—De acuerdo —cedio el Partal tras unos instantes de reflexion—. Lleva a la gente a Juviles y cuida de los bienes que tomamos. Tu y tu hijo respondereis de ellos con la vida.

Y ahora aquel herrador pretendia hacer cautivo a Hernando como cristiano. Brahim balbuceo unas palabras ininteligibles desde lo alto del overo.

—?Tu hijastro es cristiano! —Insistio a gritos el herrador—. Eso es lo que asegurabas a todas horas.

—?Diselo, Hernando! —intervino Andres. El sacristan se habia incorporado y avanzaba hacia el chico. Uno de los vigilantes fue a echarse encima del sacristan, pero el alguacil se lo impidio—. ?Reconoce tu fe en Cristo! —suplico el sacristan una vez libre, con los brazos extendidos.

—Si, hijo. Reza al unico Dios —anadio don Martin, con el rostro ensangrentado y la cabeza gacha—. Encomiendate al verdadero... —Un nuevo punetazo atajo la frase.

Hernando paseo la mirada por los presentes, musulmanes y cristianos. ?Que era el? Andres se habia volcado en su instruccion mas que en la de los otros muchachos del pueblo. El sacristan le habia tratado mejor que su padrastro. «Sabe hablar arabe y castellano, leer, escribir y contar», sostenian interesadamente por su parte los moriscos. Y, sin embargo, Hamid tambien le habia tomado bajo su custodia, y ya fuera en los campos o en su choza le ensenaba con teson las oraciones y la doctrina musulmana, la fe de su pueblo. ?En Cadiar ya no quedaban cristianos vivos! Eso aseguraba Brahim. Un sudor frio le empapo la frente: si le considerasen cristiano, le condenarian a... El griterio habia cesado y gran parte de los moriscos murmuraban cerca del grupo.

El caballo de Brahim piafo contra el suelo. ?Hernando era cristiano!, parecia reflejar el rostro del jinete. ?Acaso no era hijo de un sacerdote? ?Acaso no sabia mas de las leyes de Cristo que cualquier musulman? ?Y si su segundo hijo, Aquil, pudiera hacerse cargo de la recua? El Partal no conocia a sus hijos. Podria decirle...

—?Decidete! —le exigio Shihab.

Brahim suspiro; su atractivo rostro esbozo una aviesa sonrisa.

—Quedaoslo...

—?Que hay que decidir? ?Que hay que quedarse?

La voz de Hamid acallo los murmullos. El alfaqui vestia una sencilla tunica larga que realzaba la vaina de oro del largo alfanje que colgaba de una cuerda a modo de cinto. Trataba de andar lo mas erguido que su pierna le permitia. El tintineo de los pedazos de metal que colgaban de la vaina pudo escucharse en el interior del templo. Algunos moriscos miraron con atencion intentando adivinar que inscripciones habia en ellos.

—?Que hay que decidir? —repitio.

Aisha resoplaba tras el. Habia corrido hasta la choza de Hamid, a sabiendas del carino que este profesaba a su hijo y del respeto de las gentes del pueblo hacia el alfaqui. ?Solo el podia salvarlo! Si esperaban a la decision de Brahim como pretendia el herrador... El origen de aquel hijo nunca se mencionaba, pero no era necesario. Brahim no ocultaba su odio hacia Hernando: le maltrataba y le hablaba con desprecio. Si alguien del pueblo queria molestar al arriero no tenia mas que mencionar al nazareno. Entonces su esposo se enojaba y maldecia; luego, por la noche, lo pagaba a golpes con Aisha. La unica solucion que habia encontrado Aisha habia sido la de recordarle una y otra vez que ella era la madre de sus otros cuatro hijos, volcarse en estos y obtener su entrega incondicional, con lo que lograba suscitar en su esposo el atavico sentimiento de union familiar que todo musulman respetaba. Gracias a ello, Brahim cedia a reganadientes... Pero, en un momento asi... En un momento asi no seria solo Brahim, sino todo un pueblo enardecido, el que reclamaria al nazareno.

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