apagaba el motor, porque de lo contrario la senora que se ocupaba de los servicios se enfadaba. Si, Donatella, la senora de los servicios. Era vieja y siempre tenia algo que objetar. Los servicios se encontraban justo a la entrada de las casetas de la playa y uno podia entrar para lavarse los pies, para sacudirse la arena y para hacer pis. Pero estaban tan sucios que si entrabas descalzo y el suelo estaba lleno de ese barro… Brrr. Solo de pensarlo se me pone la piel de gallina. ?Que asco me daba! De manera que Francesco apagaba el motor de la Vespa, se bajaba al vuelo y metia una mano por la parte trasera, donde esta la matricula, y la hacia bajar por los tres escalones que habia.
No podia utilizar la rampa de madera de la senora de los servicios, porque en una ocasion Donatella le habia gritado: «?Es demasiado fina! ?Es para las bicicletas y no para ese trasto de Vespa!» Y Francesco se habia echado a reir. ?Lo entendeis? En lugar de enfadarse se habia reido. Y habia bajado la Vespa el solo como si fuese una bicicleta. Tenia un fisico que dejaba sin respiracion. Despues de aparcar la moto ahi abajo, cerca de la arena, Paola y el se dirigian a una sombrilla que no estaba muy lejos y luego jugaban con las palas, eran buenisimos. Jugaban en el agua, donde apenas cubria, con impetu, golpeando con fuerza y rabia la pelota.
Paola llevaba siempre unos trajes de bano minusculos, de color naranja, cereza o amarillo intenso, en cualquier caso, nunca demasiado claros; no tenia mucho pecho, la melena castana clara le rozaba los hombros y su cuerpo era esbelto y moreno. Francesco tenia el pelo rizado, una nariz un poco aguilena, los hombros anchos y las piernas largas, era tambien delgado, tenia unos abdominales fuertes, unas cuantas pecas debajo de sus ojos azules y una boca grande con unos dientes blancos y bonitos. Se reia con frecuencia. Si, porque ademas no paraban de gastarse bromas. Divertidas. De vez en cuando, el se metia debajo de la sombrilla con un cubo lleno de agua y, mientras ella leia, se la tiraba despacio por el respaldo de la tumbona.
– ?Asi no se moja el periodico!
– ?Ay, esta helada! ?Como te pille, veras!
Entonces Paola empezaba a perseguirlo mientras el serpenteaba a derecha c izquierda y desaparecia entre los patines; luego seguian corriendo alrededor de las duchas hasta llegar a las sombrillas que se encontraban junto a la orilla. A continuacion, ella saltaba por encima de un patin y, en ocasiones, se abalanzaba sobre el y luchaban sobre la arena. Una vez Paola perdio la parte de arriba del biquini, pero le dio igual. Siguio luchando con los pechos al aire. La gente se detenia a mirarlos y se echaba a reir. Ellos eran asi, guapos y salvajes, la atraccion de la playa. Y ahora no recuerdo que mas sucedia. Ah, si, a veces era ella la que le gastaba una broma a el. En una ocasion excavo poco a poco bajo la tumbona, durante mucho rato, ?eh? Hizo un agujero muy profundo y la tumbona acabo bien hundida en la arena El quedo atrapado en el agujero y, mientras ella lo cubria con la arena caliente, no dejaba de reirse.
– ?Ay, Paola, quema!
Este verano, sin embargo, el estaba solo. No salia de debajo de la sombrilla y leia un libro tras otro, todos distintos. No se por que, pero pense que debian de ser muy aburridos. Quiza porque siempre tenia el semblante algo triste. En ningun momento oi que alguien le preguntase por Paola. Pero alguna persona debia de saber lo que habia ocurrido y tal vez se lo conto a Walter, el socorrista, quien, a su vez, se lo conto a una amiga de mi madre, Gabriella, que es incapaz de quedarse callada. Y, de hecho, al dia siguiente: «Si, si, Walter me ha dicho que han roto.»
Y lo senti. Muchisimo. Ahora nuestra playa me parece distinta. Es como si le faltase algo. Como si ya no estuviera el patin rojo, el socorrista, el hombrecillo de los periodicos que pasa con el carrito de vez en cuando, o ese tan moreno con una camiseta blanca y unos pantalones cortos de color azul que vende coco.
