Retrocedi, dispuesto a arrojarme al suelo, y me llego la respuesta: eran unas voces discutiendo. «Esta usted loco, inspector», consegui entender, y una replica: «Es mio.» A continuacion, echaron la puerta abajo y un hombre de mediana edad y de aspecto corriente, con un traje gris, me apunto directo a la cabeza con una 38.
No dijo «?No te muevas, hijo de puta!», ni «?Contra la pared, cabron!» Solamente se limito a presentarse: «Me llamo Tom Dusenberry», como si acabaramos de conocernos en un coctel. «Martin Plunkett», respondi. Y cuando desamartillo el arma, sonrei.
No me dio la impresion de que estuviera decidiendo si debia dispararme; parecia un hombre concentrado en si mismo que se preguntara hasta donde podia permitirme llegar. Sonriendo todavia, le dije:
– ?Es de la policia de New Rochelle?
– Del FBI.
– ?Las acusaciones concretas?
– Para mi, delito de huida del estado tras el asesinato de Malvin; para los demas, lo de los cuatro de Crown.
Hubo en aquella declaracion algo que me golpeo bajo y con fuerza, pero no consegui determinar que. Trate de concretarlo, procurando ganar tiempo, y entretanto evalue a Dusenberry. Empezaba a antojarseme un tipo extraordinario… y no sabia por que.
Permanecimos en silencio casi un minuto: yo, pensando; el, mirando. Por fin, dijo: «Por que, Plunkett?», y lo comprendi. El hombre era, simplemente, la moderacion en persona: voz, cuerpo, ropas, alma. Era algo que no podia haber cultivado; era asi, y punto.
– ?Por que que, senor Dusenberry?
– Por que todo ello.
– No sea tan ambiguo.
– Sere concreto. ?Por que ha matado a tanta gente y ha causado tanto dolor, joder?
En ese momento capte que estaba perdiendo la calma, impaciente por que sucediera algo enseguida. El sudor le oscurecia el cuello de la camisa y le obligaba a entornar sus insipidos ojos azules. Pronto las piernas empezaron a temblarle de tension y el unico reducto de tranquilidad en su persona fue el dedo que se apoyaba el gatillo. Estaba poniendose febril en su deseo de respuestas francas.
– Hare una declaracion formal -dije-. Entonces lo sabra. Y no hare esa declaracion a menos que sea divulgada al publico en general, al pie de la letra. ?Entiende lo que digo?
– Lo deja usted muy claro.
– Lo dejo muy claro porque se que usted quiere saber y, a menos que me deje confesar a mi manera, nunca podra averiguarlo.
Dusenberry bajo el arma y sentencio:
– Hace mucho que desea contarlo. Lleva anos dejando pistas.
Si creia que acababa de jugar una baza ganadora, se equivocaba; no se me habia pasado por alto que dentro de mi venia creciendo desde hacia mucho tiempo el deseo, cancerosamente autodestructivo, de alcanzar la gloria.
– ?Por eso ha dado conmigo?
– En parte -respondio Dusenberry y sonrio; la insipidez de su dentadura perfecta me dejo helado mientras aclaraba su desconcertante declaracion. La acusacion por huida del estado estaba relacionada con la muerte de Saul Malvin… y eso solo lo conocia Ross.
– ?Y el resto?-susurre.
Ahora, los dientes eran afilados y puntiagudos: el insulso agente federal se habia convertido en un tiburon.
– Anderson te ha delatado para librarse de la pena de muerte -anuncio-. Te ha arrojado a manos del fiscal federal mas voraz y ambicioso que ha existido nunca… para salvar su propio culo de marica, sadico y depravado. -El tiburon dio paso a un monstruo que abria las mandibulas de par en par para engullirme con sus palabras-: Tu le querias, ?verdad, cabron? Has matado a esos cuatro porque sabian lo que Anderson y tu erais y no podias tolerarlo. ?Tu lo amabas! ?Reconocelo, maldita sea!
Di un paso adelante y Dusenberry alzo el arma. La boca del canon ya estaba a dos dedos de mi nariz y el gatillo a medio recorrido cuando lo comprendi: si lo atacaba el saldria ganando; si me retiraba venceria yo. Sonriendo como Ross en su momento mas radiante y hablando como Martin Plunkett en su momento mas resuelto, masculle:
– Lo utilice a el y te utilizare a ti; al final, yo vencere.
