Romancero morisco

Rafaela habia acompanado hasta la puerta al preceptor, que acudia diariamente a dar lecciones a Juan y Rosa, cuando vio que un desconocido se acercaba a su casa. Aunque Hernando parecia haber recuperado su estado de animo habitual, cualquier imprevisto desasosegaba a Rafaela, cuyo embarazo ya estaba a punto de llegar a su fin. El hombre, que contaria cerca de cuarenta anos y cuyas ropas, de estilo castellano, aparecian sucias por el largo viaje, pregunto con voz educada si aquella era la casa de Hernando Ruiz. Rafaela asintio y mando a Juan a que diera el recado a su padre; Hernando no tardo en bajar al zaguan.

—La paz sea con vos —saludo al hombre, en la creencia de que no seria mas que un arrendatario o un interesado en algun caballo—. ?Que deseais?

Efrain aguardo un instante antes de hablar. Por suerte, en esta ocasion no le costo dar con Hernando.

—La paz —contesto el judio, que clavo la mirada en su anfitrion.

—?Que deseais? —repitio.

—?Podemos hablar en algun lugar privado?

En ese momento Hernando comprendio que aquel hombre era algo mas que un simple tratante en caballos; aunque percibio un extrano acento en su voz, habia algo en el que le inspiro confianza.

—Acompanadme.

Salieron del zaguan y cruzaron el patio.

—Que nadie me moleste —advirtio a Rafaela.

Subieron a la biblioteca y Hernando reparo en la admiracion con la que el judio corria su mirada por los libros que constituian su mas preciado tesoro.

—Os felicito —dijo Efrain refiriendose a ellos al tiempo que tomaba asiento tras el escritorio. Hernando hizo un gesto de asentimiento y los dos guardaron silencio unos instantes—. Me envia Fatima, vuestra esposa —revelo al fin.

Un tremendo escalofrio recorrio el cuerpo de Hernando. Se vio incapaz de decir nada y el judio se dio cuenta.

—La senora Fatima necesita saber de vos —continuo Efrain—. Son muchos los rumores que llegan a Tetuan y ella se niega a creerlos, salvo que vos mismo los confirmeis. Debo significaros, antes que nada, que hara cerca de quince anos, yo mismo estuve aqui, en Cordoba, en vuestra busca, tambien enviado por mi senora...

—?Como esta ella? —le interrumpio Hernando.

Hablaron durante todo el dia. Hernando conto su vida y lo hizo sin disimulo, sin ocultar el mas nimio de los detalles. ?Conto incluso sus amorios con Isabel! Era la primera vez que se confesaba a alguien con tal sinceridad. Excuso su imagen cristiana, pero tambien reconocio el error que significaba que en algunos momentos, llevado por los acontecimientos, se hubiera excedido en aquella postura. ?Por que tuvo que salir cargado con una cruz en procesion?

—Mi madre no habria muerto si hubiera evitado ese alarde —anadio con la voz tomada.

Luego se explayo en la historia de los plomos.

—Shamir —recordo— sostuvo que nunca se beneficiarian los humildes... y probablemente tenga razon.

—Quiza algun dia ese evangelio del que hablais pueda salir a la luz.

—Quiza —suspiro Hernando, pesaroso—, pero no se cual sera

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