en sus culpas, en la cobardia que tanto le echara en cara Francisco. Sin embargo, lo importante era que vivian aunque fuera lejos de el. Hallo cierto consuelo en esta idea... Pero seguia necesitando obtener su perdon. Aguardaba con ansiedad noticias de Munir, pero dicho anhelo se troco en decepcion cuando el alfaqui hizo que le devolvieran la carta dirigida a Fatima junto a su negativa de remitirsela a Tetuan.

Fatima no pudo dejar de darse cuenta: despues de la visita de Shamir y su hijo, tres imponentes esclavos nubios, armados, se sumaron al personal de servicio que atendia el palacio.

—Son para vuestra seguridad, senora —le contesto uno de los sirvientes —. Corren tiempos revueltos y vuestro hijo asi lo ha dispuesto.

?Para su seguridad? Dos de ellos la seguian, un par de pasos por detras, en sus salidas por Tetuan. Fatima lo probo. Una manana, acompanada de dos esclavas a las que hizo cargar con algunos bultos, se dirigio con resolucion a la puerta de Bab Mqabar, al norte de la muralla de la ciudad.

Antes de que pudiera cruzarla, los dos nubios se interpusieron en su camino.

—No podeis salir, senora —le dijo uno de ellos.

—Solo quiero ir al cementerio —afirmo Fatima.

—No es seguro, senora.

Otro dia de madrugada, abandono su dormitorio. No habia recorrido la mitad del pasillo y la inmensa figura de uno de los negros aparecio de entre las sombras.

—?Deseais algo, senora?

—Agua.

—Yo ordenare que os la traigan, no os preocupeis. Descansad.

?Estaba presa en su propia casa! No se habia planteado huir, ni siquiera sabia que hacer o que pensar; solo sabia que despues de anos de creer en la traicion de Hernando, la simple posibilidad de que no hubiera sido asi hizo revivir en ella unos sentimientos que durante anos se habia obligado a arrinconar en lo mas recondito de su interior. Desde la muerte de Brahim se habia dedicado a dirigir los negocios y a amasar dinero con tanta frialdad como Abdul y Shamir atacaban a los barcos cristianos o las costas espanolas. Llego incluso a renunciar a su condicion de mujer. Pero ahora algo habia vuelto a despertar en ella y de vez en cuando, por las noches, con la mirada perdida en el horizonte, alli donde debian alzarse las sierras granadinas, unos casi imperceptibles estremecimientos le recordaban que habia sido capaz de amar con todo su ser.

Una tarde Efrain acudio a despachar de negocios con ella. El judio, muerto ya su padre, se habia convertido en el mas intimo colaborador en los negocios familiares dirigidos por la gran senora tetuani.

—Tengo que pedirte un favor, Efrain —le dijo mientras el otro le explicaba de numeros y mercaderias.

—Debes saber que tu hijo ha venido a verme —susurro el inteligente judio.

Fatima clavo en el sus hermosos ojos negros.

—Pero mi lealtad esta contigo, senora —anadio Efrain al cabo de unos instantes de silencio.

65

Muerte es esperanza larga.

«Romances de Aben Humeya»,

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