nuestra situacion para entonces. En verdad parece que no seamos mas que unos apestados: los cristianos nos odian a muerte y ninguno de los gobernantes musulmanes ha hecho nada por ayudarnos. Somos un pueblo que siempre ha estado oteando el horizonte con la esperanza de vislumbrar una armada, turca o argelina, que nunca ha aparecido.
Efrain estuvo tentado de discutir. ?Apestados? Su pueblo si que lo habia sido, en Espana y en todos los reinos europeos. Los judios ni siquiera tuvieron la oportunidad de otear el horizonte: nadie podia acudir en su ayuda. Sin embargo, callo; no era ese su cometido. Fatima le habia proporcionado instrucciones: el mismo debia juzgar las palabras y la actitud de Hernando. El mismo debia decidir si trasladarle su mensaje o retirarse sin hacer entrega de el a aquel hombre que le miraba consternado. «Confio plenamente en ti», le habia dicho ella antes de despedirse. Y el judio ya habia decidido.
—Muerte es esperanza larga —dijo entonces.
Efrain sintio como el morisco clavaba sus ojos azules en el, igual que habia hecho su hijo Abdul hacia poco tiempo, cuando fue a visitarle y a advertirle de que bajo ningun concepto debia ayudar a Fatima en nada relacionado con el «maldito traidor». Los mismos ojos, pero ?que diferencia entre el mensaje que lanzaban unos u otros! Los del corsario emanaban odio y rencor; los de Hernando, en cambio, mostraban una tristeza infinita.
?Cuantas veces llego a confiar Fatima en la muerte para encontrar la esperanza?, pensaba Hernando tras volver a escuchar aquella frase. ?Por que una vez mas ahora?
—Vuestra esposa esta cautiva en su propia casa —anuncio Efrain como si adivinase lo que pasaba por su cabeza—. Varios guerreros nubios la vigilan dia y noche.
—?Por mi causa? —pregunto Hernando con un hilo de voz.
—Si. Si os acercais a Fatima, os mataran y a ella...
—?Francisco la mataria?
—?Abdul? No creo que fuera capaz... pero no lo se a ciencia cierta —rectifico el judio recordando las amenazas del corsario—. Pero no podemos olvidarnos de Shamir... La verdad es que ignoro que podria hacer. En cualquier caso la desgracia caeria sobre ella, con toda seguridad.
Efrain le hablo de Fatima, y Hernando supo por fin por que su madre habia actuado como lo hizo: la misma Fatima se lo habia pedido. Ambas quisieron protegerle de una muerte segura. Se entero del asesinato de Brahim asi como del viaje que hizo Efrain, muchos anos atras, y de la carta de Fatima que este leyo a Aisha al no encontrarle; de las amargas palabras de Aisha y tambien de los insultos que profirieron contra el Abbas y los demas moriscos. El judio perdio la mirada en el momento de ensalzar a Fatima, de alabar su belleza y elogiar su coraje y determinacion; Hernando percibio en Efrain unos sentimientos que iban mas alla de la simple admiracion y sintio una punzada de celos de aquel hombre que vivia tan cerca de ella. Tambien le hablo de Abdul y Shamir; Ines, ahora Maryam, estaba bien; se habia casado y tenia varios hijos. Elogio la astucia de su senora en los negocios y volvio a insistir en la admiracion y el deseo que producia en todo Tetuan. Se explayo en descripciones y explicaciones ante un Hernando que dejaba vagar los recuerdos asintiendo y sonriendo.
—Mi senora confia en que cumplais el juramento que un dia le hicisteis: que pongais a los cristianos a sus pies, a los pies del unico Dios. Que continueis trabajando por la causa de nuestra fe en Espana, como haciais mientras estabais casados —termino diciendo—. Su felicidad depende de ello. Solo en esa comunion de ideas puede encontrar la tranquilidad; es cuanto desea y a cuanto puede aspirar. Dice que Dios volvera a uniros... tras la