herramientas del senor Krycki.
Me puso un punzon en la mano y me coloco junto a un banco de trabajo. Me agarre a un pequeno bloque de madera y fingi que estaba serrandolo. Mire a la camara y no parpadee ni sonrei ni llore ni traicione mi equilibrio interno.
El fotografo estaba en el umbral de la puerta. Detras de el se encontraban los polis. Tenia un publico extasiado.
El fotografo saco algunas instantaneas y me dijo que improvisara gestos. Me volque sobre el banco de trabajo y serre la pieza de madera con una expresion a medio camino entre la sonrisa y la mueca. Los polis rieron. Yo, tambien. Resplandecieron varios flashes.
El fotografo me dijo que era un chico muy valiente.
Dos policias me llevaron a un coche patrulla y me colocaron en el asiento trasero. Me acerque a la ventanilla de la izquierda y mire hacia fuera. Tomamos Maple Street hasta una calle lateral que conducia a Peck Road, direccion sur. Saque la cabeza por la ventanilla y memorice las cosas que me sorprendian.
Doblamos al oeste por Valley Boulevard y nos detuvimos frente a la comisaria de El Monte. Los agentes me condujeron dentro y me hicieron tomar asiento en una salita.
Yo queria ver a mi padre. No queria que sufriese dano alguno a manos de los polis.
Me hicieron compania varios hombres de uniforme que se mostraron carinosos en deferencia a mi reciente condicion de huerfano de madre. Mantuvieron conmigo una charla animada y amistosa.
Mi padre me recogio el sabado por la manana. Tomamos un autobus a Los Angeles y fuimos a ver una pelicula titulada
En la sala en que me hallaba no paraban de entrar y salir polis. Muchos me ofrecian un vaso de agua. Me los bebi todos. Asi tenia algo que hacer con las manos.
De pronto se presentaron dos hombres. Los agentes amistosos se marcharon. Uno de los recien llegados era robusto y casi calvo. El otro tenia el cabello canoso y ondulado y los ojos azul claro. Ambos vestian chaqueta y pantalon de sport.
Me hicieron preguntas y anotaron las respuestas en pequenas libretas de bolsillo. Me pidieron que describiese el fin de semana con mi padre y el nombre de los novios de mi madre.
Mencione a Hank Hart y a Peter Tubiolo. Mi madre solia verse con Hank en Santa Monica. Tubiolo era maestro de mi escuela y habia salido con mi madre un par de veces, por lo menos.
Pregunte a los hombres si mi padre estaba en dificultades; respondieron que no y anadieron que me dejarian bajo su custodia.
El policia de cabello canoso me dio un caramelo y me dijo que me llevaria a ver a mi padre. A continuacion, me condujeron fuera de la salita.
Vi a mi padre en el pasillo. Cuando el advirtio mi presencia, sonrio.
Corri hacia el. El impacto lo hizo retroceder un poco. Luego, me dio su habitual abrazo de oso, con el que demostraba lo fuerte que era.
Un poli nos condujo a la estacion de autobuses de El Monte. Tomamos uno nocturno a Los Angeles.
Me sente junto a la ventanilla. Mi padre me rodeo con su brazo. La autovia de San Bernardino estaba oscura y llena de brillantes luces traseras.
Era consciente de que deberia llorar. La muerte de mi madre era un regalo, y sabia que debia pagar por el. Probablemente los polis encontraban censurable el que no llorase alla, en la casa. Que no llorase significaba que no era un chico normal. Asi de confusos e intrincados eran mis pensamientos.
Me relaje y deje escapar el jodido temor reverencial que llevaba horas atenazandome.
Dio resultado.
Rompia llorar. Derrame lagrimas durante todo el trayecto hasta Los Angeles.
Yo detestaba a mi madre. Y detestaba El Monte. Un asesino desconocido acababa de regalarme una nueva existencia, magnifica e intacta.
Jean era una chica de campo de Tunnel City, Wisconsin. Mi unico interes en ella era en relacion con mi padre. Cuando el matrimonio se fue al traste, me hizo su hijo en exclusiva.
Empece a detestarla para demostrar como queria a mi padre. Me daba miedo reconocer la valentia y la terca voluntad de aquella mujer.
