contrario, es capaz de comersela entera!

– De acuerdo, como quieras…

Nos callamos, salimos a la terraza y paseamos por ella. La abuela ha puesto un monton de macetas con todo tipo de flores.

– Mira… -Se acerca a una planta que baja por la pared, una cascada verde y aromatica-. Es una glicinia…

La coge con su mano delgada, huesuda, y se la lleva al rostro. Se sumerge en esa flor lila, cierra los ojos y la huele como si alli dentro se encontrase toda la primavera, un fragmento de su vida, el amor que se ha marchado…

– Huele, huele que aroma…

Casi no llego, de manera que me abraza por detras y me aupa. Es delicada y ligera. Me pierdo entre sus pequenos petalos. Y leo en sus ojos, que, curiosos, escrutan los mios.

– Si, es delicioso…

Deambulamos de nuevo por la terraza, ella mete una mano bajo mi codo, yo lo separo del cuerpo y, asi, ella puede aferrarse bien. Seguimos caminando en silencio, ensimismadas en nuestros pensamientos, si bien yo puedo imaginarme los suyos y no la interrumpo. La observo por el rabillo del ojo y tengo la sensacion de que esta buscando algo entre sus recuerdos. Cuando por fin lo encuentra esboza una sonrisa y cierra los ojos. Tengo la impresion de que se le encoge el corazon al comprobar como esa imagen se esta evaporando poco a poco. Entonces apoyo una mano sobre la suya, que sujeta mi brazo, la acaricio ligeramente, sin molestarla, atenta a ese dolor, que, tan educado, sin el menor aspaviento, camina a mi lado.

Algunos dias mas tarde, por la noche.

– ?Eh, te he mandado un mensaje!

Estoy estudiando en la cama y no he cogido el movil hasta que me ha llamado.

– Ah, si, Clod, ahora lo veo.

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