llevara una carta a Jarafuel.
La mujer lo interrogo con unos ojos enrojecidos por el llanto.
—Ve —la insto el tullido—. Lucha por el, por ti.
Rafaela no habia podido ver a Hernando durante los dias que estuvo recluido en la biblioteca. Pensaba que podria hacerlo al llevarle la comida, pero este dio orden de que se la dejaran tras la puerta. Hernando habia pedido tambien una jofaina con agua limpia para sus oraciones, que el mismo dejaba tras la puerta una vez utilizada. En todo momento Rafaela estuvo pendiente del sonido de aquella puerta para apresurarse a cambiar el agua. Cinco veces al dia.
?Que le habia sucedido?, se pregunto la mujer por enesima vez al iniciar el ascenso de las escaleras, jadeando. El nuevo embarazo le pesaba mas que los anteriores. Dudo al acercarse a la biblioteca. El murmullo de las suras se colaba por la puerta, ahora abierta, y llegaba hasta ella. ?Y si Hernando se enojaba? Se detuvo y estuvo a punto de echarse atras, pero los momentos vividos con anterioridad al viaje a Toga, el carino, las risas, la alegria, la felicidad, ?el amor que se profesaron!, la impulsaron a continuar.
Hernando permanecia sentado a su escritorio. Con un dedo seguia las letras del Coran mientras salmodiaba en arabe, ajeno a todo. Rafaela se detuvo sin atreverse a romper lo que le parecio un momento magico. Cuando Hernando se apercibio de su presencia y volvio la cabeza hacia ella la encontro parada bajo el quicio de la puerta, con los ojos llenos de lagrimas, agarrandose con ambas manos la prominente barriga.
—No creo haber hecho nada para que me trates asi. Necesito saber que te esta pasando... —musito Rafaela, antes de que se le quebrara la voz.
Hernando asintio, con cierta frialdad, sin levantar la cabeza del escritorio.
—Hace mas de veinte anos... —empezo a decir. Pero ?por que contarselo? Nunca le habia hablado de Fatima o de sus hijos; ella conocia la historia por Miguel—. Tienes razon —reconocio—. No lo mereces. Lo siento. Son cosas del pasado.
El mero hecho de pronunciar aquella disculpa parecio liberar a Hernando. La carta dirigida a Fatima obraba ya en manos de Miguel, ?quien podia predecir cuales serian sus resultados o que le contestaria Fatima, si es que lo hacia? Rafaela se enjugo las lagrimas con una mano mientras con la otra continuaba asiendose la barriga.
Y entonces Hernando comprendio algo: si, habia fallado a Fatima, y esa era una culpa de la que nunca podria librarse... pero no iba a cometer dos veces el mismo error con la persona a la que entonces amaba. Sin decir palabra, se levanto, rodeo el escritorio y se fundio con su esposa en un dulce abrazo.
A pesar de sus esfuerzos por ocultar sus inquietudes a Rafaela, Hernando no podia dejar de pensar en las revelaciones que le habia hecho su hijo. Ella no volvio a mencionar lo sucedido, como si aquellos dias de reclusion no hubieran existido. Hernando busco consuelo en sus pequenos y esperanza en el que estaba por venir. Un dia, incluso se dirigio al campo de la Merced y paseo por el triste cementerio hasta dar con la tumba de su madre. Alli hablo con Aisha en silencio.
—?Por que lo hiciste, madre?
Intento encontrar la respuesta en su interior. El tiempo transcurrio con Hernando especulando mil posibilidades hasta que una de ellas, ajena a las razones de Aisha para haber obrado como lo hizo, despunto entre las demas: «Viven». Fatima vivia. Francisco tambien, y Shamir, y probablemente Ines. ?Hubiera preferido que todos ellos estuvieran muertos para aliviar sus penas? Se sintio indigno. Hasta entonces solo habia pensado en el mismo,