mitigado su dolor y su miedo. Y la entrada de su hija en Partholon deberia haber sido una celebracion jubilosa, la senal de que Epona estaba complacida por el nacimiento de la hija de su Elegida.
No, no queria concentrarse en aquellos pensamientos, aunque tenia la esperanza secreta de que cuando la nina hubiera nacido, Epona le enviara alguna senal, aunque Rhiannon no estuvieran en Partholon y aquella no fuera su primera hija. En medio de la oscuridad y el dolor, Rhiannon tuvo tiempo para pensar en aquella otra nina, cuyo nacimiento habia evitado anos antes. ?Lamentaba lo que habia hecho? ?Y que sentido tendria lamentarlo? Aquella era una eleccion que habia hecho en su juventud, y que ya no podia deshacer.
Debia concentrarse en la hija que estaba pariendo en aquel momento, no en los errores que habia cometido en el pasado.
Cuando la siguiente contraccion la oprimio, abrio la boca para gritar, aunque sabia que en aquella sepultura, su dolor y su soledad no tendrian voz.
«Te equivocas, Amada Mia. No estas sola. ?Observa el poder de tu nuevo dios!».
Con un crujido ensordecedor, su tumba viva se abrio subitamente, y rodeada de fluidos, Rhiannon fue expulsada del vientre del anciano arbol. Quedo tendida, jadeante, sacudida por los temblores, sobre la alfombra de hierba, tosiendo desgarradoramente. Parpadeo con fuerza para intentar aclararse la vision. Su primer pensamiento fue para el hombre cuyo sacrificio la habia sepultado. Estremecida, miro por encima de su hombro hacia el agujero del arbol, esperando encontrarse con el cuerpo de Clint. Se preparo para enfrentarse a aquel horror, pero lo unico que vio fue un brillo suave color zafiro que se desvanecia lentamente, como si lo estuvieran absorbiendo las entranas del arbol herido.
Si, sus recuerdos estaban intactos, como su mente. Sabia donde estaba, en el bosque sagrado del estado de Oklahoma. Y, tal y como esperaba, habia sido expulsada de su prision, desde el interior de uno de los robles gemelos. El otro se mantenia inalterado, junto al pequeno riachuelo que discurria entre los dos arboles. Estaba anocheciendo. El viento soplaba quejumbrosamente a su alrededor. Los truenos retumbaban en el cielo oscuro, atravesado de vez en cuando por el fogonazo de los relampagos.
Relampagos… Eso debia de ser lo que la habia liberado.
«Yo soy quien te ha liberado».
Aquella voz ya no resonaba en su cabeza, pero tenia un tono sobrenatural. Provenia de la parte inferior del arbol gemelo a su roble, de un lugar en el que las sombras eran mas oscuras.
– ?Pryderi? -pregunto Rhiannon con la voz muy debil.
«Por supuesto, Amada Mia, ?a quien esperabas? ?A la diosa que te traiciono?».
El sonido de sus risotadas reverbero por el claro, y Rhiannon se pregunto como algo tan bello podia tambien tener un sonido tan cruel.
– Yo… no puedo verte -dijo, entre jadeos, a medida que sentia otra contraccion.
El dios espero hasta que el dolor se desvanecio, y entonces, las sombras que habia bajo el arbol se movieron. A Rhiannon se le corto el aliento al ver la belleza de la figura. Aunque su cuerpo no estaba completamente materializado y tenia el aspecto transparente de un espiritu, aquella vision hizo que Rhiannon olvidara que estaba a punto de dar a luz. Pryderi era alto y fuerte, imponente incluso en su forma espiritual. Su cabellera de pelo negro enmarcaba un rostro que podria haber sido inspiracion de poetas y pintores, y no el argumento de las historias espantosas que se susurraban sobre el en Partholon. En sus ojos habia una sonrisa y su rostro estaba lleno de amor y calidez.
«Te saludo, Sacerdotisa, Amada Mia. ?Puedes verme ahora?».
– Si -respondio ella, con reverencia-. Si, te veo, pero solo en forma espiritual.
«Me resulta dificil adoptar la forma corporea. Para que yo pueda existir verdaderamente, debo ser adorado. Se deben celebrar sacrificios en mi nombre. Debo ser amado y obedecido. Eso es lo que hareis tu hija y tu por mi, dirigir a la gente hacia mi otra vez, y entonces, yo te devolvere tu lugar en Partholon».