Dusenberry bajo el arma y yo le presente las manos para que me esposara.
Del
EL JUICIO DE PLUNKETT LIQUIDADO
EN UN DIA; CONTINUAN LAS INTRIGAS LEGALES
Y DE LA INVESTIGACION
El juicio de Martin Michael Plunkett, asesino confeso de cuatro ciudadanos del condado de Westchester, apenas ocupo cuatro horas de la jornada de ayer, pero la controversia legal que lo rodea puede ser tan compleja y trascendente como breve ha sido su paso por el tribunal… y parece estar tomando cuerpo cierta mistica en torno al propio acusado.
Detenido en New Rochelle el pasado 13 de septiembre por el asesinato con arma blanca de Dominic de Nunzio, Madeleine Behrens, Rosemary Cafferty y Richard Liggett, Plunkett se nego a hablar con los investigadores, con los psiquiatras designados por el tribunal y con el abogado que se le asigno. De hecho, no hablo con nadie ni realizo ninguna declaracion escrita hasta dos semanas antes del juicio de ayer, cuando reconocio ser autor de las cuatro muertes en un documento notarial que dirigio a los investigadores a los lugares donde habia enterrado las armas letales. Ayer, renunciando a la asistencia legal, repitio la declaracion ante el juez y el jurado y fue condenado tanto como consecuencia de esta declaracion como por las pruebas materiales correspondientes. El jurado emitio su veredicto tras deliberar apenas diez minutos y el juez, Felix Cansler, lo sentencio a cuatro condenas de cadena perpetua consecutivas sin posibilidad de libertad condicional. A continuacion, Plunkett fue conducido a la prision de Sing Sing y encerrado en una celda para presos protegidos, donde guarda silencio sobre los detalles de sus cuatro asesinatos y sobre todo lo demas.
Plunkett fue capturado como resultado de la declaracion prestada por otro asesino reconocido, Ross Anderson, de 33 anos, ex oficial de la policia estatal de Wisconsin y primo de los asesinados Richard Liggett y Rosemary Cafferty. Anderson, que afrontara la proxima semana en Wisconsin el juicio por tres acusaciones de violacion y asesinato que se remontan a 1978 y 1979, no fue llamado a declarar contra Plunkett porque las autoridades lo consideraron «logisticamente complicado». Stanton J. Buckford, fiscal federal jefe para el area metropolitana de Nueva York, declaro a los periodistas la semana pasada: «Si Plunkett no hubiera presentado su declaracion y no la hubiese respaldado con pruebas que la corroboraban, habriamos requerido el testimonio de Anderson. En la presente situacion, sin embargo, no vamos a necesitarlo. El testimonio de Anderson guarda relacion con un asesinato que atribuye a Plunkett, cometido en Wisconsin en 1979, y como Plunkett recibira, muy probablemente, la condena maxima en Nueva York, no queremos que viaje a Wisconsin, un estado sin pena de muerte, solo para que lo condenen a mas anos de carcel. Este hombre tiene una gran inteligencia y es sumamente peligroso y, en mi opinion, presenta un importante riesgo de fuga. Mi deseo es que permanezca en un recinto de maxima seguridad en Nueva York.»
El presunto asesinato de Wisconsin lleva a la pregunta mas apremiante sobre el caso: ?a cuantas personas ha matado Martin Plunkett? Dado que las primeras sospechas acerca de el surgieron como resultado de investigaciones llevadas a cabo por el Grupo Especial del FBI contra Asesinos en Serie, la pregunta se la estan haciendo ahora agentes de policia de todo el pais.
El inspector Thomas Dusenberry, jefe del Grupo Especial, a quien se debe la resolucion de la cadena de homicidios perpretados por Anderson y Plunkett, considera que seran muchos mas. «Yo diria que Plunkett ha matado a cuarenta personas, por lo menos, y que sus primeros asesinatos se remontan a 1974, en San Francisco. Creo que mato a George y Paula Kurzinski en Sharon, Pennsylvania, en 1982, un caso que estaba abierto, y que si se incluyen desapariciones no denunciadas, sus asesinatos pueden alcanzar el centenar. Cabe pensar que, una