?Y a que vienen estos sentimientos contradictorios y esta depresion?
A que deseo ver muerto a Plunkett.
Anderson no me molesta como Plunkett; ?si hasta se echo a llorar cuando le comunique que dos de sus primos habian sido asesinados! Plunkett, en cambio, no puede albergar tales sentimientos, ni ninguno que no sea su propia intransigencia. Parece como si me estuviera justificando, de modo que voy a hacerlo. No soy un hombre vengativo, ni de ideologia ultraderechista, y se distinguir entre la necesidad de justicia y la sed de venganza. No me atenaza ningun sentimiento de culpabilidad irracional por no haber puesto bajo vigilancia la casa de Croton, pues di credito a Anderson cuando me dijo que no habia visto a Plunkett desde 1979. Pese a ello, sigo queriendo que Plunkett muera. Lo quiero muerto porque nunca sentira remordimiento, ni culpa, ni la menor pena o ambivalencia respecto al dolor que ha causado, y porque ahora se dispone a escribir su biografia, representado por un agente literario que le aportara documentos oficiales de la policia para ayudarle a contarla. Lo quiero muerto porque esta explotando aquello en lo que mas creo para dar satisfaccion a su propio ego. Lo quiero muerto porque ahora ya no me pregunto por que. Ahora, sencillamente, lo se: el mal existe.
Un mes antes del juicio de Plunkett, Ducky Buckford y yo mantuvimos una charla con el director del Buro. Este comento que me veia muy agotado y me ordeno que me tomara unas vacaciones y viajara. Carol no podia acompanarme porque tenia clases, de modo que me marche solo. ?Donde estuve? En Janesville, Wisconsin, y en Los Angeles, donde crecieron Anderson y Plunkett. ?Que descubri? Nada, salvo que lo que es, es, y que el mal existe.
Hable con unas cuarenta personas que los conocian. Siendo adolescente, Anderson obligaba a chicos de menor edad a practicar actos homosexuales; tambien torturaba animales. Plunkett merodeaba por el vecindario mirando por las ventanas. El traficante de marihuana al que Anderson mato en el cumplimiento del deber era un antiguo amigo suyo convertido en enemigo y estoy seguro de que lo hizo premeditadamente. La primera muerte de Plunkett tuvo lugar, casi con certeza, en 1974, en San Francisco: el DPSF lo interrogo tres dias despues de que un hombre y una mujer que vivian delante de su casa apareciesen asesinados a golpes de hacha. Revisando sus informes escolares, encontre al tipico chico americano y al chico extrano de inteligencia superior, pero ninguna mencion de nada parecido a un trauma significativo, de los que se arrastran toda la vicia. De regreso a casa, en el avion, me emborrache y brinde por la Iglesia holandesa reformada. El mal existe, preempaquetado desde el nacimiento, predestinado desde el utero. Si, como sugiere el doctor Seidman, Plunkett y Anderson son homosexuales sadicos, su mutua pasion no se basa en el amor, sino en el reconocimiento del mal por parte de un mal equivalente. Mama, papa, reverendo Hilliker, Calvino, teniais razon. Por mas que me pese, os la concedo.
Ya en casa, enseguida que llegue, hice algo que no habia hecho en veinticuatro anos de matrimonio. Inspeccione los cajones de la comoda de Carol. Descubri que el diafragma no estaba en su caja y empece a tirar cosas por todas partes. Cuando me serene un poco, volvi a recogerlas y en esas llego Carol. No dijo una palabra y yo no le pregunte nada, y ultimamente se ha mostrado tan carinosa y atenta que todavia no puedo decirle nada. Es evidente que algo ha de pasar, pero temo que si doy el primer paso, nos llevemos una buena sorpresa.
Unas reflexiones finales sobre Plunkett:
A veces pienso que lo unico bueno que ha salido de lo que ese monstruo me ha ensenado es mi decision de continuar mirando al mal cara a cara. Si mi destino es convertirme en un tipico policia de Homicidios implacable, sea. Si Plunkett ha sido un indicador de direccion, un villano preempaquetado que me mandaba Dios para impulsarme a seguir buscando asesinos, sea. Si todo eso es verdad, sere capaz de reconciliar mi propia faceta logica y metodica con la parte mistica y desilusionada para seguir adelante.