Francesco y Paola eran mios. Puede que ellos nunca se dieran cuenta de mi presencia, porque yo era pequena e insignificante, pero toda su historia, cuando llegaban con la Vespa, el modo en que jugaban con las palas y sus bromas, las carreras y los besos llenaron mis veranos. Y, aunque ellos no lo sepan, echare de menos a esos dos enamorados.
Casi sin darme cuenta, me encuentro delante de la iglesia. Y, poco a poco, subo la escalinata como empujada por un motivo indefinido. Abro el gran porton. Silencio. Una nave enorme, vacia y ordenada. Los bancos de madera estan vacios. Solo veo a una senora anciana al fondo. Esta quitando el polvo a unos cirios que rodean un pequeno altar. Recuerdo que ahi es donde se celebran los bautizos. Un dia asisti a uno precioso. El bebe miraba a sus padres con los ojos muy abiertos. No lloraba. Esperaba curioso y algo asustado lo que le iba a ocurrir a continuacion. Luego sonrio. ?Por que me habra pasado por la mente la imagen de ese nino? Justamente hoy, ademas. Arqueo las cejas. No me atrevo a imaginar que podria suceder. En casa. En el colegio. Mi padre, mi madre, mi hermano, la abuela Luci. Y lo que podria decir Ale… No quiero ni pensarlo.
– ?Carolina?
Me vuelvo.
– Hola…, ?No me reconoces?
Es un cura, claro. Es alto. Tiene el pelo corto y un bonito rostro, sereno y afable.
– Soy don Roberto. Nos conocimos el ano pasado, en la catequesis de confirmacion… y tu discutiste…
Por descontado. ?Como no? Pero el sonrie y despues ladea la cabeza, con una leve curiosidad, moderada, bondadosa, tranquila.
– ?Que haces aqui? -A continuacion se pone un poco mas serio-. ?Puedo ayudarte en algo?
Parece tambien un poco preocupado. Y yo no se realmente que decirle.
– He entrado a rezar…
Si, eso es creible.
Me sonrie.
– Ven, vamos…
Salimos al patio y paseamos. Recuerda una de esas escenas que nos ha leido el profe Leone, don Abbondio hablando con Lucia, ?Dios mio, pero si eso es de
– Se que discutiste en clase con don Gianni.
– Si, ?como se ha enterado?
– Me lo conto el.
– Ah, bueno, en ese caso…
Si, don Gianni es mejor persona de lo que pensaba. Ahora bien, a saber como se lo habra contado. Don Roberto me mira de una forma que casi parece que puede leerme el pensamiento.
– Me dijo que era el el que se habia equivocado, que queria que os sintierais a gusto con el y que quiza no deberia haber contado las intimidades de una de vuestras companeras…
– ?Pues si!
– Y ahora esta convencido de que no te fias de nosotros.
– De ustedes, no, de el.
– ? De mi si?
Me mira risueno intentando transmitirme su calma.
– Si, claro…, ?por que no?
– En ese caso, ?quieres decirme a que se debe que hayas entrado en la iglesia?
– Paca rezar, ya se lo he dicho.
– Si, claro, pero normalmente, cuando se reza, es porque uno debe enfrentarse a un momento delicado y tiene miedo de equivocarse.
Ay, este tipo es demasiado intuitivo.
Espero un poco. Inspiro profundamente y pienso en el
– Bueno, mi hermano se ha marchado de casa. No es que haya sucedido nada grave, solo que no se llevaba bien con mi padre y…
– Tu hermano ha sido muy valiente. Hoy en dia muy pocos jovenes salen de casa e intentan arreglarselas por su cuenta.
– Pues si.
Se crea un extrano silencio. Tambien en este caso Rusty James me ha echado un cable. No he entrado en la iglesia por el, eso es evidente, pero en cualquier caso me gustaria que todo le fuera bien. Y una oracion nunca esta de mas, ?no?
– Bueno, ahora tengo que marcharme.
– Bien, Carolina, reza si quieres. Pero ya veras como todo va de maravilla.