– Me equivoque -dijo Rhiannon-. Epona, te pido que anules el poder que tiene Pryderi sobre mi. Yo he renunciado a el, pero como sabes, estoy a punto de morir. Tiene mi alma aprisionada con fuerza.
«?Por que me pides eso, Rhiannon? ?Es porque temes lo que le ocurrira a tu espiritu despues de la muerte?».
– Diosa, ahora que voy a morir, hay muchas cosas de mi vida que veo con mas claridad. O quiza sea la presencia de mi hija lo que ha permitido que se me caiga la venda de los ojos. La verdad es que si, temo pasar el resto de la eternidad sumida en la desesperanza y la oscuridad, pero no te habria llamado para librarme de un futuro que merezco. Te he llamado porque no puedo soportar la idea de que mi hija padezca la misma oscuridad que ha envenenado mi vida. Si rompes los lazos que me unen a Pryderi, yo no voy a pedir que me permitas entrar en tu Paraiso. Te pido que me permitas existir en el Otro Mundo, donde pueda vigilarla e intentar susurrarle el bien siempre que el dios oscuro le susurre el mal.
«Pasar la eternidad en el Otro Mundo no es un destino facil. Alli no tendras descanso. No habra praderas de luz y risa que alivien tu alma cansada».
– No deseo descansar si mi hija esta en peligro. No quiero que ella siga mi camino.
«Los anos de la vida de tu hija solo seran una ola en el gran lago de la eternidad. ?De verdad vas a abrazar un destino interminable por algo que, en esencia, es tan pasajero?».
Rhiannon apoyo la mejilla palida contra la cabecita suave de su hija.
– Si, Epona.
La diosa sonrio y, aunque a pesar de estar tan cerca de la muerte, Rhiannon sintio una alegria indescriptible.
«Por fin, Amada, has conquistado el egoismo de tu espiritu y has seguido a tu corazon», dijo. Despues, alzo los brazos y los estiro por encima de la cabeza. «Pryderi, dios de la Oscuridad y la Mentira, ?no te concedo mis derechos sobre esta Sacerdotisa! ?No podras reclamar su alma sin vencerme antes!».
De las palmas de la diosa irradio una luz que hizo anicos las sombras que vacilaban al borde del claro. Con un grito terrible, aquella oscuridad antinatural se disipo por completo, y dejo a la vista la oscuridad normal, reconfortante, que llevaba el atardecer.
– Siento ligero el espiritu -le susurro Rhiannon a su hija.
«Eso es porque, por primera vez desde que eras nina, tu espiritu esta libre de la influencia del dios».
– Deberia haber tomado este camino mucho antes -dijo Rhiannon.
Epona sonrio con ilimitada bondad.
«No es demasiado tarde, Amada».
Rhiannon cerro los ojos ante la oleada de emociones que acababan con sus fuerzas.
– Epona, se que esto no es Partholon, y que ya no soy tu Elegida, pero ?puedes saludar a mi hija? -pidio, con la voz casi inaudible.
«Si, Amada. Saludo a Morrigan, nieta de El MacCallan, y le concedo mis bendiciones».
Rhiannon abrio los ojos al oir un aleteo. Epona habia desaparecido, pero el bosque sagrado se habia llenado de luciernagas que se elevaban y volaban en circulos a su alrededor, iluminandolo todo como si las estrellas hubieran bajado del cielo a celebrar el nacimiento de su hija.
– La diosa escucho tu suplica -dijo el anciano-. No te ha olvidado. Nunca olvidara a tu hija.
Rhiannon lo miro y tuvo que parpadear para poder concentrarse en su rostro.
– Chaman, debes llevarme a casa.
– Yo no tengo el poder para llevarte a tu mundo, Rhiannon.
– Ya lo se. Llevame al unico hogar que he conocido en este mundo, a casa de Richard Parker, que es el reflejo de mi padre, El MacCallan. Lleva mi cuerpo alli, y entregale a Morrigan como su nieta. Dile… Dile que creo en su amor y que se que hara lo correcto.
El chaman asintio con solemnidad.