Lo unico que no esta a la altura de todo ello soy yo mismo. Tengo casi cincuenta anos y no me considero con la energia necesaria para volverme frio, duro y motivado. Eso queda para los jovenes… y para Plunkett.
27
15 de junio de 1984.
Estaba tumbado en el camastro cuando oi movimiento en el pasillo de delante de la celda. Pense que se trataba de otro funcionario o de un administrador curioso por ver al asesino silencioso en carne y hueso y no aparte la vista del techo. Entonces oli a alcohol, mire hacia fuera y vi a Dusenberry agarrado a los barrotes.
– Hablame -ordeno.
Decidi no hacerlo. Habia roto mi silencio durante la contratacion de mi agente literario y habia hablado con los administradores de Sing Sing presentes en el acto, pero el agente del FBI que me habia capturado, borracho a las dos de la tarde, no merecia respuesta. Continue mirando al techo y pasando peliculas mentales de colores.
– ?Le diste por culo a Anderson, o te dio el a ti?
Los remolinos que veia eran rosa pastel y beis.
– Seguramente lo segundo. Van a por ti, muchacho. Ronnie ha llenado el Tribunal Supremo de jueces despiadados. Colorado ha formado un equipo de los mejores abogados para que encuentren la manera de freirte el culo.
Ahora, el marron oscuro y el rojo se fundian suavemente.
– Si te frien, nunca llegaras a escribir el libro. Seras olvidado. El marron y el rojo se convirtieron en azul y este se volvio mas intenso.
– ?Mirame, hijo de puta!
Los colores seguian intensificandose y se separaban lentamente para regresar a los tonos originales, solo que mas bonitos.
– ?No permitire que me vuelvas como tu!
Mas intensos, mas tenues, mas bonitos.
– ?Hijo de puta! ?Nunca, nunca! ?No sere nunca una mierda como tu!
Mientras oia a los carceleros que se llevaban a Dusenberry, los colores se difuminaron, mas bellos que nunca.
Del diario de Thomas Dusenberry:
19/6/84
Lo sucedido con Plunkett llego a oidos del Director. Este envio una reprimenda via Ducky Buckford. «No permitas que vuelva a suceder nada parecido.» Ducky recomienda que me mantenga en segundo plano y algun resultado rapido y espectacular en el Grupo Especial, aunque haya de hurtarle el merito a otro agente. Esto no puedo hacerlo, por supuesto; seria demasiado pragmatico, al estilo Plunkett.
Anoche me encare con Carol. Reconocio que tenia una aventura con uno de sus profesores. Fui capaz de mantener la calma hasta que empezo a racionalizar por que habia ocurrido. Tenia razones logicas para todo y, cuando comenzo a enumerarlas, le pegue. Lloro y lloro y, al cabo de diez minutos, recupero la logica y la racionalidad y me dijo: «Tom, no podemos seguir asi.»
Yo lo sabia antes incluso de que lo dijera.
Una buena noticia, si asi puede decirse: ayer, Anthony Joseph Anzerhaus, el que arrancaba el cuero cabelludo a los ninos, murio de un disparo cuando cruzaba la frontera mexicana para entrar en Tejas. Un agente de fronteras lo reconocio y fue a sacar la pistola. Al verlo, Anzerhaus metio la mano bajo el asiento y el agente, creyendo que escondia un arma, le disparo. No era un arma; era un oso panda de peluche. Anzerhaus murio acunandolo como un bebe.
Llame a Jim Schwartzwalder, le di la noticia y se derrumbo; entonces se puso al telefono Su esposa y repeti la historia. Cuando le pregunte por que Jim se lo habia tomado tan mal, me contesto: «No quieras saberlo.»
Tiene razon. No quiero saberlo.
Lo que si quiero saber es si alguien honrado puede sacar provecho del punto muerto al que he llegado con Plunkett. En cuanto logre determinarlo, me olvidare para siempre de ese maldito hijo de puta.
Del