siquiera la primera vez que habia experimentado el poder de ser la Elegida, ni siquiera cuando habia visto la terrible belleza de Pryderi.
Aquello era la verdadera magia. Rhiannon sintio otra contraccion, y jadeo de dolor. Siguio abrazando a su hija contra el pecho e intento concentrarse en ella mientras expulsaba la placenta. Vagamente, oyo al anciano dando ordenes a otros, y entendio la urgencia de su voz. Sin embargo los tambores continuaban sonando con su ritmo antiguo, y era tan maravilloso tener a su hija en brazos…
Rhiannon no podia dejar de mirarla. La nina le devolvia la mirada con unos ojos enormes y oscuros que acariciaban el alma de su madre.
– He estado muy equivocada.
– Si -contesto el anciano-. Si, Rhiannon, has estado equivocada.
– Conoces mi nombre.
El asintio.
– Estuve aqui el dia en que el Chaman Blanco sacrifico su vida para sepultarte dentro del arbol sagrado.
Con un sobresalto, Rhiannon reconocio al anciano. Era el lider de los choctaw, la tribu que habia vencido al demonio Nuada.
– ?Por que me estas ayudando ahora?
– Nunca es demasiado tarde para que un morador de la Tierra cambie el camino que ha elegido. Entonces estabas rota, pero creo que esta nina ha sanado tu espiritu. Debe de tener una gran fuerza para el bien, si ha sido capaz de remediar tanto.
Rhiannon acuno a su hija, manteniendola cerca del pecho.
– Morrigan. Se llama Morrigan, nieta de El MacCallan.
– Morrigan, nieta de El MacCallan. Recordare su nombre y lo pronunciare con alegria -dijo el anciano. La miro fijamente, de una forma tan intensa, que Rhiannon sintio un escalofrio incluso antes de oir sus siguientes palabras-. Hay algo que se ha roto dentro de tu cuerpo. Estas sangrando mucho, y la hemorragia no cesa. He enviado a alguien a buscar mi camioneta, pero van a pasar horas antes de que podamos llevarte al medico.
Entonces ella lo miro a los ojos y vio alli la verdad.
– Me estoy muriendo.
El anciano asintio.
– Creo que si. Tu espiritu se ha curado, pero tu cuerpo esta roto.
Rhiannon no sintio miedo ni panico. Tampoco sintio dolor; solo tuvo una horrible sensacion de perdida. Miro a su hija recien nacida, que la estaba observando con absoluta confianza, y le acaricio la mejilla suave con la yema del dedo. No podria ver crecer a Morrigan. No estaria alli para vigilarla y asegurarse de que estuviera segura y…
– ?Oh, Epona! ?Que he hecho?
El anciano no intento consolarla. Su mirada era inteligente y aguda.
– Dime, Rhiannon.
– Me he entregado a Pryderi. El tambien queria que le entregara a mi hija para que le sirviera, pero vuestra presencia lo ahuyento antes de que pudiera darsela.
– ?Pryderi el Malvado? ?Uno de los dioses de la oscuridad?
– Si.
– Debes renunciar a el, por ti misma y por tu hija.
Rhiannon miro a Morrigan. Si renunciaba a Pryderi en nombre de ambas, seguramente la nina quedaria atrapada en aquel mundo. Nunca volveria a Partholon.
Pero si no renunciaba a Pryderi, su hija estaria destinada al servicio de la misma oscuridad que habia estado acechandola a ella durante toda su vida, susurrandole el descontento, subrayando la ira y el egoismo y el odio, y retorciendo el amor hasta convertirlo en algo irreconocible.
Rhiannon no podia soportar la idea de que la vida de su hija fuera tan dura como la suya. No seria tan malo que Morrigan se quedara atrapada en aquel mundo. Por lo menos no estaria en manos del mal.
– Renuncio a Pryderi, la Triple Cara de la Oscuridad, en mi nombre y en el nombre de mi hija, Morrigan MacCallan -dijo Rhiannon.
Despues, espero. Habia sido Suma Sacerdotisa y Elegida de la Epona desde que era nina. Sabia lo grave que era renunciar a un dios. Deberia haber un signo, interno o externo, que le mostrara que el destino se habia alterado. Los dioses no se tomaban muy bien el rechazo, sobre todo los dioses oscuros.
