lo encontro en la nieve, la familia fugitiva, el «transportista», Roterdam, el viaje en furgon enrollado en una alfombra, el cautiverio en habitaciones oscuras, los temibles interrogatorios por hombres a los que nunca vio… y de los que todavia no sabia quienes eran ni donde le tuvieron escondido. La television interminable, el hecho de haber visto a Alexander y a Rebecca con sus padres biologicos en Dinamarca, con la reina de Inglaterra y con el presidente de Estados Unidos. Y los restos del coche en el que Peter Kitner y su familia habian sido asesinados. Fue entonces cuando Marten saco el sobre que sus secuestradores le habian devuelto y se lo dio a Kovalenko.

– Abrelo -le dijo, y Kovalenko lo hizo y saco la elegante tarjeta destenida que empezaba por:

Villa Enkratzer

Davos, Suiza,

17 de enero

Marten lo observo mientras la miraba, vio su reaccion al darse cuenta de lo que era, vio como de pronto levantaba la vista.

– El segundo menu -dijo Marten-. Giralo y mira con atencion la esquina inferior derecha.

Kovalenko lo hizo y Marten lo oyo grunir al ver lo que ponia. En un cuerpo diminuto, casi tan diminuto que costaba leerlo, habia escrito H. Lossberg, maestro impresor. Zurich.

– La esposa de Lossberg dijo que su marido conservaba siempre una copia de todo lo que imprimia -dijo Marten, mirando a Kovalenko a los ojos-. Pero cuando fue a buscarla, no la encontro. Tambien nos dijo que hubo que imprimir exactamente doscientas copias del menu, ni una mas, ni una menos, y que luego las pruebas debian ser destruidas y la tipografia desmontada. Lossberg y el comercial Jean-Luc Vabres eran buenos amigos. Esta era una noticia muy importante. ?Y si Lossberg le dio su unica copia a Jean-Luc Vabres, y a su vez, Vabres iba a entregarsela a Dan Ford? Alexander no podia permitir que se supiera que el iba a convertirse en zarevich hasta que Kitner hubiera sido presentado a la familia y luego hubiera renunciado al trono a favor suyo.

– Y de alguna manera, a traves de su contacto en Zurich -prosiguio ahora Kovalenko-, descubrio lo que Lossberg habia hecho. Hizo seguir a Vabres, o le pincho el telefono, o las dos cosas, y entonces, cuando Vabres iba a encontrarse con Dan Ford para darle el menu, el estaba ya alli, esperandolos.

Marten se le acerco un poco mas.

– Quiero alejar a Rebecca de su lado.

– ?Estas al tanto de lo ocurrido? En pocas semanas se ha convertido en una celebridad.

– Si, ya lo se.

– Creo que no entiendes la magnitud del asunto. En Rusia, el es una estrella, un rey, casi un dios. Y ella tambien.

Marten repitio lentamente sus palabras:

– Quiero alejar a Rebecca de su lado.

– Estan rodeados por el FSO. Murzin se ha convertido en su guardaespaldas personal. Seria como intentar secuestrar a la esposa del presidente de Estados Unidos.

– No es su esposa. Todavia no.

Kovalenko puso la mano sobre la de Marten:

– Tovarich, ?quien sabe si ella lo abandonaria, aunque tu se lo pidieras? Las cosas han cambiado de una manera inconmensurable.

– Lo haria si yo me acercara a ella y le contara quien es el realmente.

– ?Acercarte a Rebecca? No podrias acercarte ni a un kilometro de ella sin que te pillaran. Por no hablar de que estas aqui y no en Moscu.

– Por eso necesito tu ayuda.

– ?Que quieres que haga? Estoy casi sin empleo y, desde luego, sin contactos a ese nivel.

– Consigueme un movil, un pasaporte y algun tipo de visado que me permita viajar hasta y por dentro de Rusia. Utiliza mi nombre si es necesario. Ya se que es peligroso, pero de esta manera podras sencillamente renovar mi pasaporte americano. Eso seria mas facil y mas rapido.

– Estas muerto.

– Eso lo hace todavia mejor. Tiene que haber mas de un Nicholas Marten en este mundo. Di que soy un profesor visitante de Paisajismo de la Universidad de Manchester que desea estudiar los jardines rusos. Si alguien lo quiere comprobar, no encontraran mas que confusion al otro lado. Una confusion que podria jugar a nuestro favor. Estoy muerto. Soy otra persona. Ahora soy profesor, no estudiante. Nadie podra estar seguro. La universidad es una burocracia descontrolada. La gente va y viene constantemente. Podria llevarles dias, semanas, descubrirlo. E incluso entonces puede que no encuentren nada seguro. -Marten miro a Kovalenko directamente-. ?Puedes hacerlo?

– Yo… -Kovalenko vacilo.

– Yuri… de nino mato a su hermano, y de mayor ha matado a su padre.

– ?La bomba en el coche de sir Peter?

– Si.

– Crees que ha sido cosa de Alexander.

– No hace falta mucha imaginacion.

Kovalenko miro a Marten y no levanto la vista hasta que el camarero se acerco a su mesa.

– No, desde luego. -Se inclino un poco hacia el y bajo la voz-. Utilizaron explosivos muy sofisticados, y el detonador era ruso. La investigacion se esta desarrollando de manera muy secreta. Pero todavia no significa que Alexander lo hiciera o encargara el atentado.

– Si le hubieras visto los ojos en el puente de encima de la finca cuando intento matarme; si hubieras visto el cuchillo y como lo utilizaba, lo entenderias. Esta perdiendo cualquier control que antes pudiera tener. Es lo que pensamos cuando vimos el cuerpo de Dan salir del agua. Cuando vimos lo que le hizo a Vabres. Y lo mismo con Lossberg en Zurich.

– Y temes que en algun momento pueda desatar la misma furia sobre tu hermana.

– Por supuesto.

– Entonces, tovarich, tienes toda la razon. Tenemos que hacer algo.

26

Catedral de Pedro y Pablo, cripta de la capilla de Santa Catalina. San Petersburgo, Rusia. Jueves 3 de abril. 11:00 h

Con velas funerarias encendidas solemnemente entre sus manos, Alexander y Rebecca permanecian junto al presidente Gitinov y al rey Juan Carlos de Espana mientras Gregorio II, el santo patriarca de la iglesia ortodoxa rusa, oficiaba el solemne funeral de requiem. A su izquierda, en la sala ornada de marmol, estaban las tres hijas de Peter Kitner con sus esposos. Aparte de los varios sacerdotes que atendian al patriarca, y de la baronesa, vestida de negro y con un velo que le cubria el rostro, no habia nadie mas. El oficio era estrictamente privado.

Ante ellos reposaban tres ataudes cerrados con los restos mortales de Peter Kitner, su hijo Michael y su esposa Luisa, prima de Juan Carlos.

– Hasta en la muerte, oh, Senor, Petr Mikhail Romanov devuelve la grandeza al alma y a la tierra de Todas las Rusias. -Las palabras de Gregorio II resonaban por las columnatas doradas y el inmenso pavimento de piedra de la cripta en la que descansaban los restos del bisabuelo de Alexander, el asesinado zar Nicholas, su esposa y tres de sus hijos. La misma camara imponente y triste que habia sido la morada final de todos los monarcas rusos desde Pedro el Grande y donde, con el consentimiento del Parlamento ruso, Petr Mikhail Romanov Kitner y su familia serian depositados para su eterno reposo, a pesar de no haber accedido nunca al trono.

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