vez entre rejas y enterrado legalmente, carece de importancia el numero exacto de personas que haya matado, pero si la tiene. Por un lado, a los familiares de los desaparecidos les aliviaria su zozobra saber con exactitud que ha sido de ellos; por otra parte, y mas importante, si los homicidios que se atribuyen a Plunkett todavia estan siendo objeto de una investigacion activa, podremos cerrar los casos pendientes y ahorrar muchas horas de trabajo a los agentes. En el momento de la detencion, Plunkett dio a entender que expondra todos los hechos relativos a sus asesinatos. Solo espero que lo haga pronto.»
Los departamentos de policia municipales de cuatro estados, por lo menos, estan instruyendo investigaciones sobre Plunkett. Las autoridades de Aspen, Colorado, sospechan que fue autor de ocho asesinatos/desapariciones en 1975 y 1976, y las policias de Utah, Nevada y Kansas lo consideran sospechoso de entre quince y veinte asesinatos mas en sus jurisdicciones.
La semana pasada, el inspector Dusenberry declaro: «He compartido los datos que poseo sobre Plunkett con todos los departamentos que lo han solicitado. Merecen conocer lo que tenemos. Pero los fiscales estan presentando acusaciones con demasiada alegria y eso es ridiculo. Sin una confesion de Plunkett, todo queda en el aire. No hay testigos, ni pruebas materiales. He hablado con los dos hombres a los que Plunkett vendio tarjetas de credito de las victimas hace anos. No han podido hacer una identificacion positiva basada en su aspecto actual. Todo es demasiado antiguo y demasiado vago y, en el fondo, esta motivado por la indignacion y por la ambicion personal. Plunkett sera juzgado en un estado sin pena de muerte y ningun juez de Nueva York permitira que sea extraditado y ejecutado en otra parte, por mucho que lo merezca y por mucho que un punado de fiscales voraces quieran ajustarle las cuentas.»
En cuanto al caso Anderson, el ex policia sera juzgado esta semana en Wisconsin. Se ha declarado culpable en un acuerdo con el fiscal y se espera que reciba la sentencia maxima que permite la ley del estado: tres cadenas perpetuas consecutivas. Anderson ha reconocido haber violado y matado a mujeres en cuatro estados mas (dos de ellos con pena de muerte), y los fiscales de Kentucky, Iowa, Carolina del Sur y Maryland estan buscando resquicios legales que permitan procesarlo.
Anderson ha guardado silencio sobre sus crimenes y sobre su relacion con Plunkett y, a traves de su abogado, ha respondido con un «sin comentarios» al ser interrogado por agentes de policia y fiscales de distrito de otros estados. «Ellos tienen la palabra -ha dicho el inspector Dusenberry-. Si alguno de los dos quiere hablar, mucha gente, entre la que me incluyo, seremos todo oidos.»
Del
ANDERSON, CONDENADO A CADENA PERPETUA
Ross Anderson, el ex teniente de la Policia del Estado de Wisconsin que tambien ha resultado ser el asesino conocido como «el Matarife de Madison», fue declarado culpable de la violacion y asesinato, en 1978-1979, de Gretchen Weymouth, Mary Coontz y Claire Kozol, en un breve juicio celebrado ayer ante el Tribunal de Distrito de Beloit. El juez Harold Hirsch condeno a Anderson, de 33 anos, a tres cadenas perpetuas consecutivas sin posibilidad de libertad condicional, determinando que sea recluido en una institucion que ofrezca «custodia protectora plena», termino empleado para referirse a carceles de alta seguridad que cuentan con instalaciones especiales para delincuentes de «alta visibilidad», como agentes de policia, famosos y figuras senaladas del crimen organizado, que podrian ser objeto de ataques si se los alojara entre los internos comunes.
Una vez pronunciado el veredicto, el fiscal de distrito de Beloit declaro ante la prensa: «Es una verguenza. Tres chicas de Wisconsin estan muertas mientras su asesino pasa el resto de su vida jugando a golf en una prision privilegiada.»
Del articulo editorial del
?EL SALARIO DEL ASESINATO?
