cumplir mis ordenes.
– ?Por supuesto, mi senora! -respondio por encima del hombro antes de salir por la puerta que conducia hacia la cocina.
Algunas veces, era muy agradable ser la Encarnacion de la Diosa y la Amada de Epona. Bueno, tenia que admitir que era mas que agradable. Estaba rodeada de opulencia y era muy querida por el pueblo. Disponia de multitud de sirvientas cuyo unico proposito en la vida era satisfacer todas mis necesidades, por no mencionar que tenia armarios llenos de ropa exquisita y cajones rebosantes de joyas. Muchas joyas.
Admitamoslo, estaba viviendo muy por encima de las posibilidades del salario de una profesora de ingles de un instituto de Oklahoma. Toda una sorpresa.
Termine de limpiarme la mano y, cuando mire a Alanna, me di cuenta de que ella me estaba observando con suma atencion.
– ?Que? -mi tono decia que estaba exasperada.
– Ultimamente estas muy palida.
– Bueno, yo tambien me he sentido palida -me di cuenta de que estaba de mal humor, e intente sonreir y hablar en un tono mas ligero-. No te preocupes por eso, solo debo de tener un poco de… de… -pense en Shakespeare- unas fiebres -termine por fin, satisfecha con mi dominio de la lengua vernacula.
– ?Durante catorce jornadas? Te he estado observando, Rhea. Has cambiado de costumbres en cuanto a la comida. Y creo que has adelgazado.
– Bueno, he tenido catarro. Y este tiempo no me ha ayudado.
– Rhea, casi ha llegado el invierno.
– Y pensar que cuando llegue aqui creia que nunca iba a hacer frio…
Mire significativamente hacia la pared mas cercana a nosotras, en la que habia una pintura que retrataba a alguien exactamente igual que yo, montada en una yegua blanca plateada, con los pechos desnudos, mientras una docena de ninfas escasamente vestidas saltaban alrededor, lanzando flores indiscriminadamente.
Alanna se echo a reir.
– Lady Rhiannon siempre queria que los frescos plasmaran escenas de los rituales de verano y de primavera. Se deleitaba con la falta de ropa.
– Se deleitaba con mas que eso -murmure yo.
Llevaba poco tiempo alli cuando me di cuenta de que, aunque muchas de las personas de Partholon que eran reflejo de personas de mi mundo tenian tambien su personalidad, como por ejemplo Alanna y mi mejor amiga Suzanna, Rhiannon no era una persona agradable. Alanna y yo habiamos llegado a la conclusion de que una de las razones por las que ella y yo eramos tan diferentes podia ser que Rhiannon se habia criado como una Suma Sacerdotisa consentida y mimada, mientras que a mi me habia criado mi padre, que me hubiera echado una buena bronca si yo me hubiera comportado como una malcriada. Asi pues, yo habia crecido con sentido de la disciplina y con etica. Rhiannon se habia convertido en una bruja. Todos los que la conocian la odiaban o la temian, o ambas cosas a la vez. Ella era amoral, y se permitia todos los excesos.
Y por eso, habia sido dificil ocupar su sitio.
Solo habia tres personas en Partholon que sabian que yo no era la verdadera Rhiannon: Alanna, su marido Carolan y mi marido ClanFintan. Todos los demas creian que yo habia cambiado de personalidad de una manera asombrosa solo unos meses antes, mas o menos al mismo tiempo que habia adoptado el nombre de Rhea para abreviar Rhiannon. No era aconsejable que las masas supieran que el objeto de su adoracion habia llegado del siglo xxi. Y no solo eso, para mi completa sorpresa, la diosa de este mundo, Epona, habia dejado claro que yo era de verdad su Amada.
Un delicado carraspeo me saco de mi ensimismamiento.
– Las doncellas dicen que anoche pasaste mas tiempo del habitual junto al monumento de MacCallan -dijo Alanna, y su voz sonaba preocupada.
– Me gusta estar alli, ya lo sabes. Alanna, ?recuerdas que me dijiste que el lacayo de Rhiannon, Bres, adoraba a dioses oscuros?
Alanna me miro con inquietud.
