forzada—. No. No creo que me dedique a los caballos. Esos pequenos caballos arabes... quiza sean excelentes para el desierto, pero no se parecen en nada a los pura raza espanoles. Conozco el arabe culto y se escribir, Rafaela. Creo que lo hago muy bien, sobre todo si de ello depende la vida de mis hijos... y la tuya. Dios me guiara el calamo, estoy seguro. El trabajo de escriba esta muy valorado entre los musulmanes.
Ella no pudo mas. Llevaba todo el dia fingiendo delante de los ninos, sofocando sus miedos. Entonces, en la penumbra de la noche, dio rienda suelta a su desesperacion.
—?Matan a todos los que llegan a Berberia! Y a los que no asesinan, los explotan en los campos. ?Como puedes pensar...?
Hernando volvio a rogarle silencio.
—Eso es en las ciudades corsarias o en tierras berberiscas. Se que en Marruecos los moriscos estan siendo bien recibidos. Se trata de un reino inculto y su monarca ha entendido que puede beneficiarse de los conocimientos de los andalusies. Puedo encontrar trabajo en la corte, y quiza algun dia tu...
Rafaela se removio, inquieta. El fue consciente de lo que pensaba: pocas veces habian hablado de sus creencias, de sus distintas religiones. Pero la posibilidad de verse obligada a vivir en un territorio musulman la aterraba.
—No sigas —le interrumpio Rafaela—. Hernando, yo nunca he intervenido en tus creencias, ni siquiera cuando hacias participe de ellas a nuestros hijos. No me pidas que renuncie yo a las mias. Ya sabes que el dia que faltes, tus hijos seran educados en la fe cristiana.
—Lo unico que te pido —prosiguio Hernando— es que el dia en que Muqla tenga suficiente uso de razon, le entregues el Coran que he escrito. Lo escondere en algun lugar seguro hasta entonces.
—Para entonces sera cristiano, Hernando —murmuro su esposa.
—Seguira siendo Muqla, el nino de ojos azules. El sabra que hacer. Prometemelo.
Rafaela se quedo pensativa.
—Prometemelo —insistio Hernando.
Ella asintio con un beso.
Desde que ambos esposos aceptaron que la situacion era irreversible, que nada podian hacer ya por variarla, los dias se sucedieron en una inquietante armonia. Hernando tampoco dejo de acudir a la mezquita a rezar en secreto, como siempre. Sin embargo, algo habia cambiado: ya no trataba de encontrar aquella extrana simbiosis con Fatima; sus plegarias invocaban la ayuda de Dios para Rafaela y aquellos de sus hijos que iban a quedarse en Cordoba. Habia pensado en acudir a Tetuan con Amin y Laila, reencontrarse con Fatima y solicitar su ayuda; incluso estuvo a punto de mandar recado a Efrain, pero las palabras del judio resonaron en sus oidos: «Te mataran». ?Y si mataban tambien a sus hijos? Tetuan no habia recibido bien a los moriscos; Shamir y Francisco estarian vigilantes ante la llegada masiva de los andaluces. Se le encogio el estomago al solo pensamiento de sus pequenos alanceados por los corsarios.
Paseo por la mezquita. Alli, en el templo entre cuyo magico bosque de columnas jamas dejaria de resonar el eco de las oraciones de los verdaderos creyentes, decidio esconder su preciado Coran para que un dia el pequeno Muqla lo recuperara; era el lugar indicado y estaba seguro de que Muqla lo conseguiria. ?Tenia que ser asi!
Pero ?donde hacerlo?
?Te has vuelto loco? —exclamo Miguel tras escuchar su