– Lo entiendo -respondio Rhiannon, asombrada por el hecho de que su voz sonara tan debil entre sus jadeos-. Yo… yo…
Sin embargo, antes de que pudiera terminar lo que queria decir, ocurrieron dos cosas que la silenciaron con eficacia. De repente, la noche se lleno con el sonido de unos tambores. Eran sonidos ritmicos, como el pulso de la sangre en el cuerpo. Al mismo tiempo, Rhiannon sintio la imperiosa necesidad de empujar.
Se le arqueo la espalda, y las piernas se le doblaron automaticamente. Se agarro a las raices retorcidas para intentar anclar su cuerpo tenso, y miro hacia el espectro de Pryderi.
– Ayudame -gimio.
El sonido de los tambores era cada vez mas fuerte. Rhiannon tambien oia un cantico, aunque no distinguia las palabras. La forma de Pryderi temblo, y con espanto, Rhiannon vio que su bellisima cara perdia la forma. Su boca sensual se cerraba. La nariz se convertia en un agujero grotesco. Sus ojos ya no mostraban bondad, sino que brillaban con una luz amarilla inhumana. Acto seguido, la aparicion cambio de nuevo. Los ojos se convirtieron en cavernas oscuras y vacias y la boca se abrio y mostro colmillos y fauces ensangrentados.
Rhiannon grito de miedo, de rabia y de dolor.
El sonido de los tambores y los canticos se acerco cada vez mas.
La imagen de Pryderi volvio a cambiar y se convirtio de nuevo en un dios bello y sobrenatural, aunque en aquella ocasion apenas era visible.
«No puedo ser bello siempre, ni siquiera para ti, Amada Mia».
– ?Me vas a dejar?
«Los que se acercan me obligan a marcharme. No puedo luchar contra ellos esta noche, porque no tengo fuerza suficiente en este mundo. Rhiannon MacCallan, llevo decadas buscandote. He visto como tu infelicidad se multiplicaba al estar atada a Epona. Ahora debes elegir; ya has visto todas mis formas. ?Renuncias a la diosa y te entregas a mi como Sacerdotisa?».
Rhiannon estaba mareada de dolor y miedo. Miro a su alrededor, freneticamente, por el bosquecillo, buscando alguna senal de Epona; pero no vio su luz divina. Epona la habia abandonado, la habia dejado en manos de una oscuridad que llevaba anos persiguiendola. ?Que alternativa tenia? No podia imaginarse la existencia sin ser la elegida de una deidad. ?Como iba a vivir si no tenia el poder que le proporcionaba aquel estatus? Sin embargo, Rhiannon no era capaz de renunciar abiertamente a Epona. Aceptaria a Pryderi sin rechazar por completo a Epona; eso deberia satisfacer al dios.
– Si, me entrego a ti -dijo debilmente.
«?Y tu hija? ?Me entregas tambien a tu hija?».
Rhiannon hizo caso omiso de la advertencia que le hacia su instinto.
– Te doy…
Aquellas palabras fueron interrumpidas por el grito de batalla de siete ancianos, mientras los hombres entraban en el claro, y formaban un circulo alrededor de los dos robles. Pryderi se disolvio entre las sombras con un rugido que hizo temblar el corazon de Rhiannon.
El dolor volvio a atenazar su cuerpo, y Rhiannon solo supo que debia empujar. Entonces sintio que unas manos fuertes la sujetaban. Entre jadeos, abrio los ojos. El hombre que la estaba ayudando era uno de los ancianos. Su rostro estaba surcado de unas profundas arrugas y tenia el pelo blanco y largo. Llevaba una pluma de aguila atada a un largo mechon. Y sus ojos… Rhiannon se concentro en la bondad de sus ojos castanos.
– Ayudame -susurro.
– Estamos aqui. La oscuridad se ha ido. Tu hija puede entrar con seguridad en este mundo.
Rhiannon se aferro a las manos del extrano. Empujo con todas sus fuerzas. Entonces, acompanada del sonido de los tambores antiguos, la nina se deslizo de su vientre.
Y mientras daba a luz, Rhiannon llamo a gritos a Epona, y no a Pryderi.
Capitulo 2
Con su cuchillo, el hombre corto el cordon umbilical que unia a madre e hija. Despues, envolvio a la nina en una manta y se la dio a Rhiannon. Cuando Rhiannon miro los ojos de su nina, le parecio que el mundo cambiaba irrevocablemente. Sintio aquella transformacion en lo mas profundo de su alma. Nunca habia visto nada tan milagroso. Nunca habia sentido nada parecido, ni siquiera la primera vez que habia oido la voz de Epona, ni