catedral y contemplaba la Santa Cena de Arbasia. Entonces recordaba los dias alli transcurridos mientras era la biblioteca, con don Julian, enganando a los sacerdotes y trabajando para sus hermanos en la fe. ?Que habria sido del pintor italiano? Miraba a la que el imaginaba mujer y que acompanaba a Jesucristo. El tambien habia elegido una mujer, la Virgen, en la trama de los plomos del Sacromonte. Una trama que parecia estancada, sin dar los frutos deseados, tal y como le informaban desde Granada.

Y cuando no se hallaba rezando o instruyendo a sus hijos, montaba a caballo. Miguel hacia un trabajo excelente y los potros que nacian en el cortijillo eran cada vez mas cotizados entre los ricos y la nobleza de toda Andalucia. Incluso llegaron a vender algunos ejemplares a cortesanos de Madrid. Periodicamente, el tullido mandaba a Cordoba un par de potros ya domados por el personal que contrataba. Elegia los mejores, aquellos que consideraba merecedores del aprendizaje que les podia proporcionar su senor. Durante un tiempo, Hernando montaba en ellos y salia al campo, donde perfeccionaba la tecnica de los animales. Tambien ensenaba a montar a Amin, que lo acompanaba a lomos de un Estudiante ya viejo y docil que parecia entender que no debia mover un solo musculo de mas con el nino encima de el. Y en presencia de un entusiasmado Amin que gritaba y aplaudia al ver a su padre sorteando las astas de los morlacos, volvio a correr los toros en las dehesas; atras quedaba la triste experiencia con Azirat. Luego, en el momento en que consideraba que los potros estaban convenientemente domados, los devolvia a Miguel para que este los pusiera a la venta. Hernando presencio con orgullo como algunos de ellos se enfrentaban a los toros en la Corredera con motivo de alguna fiesta, con mayor o menor fortuna segun el arte de los senores cordobeses que los montaban, pero siempre mostrando nobleza y buenas maneras.

Por las noches se encerraba en la biblioteca y tras disfrutar caligrafiando en colores y con letras surgidas de su union con Dios alguna nueva sura en su Coran, copiaba nuevos ejemplares con letra rapida, interlineando su traduccion aljamiada, igual que habia hecho junto a don Julian en la biblioteca. Habia vuelto a ello. Remitia los libros a Munir, gratuitamente, quien pese a la fria despedida de Jarafuel y su negativa a mandar la carta a Fatima, los aceptaba en bien de la comunidad, como asi le hizo saber Miguel a traves del arriero que llevo al alfaqui las primeras copias. ?Luchaba! Continuaba luchando, susurraba Hernando a Fatima a centenares de leguas de distancia; estaba en paz con Dios, consigo mismo y con cuantos lo rodeaban. Y la imaginaba bella y altiva, como siempre lo habia sido, enardeciendo su religiosidad y animandole a proseguir.

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Al virrey de Cataluna se podra escribir que en lo que toca a los moriscos que pasaren a Francia, ordene que se reconozcan, y si entre ellos fuesen algunos que sean ricos y acreditados entre ellos, se les detenga y ponga a buen recaudo para procurar sacar de ellos sus intentos, y que con la gente comun disimulen y los dexen pasar, porque cuantos menos quedaren mejor.

Dictamen del Consejo de Estado,

24 de junio de 1608

Miguel ya pasaba de los treinta anos, pero su aspecto y su condicion de tullido parecian cargarle con mas edad. Le faltaban los dientes y las piernas parecian haberse negado a seguir el crecimiento de su cuerpo cintura arriba. A lo largo de su vida, los huesos que le habian machacado de recien nacido fueron articulandose por el lugar en el que se los quebraron, pero carecia de musculatura capaz de moverlos, lo que le presentaba como un grotesco titere, mas y mas a medida que pasaba el tiempo. Sin embargo, continuaba con sus cuentos e historias, haciendo reir a los ninos o encandilando a Rafaela en los unicos momentos de asueto que la mujer se permitia, como si Dios, el que fuere, hubiera trocado su capacidad de andar o

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