– Me acuerdo, si. Bres tenia poderes que le habian concedido el mal y la oscuridad. ?Por que has pensado en el?
Me encogi de hombros, intentando no darle importancia.
– No lo se, supongo que me he asustado con esta noche fria y nublada.
– Rhea, ultimamente he estado muy preocupada por ti…
Afortunadamente, unos pasos que se acercaban interrumpieron a Alanna.
– Vuestro vino, mi senora.
La ninfa habia vuelto con una bandeja en la que descansaban dos copas de cristal llenas de mi merlot favorito.
– Gracias, Noreen -le dije.
– ?Es un honor, Amada de Epona! -respondio la ninfa, y se alejo mientras su pelo rojo flotaba en la brisa que ella misma habia creado.
Dios santo, que vigor.
– Por el regreso de nuestros maridos -brinde, con la esperanza de poder cambiar de tema.
Alanna hizo chocar su copa suavemente con la mia, y de repente, se sonrojo.
– Por nuestros maridos -dijo, y me sonrio por encima del borde de la copa mientras bebia.
– ?Aj! -exclame. Apenas pude tragar el sorbo que habia dado-. ?Esto es horrible! -dije. Olisquee la copa y me encogi al percibir el olor a vino rancio-. ?Acaso ser la Amada de Epona ya no significa nada? ?Por que me tocan a mi todas las cosas que estan podridas? -me di cuenta de que me estaba comportando de una manera extranamente petulante, y en el fondo, me quede asombrada por aquel estallido. ?Por que demonios estaba todo el rato al borde del llanto?
– Rhea, deja que yo lo pruebe.
Alanna tomo mi copa, olio el vino y despues tomo un buen trago.
Y otro.
– ?Y bien? -pregunte con frustracion.
– Esta muy bueno -dijo Alanna mirandome a los ojos-. Este vino no tiene nada de malo.
– Oh, mierda -me hundi en la silla que habia junto a la mesa cargada de comida-. Me estoy muriendo. Tengo cancer, o un tumor cerebral, o un aneurisma, o algo.
Senti la garganta atenazada, sintoma de que estaba a punto de llorar. Otra vez.
– Rhea… quiza estes melancolica. Has pasado por muchas cosas desde que llegaste de tu mundo. Carolan sabra como ayudarte -dijo Alanna, y me dio una pal-madita en la mano para consolarme.
– Si, Carolan sabra lo que ocurre.
Y un cuerno. En aquel mundo no habia tecnologia. Eso significaba que no habia escuelas de medicina. Probablemente el querria entonar algun cantico desafinado y obligarme a beber una pocima.
Estaba condenada.
– Siempre te animas con un buen bano caliente -dijo Alanna. Se puso en pie y me obligo a seguirla-. Vamos, te ayudare a elegir un vestido bonito, con complementos a juego. El joyero ha estado aqui esta manana mientras tu estabas ocupada con Epona. Le pedi que dejara todas sus piezas nuevas. He visto un par de pendientes de diamantes preciosos y un broche de oro deslumbrante.
– Bueno, si insistes.
Nos sonreimos la una a la otra mientras saliamos hacia los banos. Alanna conocia mi debilidad por las joyas, y sabia que verlas acabaria con mi mal humor casi tan facilmente como pasar un rato con mi extraordinaria yegua, Epi, a quien yo habia bautizado con el diminutivo de la diosa, Epona. Epi era el equivalente equino a mi. Ella tambien era la Amada de la Diosa. La yegua y yo teniamos una conexion que era magica y muy fuerte.
– ?Eh! Tal vez este teniendo una reaccion extrana por lo que le esta pasando a Epi.
La yegua iba a aparearse la noche de Samhain, la vispera del primer dia de noviembre, tal y como era tradicional cada tres anos. En Partholon el tres era un numero magico, segun me habia explicado Alanna, y cuando llegaba el tercer ano de un ciclo, la encarnacion equina de Epona debia aparearse para asegurar la fertilidad de la tierra y las cosechas venideras. Solo faltaban un par de dias para el uno de noviembre, y Epi se habia estado comportando de una manera inquieta y temperamental desde que habia llegado su futuro