En 1956 a mi padre le diagnosticaron, erroneamente, un cancer. Mi madre me dio la noticia, pero se guardo el comentario de «se pondra bien» para imbuir de mayor efecto dramatico sus palabras. Yo me eche a llorar y a descargar punetazos en el sofa del salon. Mi madre me tranquilizo y me dijo que lo de mi padre no era cancer, sino ulcera. Necesite un pequeno viaje para recuperarme de la impresion.
Fuimos a Mexico. Alquilamos una habitacion en un hotel de Ensenada y cenamos langosta en un buen restaurante. Mi madre llevaba un vestido que le dejaba un hombro al descubierto. Su piel lechosa y su cabellera pelirroja destacaban en el local. Comprendi que estaba exhibiendose.
La manana siguiente fuimos a banarnos a la piscina del hotel. La suciedad del agua era evidente. Sali con los oidos tapados y un fuerte dolor de cabeza.
El dolor de cabeza descendio hasta el oido izquierdo. Se hizo mas localizado e intenso. Mi madre me examino y dijo que tenia una infeccion grave de oido.
El dolor era terrible. Llore e hice rechinar los dientes hasta que me sangraron las encias.
Mi madre me metio en el asiento trasero del coche y se dirigio hacia el norte, a Tijuana. Alli, las farmacias vendian medicinas y narcoticos sin necesidad de recetas. Mi madre entro en una y compro un frasco de pildoras, una ampolla de droga y una jeringa hipodermica.
Me dio agua y pastillas. Preparo una dosis y me pincho alli mismo, en el coche. El dolor ceso al instante.
Volvimos directamente a Los Angeles. La droga hizo que sintiese calor y me adormecio. Desperte en mi cuarto y observe que del papel pintado de la pared salian unos colores extranos, que nunca habia visto.
No comente el incidente con mi padre. Fue una omision instintiva, fruto de una deduccion precoz. Cuarenta anos despues del hecho, le atribuire el motivo.
Mi madre me protegio con firmeza impecable. Yo sabia que mi padre no queria oir una palabra favorable sobre ella, y me aproveche de su miedo. No le dije que estaba guapisima con aquel sarong. No le conte lo bien que sentaba aquella droga. No le dije que por unos instantes mi madre se habia aduenado de mi corazon.
Mis padres eran expertos en guardar las apariencias. Hacian una buena pareja vulgar, al estilo de Robert Mitchum y Jane Russell en Macao. Estuvieron juntos quince anos. Debio de ser por el sexo.
El le llevaba diecisiete anos. Era alto y con la complexion de un boxeador de peso pesado ligero. Tambien era muy atractivo, y tenia una polla enorme.
Se trataba de un tipo tan inutil como peligroso, y de esto ultimo cualquiera se daba cuenta con solo verlo. Mi madre habia comprado el envoltorio fisico y el tipo supuestamente encantador que iba dentro de el. No se cuanto duro la luna de miel. No se cuanto tardaron en desilusionarse y en enviar su matrimonio a freir esparragos.
A finales de los anos treinta cada uno por su lado se habia trasladado al Oeste. Se conocieron, se sedujeron, se casaron y se establecieron en Los Angeles. Ella era enfermera colegiada. El, contable sin titulo, hacia inventarios de existencias en farmacias y preparaba declaraciones de renta para gente de Hollywood. Habia trabajado tres o cuatro anos como agente comercial de Rita Hayworth, cuya boda con Ali Khan habia arreglado en 1949. Las mujeres pelirrojas habian regido su vida en los anos de posguerra.
Yo entre en escena en el 48. La novedad de un crio los hizo babearse por un tiempo. Dejaron su piso de Beverly Hills y encontraron otro mayor en West Hollywood. Era un edificio de estilo espanol con las paredes de estuco encaladas y los huecos de las puertas en arco. Alli creci en un ambiente cargado y retorcido.
Rita Hayworth despidio a mi padre en el 52, calculo. Tras esto, el comenzo a hacer algun trabajo esporadico para farmacias, pero se pasaba la mayor parte de los dias laborables tumbado en el sofa del salon. Le encantaba leer y dormir. Le encantaba fumar cigarrillos y mirar programas deportivos en el televisor de pantalla de burbuja. El sofa era su foro a todos los efectos.
Mi madre casi no paraba en casa. Tenia turno completo en el hospital St. John's y, ademas, atendia en privado a una actriz dipsomana llamada ZaSu Pitts. Ella traia casi todo el dinero que entraba en casa, y siempre pinchaba a mi padre para que buscara un trabajo fijo.