Ross Anderson asesino a siete personas. Su amigo Martin Plunkett asesino a cuatro, por lo menos, y algunos policias que conocen el caso afirman sin vacilar que el numero de sus victimas asciende a unas cincuenta. Los dos individuos han tenido la fortuna de ser juzgados en estados que no contemplan la pena capital y son considerados criminales tan espantosos que no se les permite convivir con otros delincuentes, pues incluso los mas endurecidos atracadores y traficantes se tomarian tan a mal su presencia en el patio de la prision que su seguridad estaria en peligro.
Asi pues, Ross Anderson, alias el Matarife de Madison y asesino de mujeres en cuatro estados, se halla recluido en una seccion para presos bajo proteccion especial, donde levanta pesas, lee novelas de ciencia ficcion y construye caras maquetas de aviones. El preso de la celda contigua es Salvatore DiStefano, el jefe de la mafia de Cleveland que cumple quince anos por extorsion. El y Anderson charlan de beisbol durante varias horas al dia, hablando de celda a celda.
Martin Plunkett se encuentra en la prision de Sing Sing, en Ossining, Nueva York. No habla con nadie, pero se rumorea que esta pensando en escribir sus memorias. Mantiene correspondencia con varios agentes literarios de Nueva York, todos los cuales han mostrado interes en representar cualquier libro que escriba. Tambien llegan ofertas de Hollywood: se rumorea que algunos estudios le han ofrecido hasta cincuenta mil dolares por una semblanza biografica de veinte paginas. Cincuenta mil dolares divididos por cincuenta victimas sale a mil dolares por cabeza.
Es una obscenidad.
Plunkett no podria quedarse el dinero, pues las leyes del estado de Nueva York prohiben que los delincuentes condenados obtengan beneficios economicos de la publicacion, escrita o filmada, de sus crimenes. Sin embargo, no parece que sea esto lo que busque; desde su detencion, ha manipulado brillantemente al estamento legal y a los medios para tenerlos esperando a que el contara su historia a su manera. Parece que eso es lo unico que quiere y tanto a juristas bienintencionados como a voyeurs literarios se les cae la baba de expectacion.
Todo ello es obsceno y contrario a los conceptos norteamericanos de justicia ciega y de castigo adecuado al delito. Todo ello es obsceno y subraya las perfidias de llevar la libertad de expresion al extremo. Es obsceno y apunta a la necesidad de que exista un Estatuto Nacional de la Pena de Muerte.
Del diario de Thomas Dusenberry:
13/6/84
Hace ya nueve meses que retire de las calles a Anderson y Plunkett. He estado muy atareado trabajando - nuevos eslabones y cadenas-y tratando de reconstruir sus vidas. Del primero no he sacado nada y del segundo, todo lo que sale es malo.
Actualizando: Buckford fue el artifice de la acusacion contra Plunkett. Elaboro una lista de testigos, a los que no hubo necesidad de recurrir debido a la declaracion del reo, y establecio las estrategias de ataque del mediocre fiscal de distrito de Westchester. Se guarda un gran as en la manga por si otros estados emiten alguna vez ordenes de extradicion: acusaciones por huida del estado que le garantizan, a el, mantenerse bajo los focos y a Plunkett, seguir a salvo de la silla electrica. Este hombre y sus maquinaciones me provocan sentimientos contradictorios. El sabe, y yo tambien, que la pena capital no disuade de los crimenes violentos, y el aristocrata de Southampton que lleva dentro la considera vulgar. Bien, pero Buckford tambien es una promesa del partido Democrata, se lleva entre manos una operacion de gran alcance contra la extorsion que le dara popularidad, y procura mantener sus credenciales liberales impolutas para aspirar en algun momento a un escano en el Seriado. A mi, y a otra media docena de agentes, nos ha dicho: «Estados Unidos oscila entre el calor y el frio, entre el yin y el yang, entre la izquierda y la derecha, y la proxima vez que se incline hacia la izquierda estare preparado para saltar a la arena y aprovecharlo.»
Asi pues, Ducky Buckford es un oportunista; yo tambien lo seria, si no estuviese tan deprimido. Despues de la detencion de Anderson y Plunkett, recibi un telegrama de felicitacion del propio director del Buro. Calificaba mi labor de «magnifica» y terminaba con una pregunta: «?Piensa continuar en el servicio activo hasta la edad maxima de jubilacion?» En mi respuesta me mostre evasivo, aunque la pregunta era un ofrecimiento velado de una direccion adjunta y, tal vez, del mando de toda la Division Criminal.