– ?Y donde puedo encontrar a Richard Parker?
Rhiannon consiguio darle las indicaciones para llegar al pequeno rancho de Richard Parker, a las afueras de Broken Arrow. Por fortuna, el chaman consiguio entender sus palabras, susurradas entre jadeos.
– Lo hare por ti, Rhiannon. Y tambien ofrecere plegarias para tu espiritu. Que puedas vigilar a tu hija y protegerla.
– Mi hija… Morrigan MacCallan… bendecida por Epona…
Rhiannon ya no pudo luchar mas contra aquel entumecimiento. Sujetando a su hija contra su pecho, dejo descansar la cabeza sobre una raiz retorcida. Y, mientras las luciernagas volaban a su alrededor, envuelta en el sonido de los tambores, Rhiannon, Suma Sacerdotisa de Epona, murio.
Capitulo 3
Partholon
– Bueno, pues esta es la verdad: si fuera divertido, no lo llamarian parto.
Intente moverme para encontrar una postura mas comoda en el colchon, pero me dolia tanto el cuerpo, y estaba tan cansada, que me quede quieta y le di un sorbito mas al vino con especias que me ofrecio una de mis ninfas.
Alanna y su marido, Carolan, que acababa de ayudarme a traer a mi hija al mundo, me miraron. Ambos se echaron a reir, como varias de las doncellas ninfa que estaban en la habitacion, ordenando, limpiando y adorandome.
– No se de que te ries. En un par de meses sabras de que estoy hablando -le recorde a Alanna.
– Y yo cuento con que me agarres la mano durante todo el proceso -me respondio ella alegremente, y despues le dio un beso en la mejilla a su marido.
– Me parece muy bien. Estoy deseando hacer ese papel en el nacimiento de un nino.
– Creia que las mujeres olvidaban pronto el dolor del parto.
Yo mire a mi marido, el Sumo Chaman ClanFintan, cuya fuerza y resistencia superaban a las de un hombre, pero que en aquel momento estaba muy cansado y demacrado, como si hubiera hecho el camino de ida y vuelta al Infierno en vez de haber estado con su mujer mientras ella daba a luz, durante un dia entero, a su hija.
– ?Tu crees que vas a olvidarlo rapidamente? -le pregunte yo con una sonrisa.
– No creo -respondio el con solemnidad.
– Creo que yo tampoco. Me parece que eso de que las mujeres se olvidan del dolor del parto es una mentira que han empezado a hacer correr los maridos asustados.
Carolan se echo a reir desde el otro extremo de la habitacion.
– Estoy de acuerdo con esa teoria, Rhea -me dijo.
– Pero ?no ha merecido la pena? -me pregunto Alanna, que me traia a mi hija recien nacida ya limpia y vestida. Me la puso entre los brazos con una gran sonrisa.
– Si -susurre yo, abrumada por una oleada de amor y ternura que nunca habia conocido y que me habia producido mi hija-. Si, merece la pena por completo.
ClanFintan se arrodillo junto a nuestro colchon con la elegancia con la que se movian los centauros, y le acaricio el pelo rizado y caoba a la nina.
– ?Como vamos a llamarla, mi amor?
Yo no tuve que pensarlo.
– Myrna. Se llama Myrna.
ClanFintan sonrio y nos rodeo a las dos con sus fuertes brazos.
– Myrna… En el Lenguaje Antiguo significa «amada». Asi es como debe ser, porque es verdaderamente amada -dijo. Entonces, se inclino hacia mi y me dijo al oido-: Te quiero, Shannon Parker. Gracias por el regalo de nuestra hija.
Yo me acurruque contra el y le di un beso en la mejilla. ClanFintan usaba rara vez mi nombre verdadero, y nunca cuando podia oirlo el publico general. Solo habia tres personas que sabian que yo no era lady Rhiannon, hija de El MacCallan: ClanFintan, Alanna y Carolan. El resto de Partholon no sabia que un ano antes, yo habia sido intercambiada «accidentalmente» por la verdadera Rhiannon, que era identica a mi fisicamente. Sin embargo,