– El Malvado sabe que estas cerca de la muerte y muy cerca del reino de los espiritus. Te tiene en sus manos. No va a liberarte.
El hombre hablo con suavidad, pero Rhiannon sintio aquellas palabras como una punalada en el corazon. Aunque se estaba debilitando cada vez mas, abrazo con mas firmeza a su hija.
– Yo no le he entregado a Morrigan. Pryderi no tiene ningun derecho sobre ella.
– Pero tu sigues vinculada a el -dijo el hombre con gravedad, y al ver que Rhiannon desfallecia, insistio-: ?Rhiannon, debes escucharme! Si mueres conectada a Pryderi, tu espiritu nunca conocera la presencia de tu diosa de nuevo. Nunca tendras alegria ni luz. Pasaras la eternidad envuelta en la noche del dios oscuro, y sumida en la desesperacion con la que mancha todo lo que toca.
– Lo se -susurro Rhiannon-. Pero ya no puedo luchar mas. Me parece que lo unico que he hecho en mi vida es luchar. He sido demasiado egoista y he causado demasiado dolor. Tal vez es hora de que lo pague.
– Tal vez, ?pero vas a permitir que tu hija pague tambien tus errores?
– Claro que no. ?A que te refieres, anciano?
– Tu no se la has entregado, pero Pryderi desea una Sacerdotisa con la sangre de la Elegida de Epona en las venas. ?Quien crees que sera su siguiente victima cuando tu mueras?
– ?No! No puedo permitir que Morrigan sea su siguiente objetivo.
– Entonces, debes llamar a tu diosa para obligar a Pryderi a que te libere.
– Epona me dio la espalda.
– Pero tu no has renunciado a tus lazos con ella.
– He hecho cosas horribles. Ya no me escucha.
– Tal vez estuviera esperando a oir las palabras correctas por tu parte.
Rhiannon miro a los ojos del anciano. Deberia intentarlo, por si acaso existia la mas minima probabilidad de que el tuviera razon. Llamaria a Epona. Estaba al borde de la muerte, y tal vez la diosa se apiadara de ella. Cerro los ojos y se concentro.
– Epona, diosa de Partholon, diosa de mi juventud y de mi corazon. Perdona mis errores egoistas. Perdoname por permitir que la oscuridad manchara tu luz. Perdona por el dolor que te he causado a ti, y a los demas. Se que no merezco tu favor, pero te pido que no permitas que Pryderi obtenga mi alma y la de mi hija.
El viento se apodero de sus palabras, y las hizo resonar hasta que parecieron lluvia cayendo a traves de las hojas de los arboles. Rhiannon abrio los ojos. Las sombras que habia bajo el roble sagrado comenzaron a moverse, y a ella se le acelero el corazon de panico. ?Acaso Pryderi habia vuelto para reclamarla, pese a la presencia del chaman y el poder de su tambor? Entonces, aparecio una bola de luz que ahuyento la oscuridad. Desde el centro de aquel circulo luminoso se acerco una figura. A Rhiannon se le corto el aliento, y se le llenaron los ojos de lagrimas. El anciano chaman inclino la cabeza respetuosamente.
– Bienvenida, Diosa -dijo.
Epona le sonrio.
«John Aguila de la Paz, tus acciones de esta noche te han granjeado mi agradecimiento y mi bendicion».
– Gracias, Diosa -dijo el con solemnidad.
Entonces, Epona volvio la mirada hacia Rhiannon. Con mano temblorosa, ella se seco las lagrimas de los ojos para poder ver mejor a la diosa. En su ninez, Epona se habia materializado ante sus ojos varias veces, pero cuando Rhiannon habia llegado a la edad rebelde de la adolescencia, y despues se habia convertido en una adulta egoista y caprichosa, la diosa habia dejado de visitarla, de hablar con ella, y finalmente, de escucharla. Y en aquel momento, Rhiannon sintio que su alma se henchia al ver a la diosa.
– ?Perdoname, Epona!
«Te perdono, Rhiannon. Te habia perdonado antes de que me lo pidieras, porque yo tambien he cometido errores. Vi tu debilidad, y sabia que la oscuridad asediaba tu alma. Mi amor por ti no me permitio ver lo lejos que habia llegado tu autodestruccion».